Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de julio de 2012 Num: 907

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Dos poemas
Stelios Yeranis

Manuel Rojas, un chileno del mundo
Ximena Ortúzar

Martín Adán y la otra vida
Cristian Jara

Pedro Lemebel y la poética de la agrietada memoria
Gerardo Bustamante

Mendigos y clochards
Vilma Fuentes

Los hermanos Grimm:
dos siglos de actualidad

Ricardo Guzmán Wolffer

Gerassi desnuda a Sartre
Adriana Cortés Koloffon entrevista con John Gerassi, periodista francés

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Ana Luisa Valdés

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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un escritor chileno

Pedro Lemebel
y la poética de la agrietada memoria

Lemebel en un performance.
Foto: lamajabarata.blogspot.mx

Gerardo Bustamante

Pedro Lemebel es un bestseller latinoamericano. Frente a la alta cultura, el autor propone una cultura incluyente en donde lo marginal –el discurso de las minorías, aunque con frecuencia se trate de las mayorías– queda visualizado en un alegato artístico que representa el pasado casi holocáustico de la nación chilena y su sangrienta dictadura, llena de desaparecidos, familiares enlutados en espera de una justicia que no llegó con el suspiro final del tirano.

Lemebel es parte del sector de los olvidados y lo hace sin enfado; su compromiso con la historia surge posiblemente desde el Zanjón de la Aguada, donde vivió su infancia. En ese lugar tuvo interés por las narraciones orales y radiofónicas. Ya como escritor profesional recupera estos aprendizajes en sus intervenciones en Radio Tierra, en donde comienza su carrera como cronista, actividad compleja en el caso de Lemebel pues sus temas siempre son disidentes; él habla de la memoria, el dolor; es voz de sí mismo y no olvida las historias de otros protagonistas anónimos, ya sea a través de la escritura de crónicas, el performance, iniciado y sostenido durante los años ochenta, al lado del artista Francisco Casas, cuando se nombraban las Yeguas del Apocalipsis como una forma de protesta y demanda homosexual en el contexto del nacimiento y proliferación del sida, la represión política y las demandas de un gran sector chileno de víctimas dolidas.

La prosa cronística de Lemebel es importante porque, más allá de su original discurso al estilo neobarroco, mezclado con lo kitsch y lo camp, pone a discusión sus incisivas representaciones sobre clase, raza, género y visibilidad de lo gay. Su obra es transgresora porque revela que la construcción de género y el ejercicio sexual están más allá de las ventanas de la convención política, médica y psiquiátrica. Su poética del desdoblaje y la denuncia lo atestiguan, por eso construye “metarrelatos” que son su mejor arma literaria.

Lemebel es su propia historia; es un sujeto que habla de polémicos temas como el sida, la discriminación, la fiesta gay, el dolor por la pérdida de sus amigos (por eso escribió su Loco afán. Crónica de sidario (1996), que es la letanía de los ausentes y los agonizantes desde el recuerdo y la nostalgia del poseedor de la palabra exacta para homenajear a los Otros cuando se les cierra el habla porque ya no pueden con la vida y se convierten en forajidos del llanto gay; enlutado siempre. Pedro también habla de los cuerpos travestidos, gozosos y sufrientes; presenta a divas pasajeras y tercermundistas con rostro mapuche, con labios rouge, ansiosas de la palabra de amor. La violencia del ambiente homoerótico, la navaja de la esquina noctámbula de Santiago o Valparaíso, así como las utopías para el mañana, atraviesan sus crónicas.

Lemebel hace crónica lo cotidiano y excluido de vidas nada ordinarias, sino reveladoras, presentes a través de sus evocaciones candorosas, por eso muchos de sus textos tienen el sello de las evocaciones de canciones de todo tipo, pero particularmente de boleros para no olvidar, muy al estilo de “Tengo miedo torero”, en la voz de Sarita Montiel, un icono de la gaycidad hispánica que sirve como escenario melodioso para la ambientación de la novela alusiva a la dictadura de Pinochet y que Lemebel tituló con el nombre de la canción.

El autor, a lo largo de su prolífica obra, tiene predilección por la vida de las periferias. Su estética del “mariconear” traza la geografía de los deseos travestis y homosexuales, de espacios íntimos en donde los deseos, los amores y los contactos sexuales fantasean o se materializan.

Por otra parte, la obra de Lemebel emparenta su postura ideológica con la de otros luchadores sociales de Chile; es el caso de su querida amiga Gladys Marín, fallecida en 2006 y quien fuera secretaria general del Partido Comunista Chileno y un pilar importante dentro de la historia chilena contemporánea.

Lemebel es protagonista de la historia chilena del siglo XX; su contribución es su voz llena de memoria; estetiza el recuerdo de su presente y, al paso del tiempo, sus crónicas se vuelven documentos obligados de consulta para historiadores y sociólogos, pues ahí se encuentra el germen poético de una prosa que nace de la entraña. La sola presencia de Lemebel viene a importunar la equívoca apreciación de que los homosexuales no sirven para la revolución; para el caso chileno, ahí está Lemebel, como para el caso cubano tenemos a escritores como Reinaldo Arenas y su alegato anticastrista.

Los libros de Pedro Lemebel son incómodos para la historia oficial porque hablan, entre otras cosas, de casos como el mundo militar y homoerótico, en crónicas como “La iniciación de los conscriptos (o la Patriótica hospitalidad homosexual)”; pero también sobre la homofobia mítica del Che Guevara o de las primeras damas de la democracia y sus sombreros lujosos. A Lemebel le interesa lo que pasa en la plaza pública, las manifestaciones y sus asistentes, las consignas y las voces de la colectividad que luchan por gritar un mundo mejor. En estos actos, el cronista es un asistencia más, sólo que cuando escribe elabora una cartografía poética y casi cinematográfica, a manera de documental, sobre la desdichada historia patria.

Adjetivación profusa que marca su dolor y encono por las injusticias sociales, los olvidos de los que han sido asesinados y enterrados en y desde el anonimato, la prosa de Lemebel es un canto general al recuerdo de su mancillado país, lleno de tumbas y de palabras escritas por el autor de La esquina es mi corazón, como depositario de una conciencia colectiva que se materializan en un eco de palabras que se afinan en el canto del colectivo que sigue pidiendo justicia a más de seis años de la muerte del odiado dictador que paralizó las almas de miles de chilenos.

La construcción de un futuro mejor, lucha tan pedida por Salvador Allende, encuentra su correspondencia en la escritura de Lemebel porque la memoria como un acto doloroso y reivindicativo sigue su goteo de palabras ya agrietadas por la pena de los ecos que renacen en la memoria de la historia que se escribe para que no se olvide.