Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de julio de 2012 Num: 906

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La fe de Gide
Ignacio Padilla

Para releer a Gide
Annunziata Rossi

Apuntes para la historia.
Mi primera prisión

Ricardo Flores Magón

Mafalda y la prensa
Ricardo Bada

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Naief Yehya
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Prometeo, de Ridley Scott: orígenes, parricidio y el nacimiento de un nuevo clásico (II DE III)

Nombres reveladores

La nave de la primera película de la serie Alien se llamaba Nostromo, en referencia a la novela del mismo nombre de Joseph Conrad, en donde Nostromo (Nostro uomo) es un exiliado italiano en el país ficticio de Costaguana que trabaja como capataz de cargadores del puerto de Sulaco (que es el nombre de la nave usada por los marines de la cinta Aliens; así mismo la cápsula de escape se llama Narciso en referencia a otra novela de Conrad, El negro de Narciso). Nostromo es respetado, estoico, temido y aparentemente incorruptible, pero es despreciado por la alta burguesía local. Ante la amenaza de una revuelta se le comisiona esconder un cargamento de plata y, por primera vez guiado por la ambición o el rencor, Nostromo decide conservar la plata aunque muere trágicamente en el intento. De la misma manera, la nave Nostromo es destruida porque el androide Ash (Ian Holm en Alien), bajo órdenes de la corporación Weyland-Yutani, intenta conservar y llevar a tierra al alien, el brutal xenomorfo, para reciclarlo como arma de destrucción masiva. La tripulación de esa primera nave consiste de seis trabajadores sindicalizados (y el gato Jones) que recorren el universo por un salario y los modestos beneficios que ofrece la corporación. Décadas antes, la nave Prometeo, con una convencional tripulación multicultural, pintoresca, hip de exploradores espaciales, científicos y técnicos al servicio de la corporación Weyland (Yutani aún no figura), se embarca en una misión aparentemente no comercial para descubrir los orígenes de la especie. Independientemente de la obvia referencia mitológica a Prometeo, la cinta también evoca a El moderno Prometeo, el subtítulo de Frankenstein, de Mary Shelley, el doctor que da vida a un monstruo, collage de cadáveres, sólo para arrepentirse de su creación. La obsesión por el conocimiento será aquí también motivo de arrepentimiento.

Religión

Elizabeth Shaw (Rapace) destaca entre la tripulación por ser la única que tiene una especie de fe. Cuando le piden pruebas de que el darwinismo es un error ella sólo responde:  “He elegido creer.” Esta hija de misioneros que creció viendo pobreza e injusticia, carga una cruz en el cuello que, más que representar devoción cristiana, es un símbolo de su curiosidad por lo que representa la religación con lo divino. La prueba de que su fe no sigue dogma alguno es que no cuestiona la urgencia de cometer pecado mortal, como al practicarse un aborto (en una de las escenas más impresionantes y brutales del cine reciente), o en su deseo de visitar y quizás desafiar a los Ingenieros de la humanidad que súbitamente cambiaron de opinión y decidieron eliminarnos. Para exacerbar la ironía, Prometeo llega a su encuentro con los Ingenieros de nuestra especie precisamente en Navidad.

Parricidio e infanticidio

Así, del infanticidio que quieren cometer los Ingenieros pasamos al tema del parricidio, que domina la narrativa. El androide David, el hijo pródigo de Weyland, declara:  “¿No es cierto que todo hijo quiere matar a sus padres?” David no tiene que recorrer el universo para encontrarse con su creador y sabe que su existencia no responde a ningún concepto metafísico, sino que fue manufacturado como sirviente, porque existía la tecnología para hacerlo. En su viaje cósmico los tripulantes humanos del Prometeo van a confrontar a un creador que no sólo no ofrece respuestas, sino que nos desprecia y nos considera desechables.  Sabemos que los xenomorfos son fabricados in vitro y manipulados como armas de destrucción masiva; queda por descubrir cuál es nuestra función en el plan maestro de los Ingenieros.

Orígenes sórdidos

No sabemos qué le ha sucedido a la civilización de los Ingenieros, pero cuando Prometeo llega a su destino descubre montones de cadáveres y, dado que en milenios nadie fue a recoger a los muertos, a reconstruir y volver a echar a andar sus proyectos suspendidos, podemos imaginar que una catástrofe mayor ha tenido lugar. Es de imaginar que ellos mismos sucumbieron a la maldición de Prometeo y en su empresa de diseminar su adn por el universo algo salió terriblemente mal y quizás de alguna forma nosotros fuimos culpables. Esta visión oscura de nuestros orígenes es muy distinta de aquella imaginada en Misión a Marte (Brian de Palma, 2000) e incluso en 2001 odisea del espacio (Kubrick, 1968). Prometeo no nace en un vacío sino en una era de capitalismo zombi (como lo ha llamado Krugman), de gigantescas desgracias que se suceden apenas dando un respiro (calentamiento global, tsunamis, terremotos, catástrofes atómicas, derrames petroleros y guerra sin fin) y ese malestar se refleja la idea de que una especie superior quiere eliminarnos.

(Continuará)