Opinión
Ver día anteriorJueves 12 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Es oportuno recordar a Monsiváis
C

on su extraordinaria capacidad de síntesis que hacía posible resumir en breves párrafos datos primordiales de la historia o la cultura de México, Monsiváis dio cuenta de las verdaderas revoluciones producidas en el lapso de medio siglo, tanto en lo político como en lo social, alteraciones definitivas que hacen pensar que ese periodo de la historia nacional, situado más o menos entre los años 50 y los 80, pertenece a la prehistoria, como si los seres que allí habitaron fuesen antediluvianos, seres provistos de referencias culturales diversas, obsesivos amantes de la lectura y la literatura, altamente politizados y críticos, en fin, una generación anterior a los cambios drásticos producidos en las décadas recientes, cambios acentuados por la caída del socialismo, el cese de la guerra fría, las guerras locales en diversas zonas del planeta, los fundamentalismos religiosos, los terrorismos, la imposición del neoliberalismo y sus restricciones económicas, la aparición de la tecnología digital, la computadora, el celular, etcétera.

“En este proceso hay algo irreversible, dijo en Las alusiones perdidas. Desaparecen numerosas contenciones sociales y un gran número de prejuicios, y en los sectores culturales se observa de otra manera el duelo ancestral entre Barbarie y Civilización, porque en dos siglos de vida latinoamericana se ha integrado las antípodas. Ese enfrentamiento persiste bajo formas no soñadas por Sarmiento o Justo Sierra, y es falaz insistir en la ‘pureza espiritual’ o en la ‘pureza de lo primitivo’. Todo se construye a pesar de todo y contra todo, todos influimos sobre todos, como habría dicho Alfonso Reyes, al observar los ámbitos regidos por la represión y la corrupción, por la telenovela y el desempleo, por el chateo y el YouTube, por las cumbias dedicadas a Macondo y la conversión de Leonardo da Vinci y Mozart en obras y nombres ultrapopulares, por los blogs y el estudio de los poemas como exorcismo”.

Las alusiones perdidas habrían devenido entonces causas perdidas: Si no se cae en el victimismo, las causas perdidas son un recurso enorme de la salud mental. Que Dios debería proteger a los buenos ya que los malos son definitivamente estúpidos y tan corruptos que en la noche se giran a sí mismos cheques sin fondo.

Más tarde afirma en el mismo libro: El neoliberalismo es, en definición rápida, el encumbramiento de una minoría depredadora, y por ello se privilegia a la educación privada al margen de los niveles de calidad; y allí, con énfasis, la aptitud tecnológica es la cima, lo que se traduce en el menosprecio del humanismo, en la adopción ornamental de la cultura y en la burocratización en materia educativa.

Pero nada es estático. Según lo encamina su reflexión, su optimismo oscila, deviene rápidamente de nuevo pesimismo cuando observa por ejemplo los embates que los actuales gobiernos promueven contra el Estado laico y sus efectos sobre la educación popular. ¿Qué se pretende entonces? Aquello que declaran reiteradamente los jerarcas: la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, enseñanza católica desde luego, porque según argumentan, es la religión mayoritaria y porque, dicen el clero y el PAN, a la laicidad la define la voluntad de los padres de familia, que al no estar ni remotamente organizados depositan su voluntad en las esferas celestiales.

Agobiado por estas alternancias, y en su deseo de vislumbrar aunque fuese algunas posibilidades para documentar su optimismo, Monsi confecciona una lista de hechos consumados –de causas o alusiones perdidas y algunas propuestas de redención–, elijo una:

“La competencia con la televisión, una batalla perdida en cuanto a la oportunidad de las noticias se refiere, se compensa por un hecho: la interpretación sigue a cargo de la prensa, no obstante el despliegue de mesas redondas televisivas. Eso obliga en las publicaciones a darle más espacio a los dossiers, imposibles de incluirse en la tv, reacia incluso a los reportajes.”

@margo_glantz