Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de julio de 2012 Num: 906

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La fe de Gide
Ignacio Padilla

Para releer a Gide
Annunziata Rossi

Apuntes para la historia.
Mi primera prisión

Ricardo Flores Magón

Mafalda y la prensa
Ricardo Bada

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Germaine Gómez Haro

Los paisajes sensoriales de Bosco Sodi

Hay pinturas que atrapan la mirada con sólo divisarlas, y seducen completamente cuando detenidamente se las observa de cerca. Obras que emanan un cierto misterio que obliga al espectador a excavar hacia su interior en un intento por  “des-cubrir” su esencia, por desvelar sus cualidades intrínsecas, una suerte de aura intangible que acaso se logra palpar con los sentidos, no así con el intelecto. Es el caso de las portentosas pinturas matéricas de Bosco Sodi (México, DF, 1970), que pueden fascinar o no, pero sin duda no dejan indiferente al espectador. Sus piezas de grandes dimensiones y colorido incendiario proyectan la pasión de un artista cuya energía lo ha llevado a las más diversas aventuras en la experimentación técnica, para conseguir los resultados asombrosos que se pueden ver en las siete obras monumentales que integran su exposición titulada Croacia, misma que se presenta en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico) y que después viajará a Oaxaca, Puerto Rico y Valencia.

Color y materia son los vocablos esenciales en el muy personal lenguaje plástico de Bosco Sodi. Una impresionante riqueza de matices monocromos que son resultado de la acumulación de numerosas capas de materia orgánica vegetal que tiene reacciones propias y, hasta cierto punto, inesperadas, condición que se palpa a la vista en estas obras monumentales (seis piezas de 200 × 280 y una circular de 180 de diámetro). Se trata de pinturas realizadas en un tono rojo (¿fucsia?) ígneo y fueron concebidas como “hermanas de sangre”, según comenta el artista en entrevista con Merry McMasters (La Jornada, 17 de abril de 2012), donde explica que éstas fueron trabajadas al mismo tiempo y siguiendo su muy particular proceso creativo; pero el resultado es a todas luces muy variado entre una pieza y otra, dada la condición de “imprevisto” que impera en su técnica. Acompaña la muestra un video en el que se ve su cocina plástica, un proceso altamente complejo que consiste en colocar capas y capas de pintura y materiales orgánicos sobre la superficie del cuadro colocado horizontalmente en el piso, hasta lograr una gruesa piel matérica cuyo resultado forzosamente varía entre una obra y otra por los “accidentes” que surgen de los materiales empleados: serrín, pigmentos, limadura de hierro, tierras, entre otros. Croacia es un título abstracto que el artista eligió porque esta serie fue concebida mentalmente durante un viaje por ese país, pero su interés es que las obras no muestren referencia alguna, y que el espectador se deje llevar y se pierda entre los vericuetos de cada pieza. Sus cuadros son una evocación de magma candente que me remite a la imagen de un río de lava viva y fulgurante que un día presencié frente a un volcán en erupción en Hawai. Las pinturas de Bosco Sodi son eso: materia viva y encendida adosada a un soporte que invita a recorrer sus grietas, hendiduras y protuberancias, como si se tratase de paisajes sensoriales por los que se regodea la mirada. Así lo expresa el propio autor: “Quiero que en mis cuadros no haya violencia, o exijan opciones; quiero que estén ahí y nada más y que uno los utilice, los emplee o se sirva de ellos según le convenga, porque esa es mi intención: que los cuadros sean campos de anhelos indefinidos, de esperanzas cualesquiera y al deseo de quien tenga necesidad de tenerlas o de formularlas, que los cuadros estén ahí y sean voluntaria o involuntariamente aceptados.” (Arnau Puig:  “Los espacios, ¿o las texturas? de Bosco Sodi”,  Galería Art Gaspar, Barcelona, 2006). Sus pinturas se desbordan del lienzo y nos desbordan. Son inabarcables, insondables, inaprehensibles.  “A lo largo de mi carrera, mi trabajo ha estado inspirado en la naturaleza, por lo tanto se abstiene del complejo intelectualismo narcisista y la artificialidad, y busca penetrar en la simplicidad de la naturaleza, buscando lo inesperado y lo fortuito.”

Bosco Sodi salió de México en los años noventa para instalarse en Barcelona, y actualmente vive y trabaja entre esa ciudad, Berlín y Nueva York. Su trabajo posee un sello personal que lo hace destacar en la tendencia homogénea de la mayoría de sus contemporáneos. Su arte combina la sencillez y la complejidad, la fuerza de lo tectónico y lo etéreo de su dimensión espiritual, y refleja la poética de la naturaleza que no deja de sorprendernos cuando nos damos el tiempo de observarla. Lejano a toda interpretación conceptual, el arte de Sodi es explosión, erupción, estallido. Energía pura.