Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de julio de 2012 Num: 907

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Dos poemas
Stelios Yeranis

Manuel Rojas, un chileno del mundo
Ximena Ortúzar

Martín Adán y la otra vida
Cristian Jara

Pedro Lemebel y la poética de la agrietada memoria
Gerardo Bustamante

Mendigos y clochards
Vilma Fuentes

Los hermanos Grimm:
dos siglos de actualidad

Ricardo Guzmán Wolffer

Gerassi desnuda a Sartre
Adriana Cortés Koloffon entrevista con John Gerassi, periodista francés

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Ana Luisa Valdés

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Luis Tovar
[email protected]

Entre la indiferencia y la pertinencia

Como confirmando que la pertinencia suele divertirse poniéndose los atavíos del azar –y de paso aliviando la cruel y triste insania de la demasiada fruslería filmada con que siempre se llenan las pantallas en verano–, puede verse todavía en algunas, pocas salas en Ciudad de México, un filme al que le viene bien más de una definición sucinta: dedo en la llaga es una; concierto de aciertos otra; espejo para las almas, una más.

Se trata de Indiferencia (Dettachment, Estados Unidos, 2011), producida y protagonizada por ese magnífico actor llamado Adrien Brody y dirigida por Tony Kaye. Infrecuente como pocas, aquí se percibe la combinación sutil de inteligencia, belleza y sensibilidad, puestas a las órdenes no de un despliegue inane de alardes narrativos y estéticos, sino de la mejor transmisión de un mensaje –sí, un mensaje, por más que esa palabra tenga hoy connotaciones innobles por culpa de la simplonería, la mojigatería, la cursilería y otras –ías con las que se le ha baldado, inutilizándola casi, hasta que llegue precisamente una obra como esta Indiferencia a reivindicar, por vía de su mensaje, ese atributo del que se habla al principio de estas líneas: pertinencia.

Definición primera

Dedo en la llaga porque hace una crítica, no por intensa menos delicada –y al revés también–, del modelo educativo contemporáneo occidental, concretamente en la franja que corresponde a la educación media superior. Eficiente y sencillo, el punto de partida de la trama consiste en una ruptura que, como habrá de verse, sólo es la primera de muchas: un profesor titular reporta que se ausentará de sus clases y un profesor temporal (Brody) tiene que sustituirlo. La del nuevo profesor es una visión externa y ajena al pequeño universo al que se agrega pero, simultáneamente, es una mirada que con seguridad ha presenciado, demasiadas veces, demasiados pequeños universos iguales a éste con el que habrá de vérselas, como para mostrarse ya no se diga sorprendido sino siquiera interesado en las particularidades del mismo. Empero, y a contrapelo de lo que sería “lógico”, la consecuente indiferencia no es tal y el nuevo profesor lo manifiesta en varios actos, algunos más graves y otros menos notorios pero, se insiste, todos marcados por el sello de la ruptura.

Definición segunda

Concierto de aciertos, entre otras cosas porque amalgama, volviéndolos un solo discurso de plena coherencia, elementos formales que proceden de diversos géneros, entre ellos la ficción pura, el documental y la animación.  Indiferencia liquida los riesgos del tremendismo y la moralina con el recurso a una polifonía de conceptos fílmicos cuyo ordenamiento diegético no solamente le confiere al filme ritmo y cadencia sino, mucho más allá de esa obligación, da origen a inflexiones, digresiones y reflexiones en torno al tema básico y a los muchos que de éste se derivan. La diversificación del punto de vista así obtenida universaliza la postura/visión/opinión mantenida por el protagonista, de manera que, siendo tan personal como sea posible, su perspectiva terminó por ser la de ese Todos llamado espectador y, por ende, no es recibida como admonición, advertencia ni sentencia;  es compartida y unánime, puesto que de Todos procede.

Definición tercera

Espejo para las almas porque, directamente derivado de lo anterior, es a ese intangible colectivo e individual hacia donde en realidad se dirige la mirada más atenta de esta Indiferencia: como decir que si a los demás les da lo mismo mi existencia, mis problemas, mis pequeñas y mis grandes angustias, mis actos públicos y mis deseos privados, mi capacidad e incapacidad para comunicarme con aquellos a quienes les da lo mismo que me comunique o que no lo haga… si así están las cosas, si a ese grado de aislamiento, egoísmo y soledad hemos llegado, entonces no sólo he de pagarles con similar moneda sino he de multiplicar la apuesta. Si me jodo y a nadie le importa, jódanse todos, y una terrible vuelta de tuerca: qué me importa si los demás se joden, siempre que no me joda yo…

Pertinencia de la impertinencia

Bienvenida la pertinencia de la impertinencia de Indiferencia, y no es mero juego de palabras: buen azar es aquel que hace posible ver hoy un filme agudo, bello y sensible, que versa sobre jóvenes estudiantes invitados a bajarse de la nave del individualismo valemadrista –habitual depredador de quien lo aloje–, precisamente cuando son jóvenes, y estudiantes, los que andan exigiendo ser diseñadores colectivos de su propio futuro; ellos, y no los pleistocénicos empeñados en prevalecer a costa de lo que sea.