Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de julio de 2012 Num: 907

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Dos poemas
Stelios Yeranis

Manuel Rojas, un chileno del mundo
Ximena Ortúzar

Martín Adán y la otra vida
Cristian Jara

Pedro Lemebel y la poética de la agrietada memoria
Gerardo Bustamante

Mendigos y clochards
Vilma Fuentes

Los hermanos Grimm:
dos siglos de actualidad

Ricardo Guzmán Wolffer

Gerassi desnuda a Sartre
Adriana Cortés Koloffon entrevista con John Gerassi, periodista francés

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Ana Luisa Valdés

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Manuel Rojas
un chileno del mundo

Foto: http://chileliterario.blogspot

Ximena Ortúzar

Poeta, novelista, cuentista, ensayista y académico, Manuel Rojas publicó treinta y un libros, y en 1957 recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile. Nació en Buenos Aires, de padres chilenos, el 8 de enero de 1896; tenía tres años de edad cuando sus padres se trasladaron a Santiago, Chile, y siete cuando su madre, viuda, regresó a la capital argentina. Las carencias económicas familiares interrumpieron su educación formal a los once años, edad a la que comenzó a trabajar. Su formación fue, por tanto, autodidacta.

Con dieciséis años decidió radicarse en Chile, donde sobrevivió realizando diversos oficios: mensajero, pintor “de brocha gorda”, artista circense, electricista, estibador, cuidador de embarcaciones, obrero ferrocarrilero, aprendiz de sastre, talabartero, linotipista del diario El Mercurio, consueta y actor en compañías teatrales ambulantes y empleado de la Biblioteca Nacional y del Hipódromo Chile, entre otros.

Sus primeros escritos se publicaron en diarios y revistas de Buenos Aires; luego publicó en Santiago crónicas, artículos y críticas literarias en periódicos chilenos, bajo el seudónimo de Pedro Norte. La lucha por sobrevivir no impidió su creación literaria. En 1921 –tenía entonces veinticinco años– publicó Poética. Debutó como novelista en 1932, con Lanchas en la bahía. En 1959 inauguró el surrealismo literario chileno al publicar su cuento “El vaso de leche”.

La inevitable consagración

Durante muchos años trabajó en su novela Tiempo irremediable. La presentó en 1950 al concurso de la Sociedad de Escritores de Chile. No ganó. Un año después, corregida y con el nombre de Hijo de ladrón, la propuso a la editorial Zig Zag, que la rechazó. Finalmente, la novela fue aceptada por Nascimento, que la publicó en 1951. Hijo de ladrón, protagonizada por Aniceto Hevia –un adolescente en formación, heredero de marginación y delincuencia– consagró a Manuel Rojas ante la crítica y ante el público.

Le siguieron tres novelas con el mismo protagonista: Mejor que el vino (1958), Sombras contra el muro (1964) y La oscura vida radiante (1971). Cuando un crítico sugirió que Aniceto Hevia era una suerte de alter ego del autor, Manuel Rojas dijo, a la Flaubert: “Aniceto Hevia soy yo.”

Hijo de ladrón es su epopeya máxima, el texto que lo remitió a la gloria. Existen de esa novela más de cuarenta ediciones en español, ha sido traducida a quince idiomas y abrió para su autor muchas puertas. Fue invitado a dictar conferencias a Colombia, Cuba, Panamá y Puerto Rico. En 1952 impartió la cátedra Literatura y Estilo en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. En 1957 fue invitado por el Departamento de Estado de Estados Unidos para dictar conferencias. En 1961 fue profesor de literatura hispanoamericana en una universidad de Seattle y en 1963 enseñó en la Universidad de Oregon. En 1966 fue invitado a la Conferencia Tricontinental de La Habana y como jurado de novela del Premio Casa de las Américas. Viajó por España, Portugal, Inglaterra, Francia, la Unión Soviética, Italia, Estados Unidos y México.

Amante impenitente

Manuel Rojas y la escritora María Baeza se casaron en 1928 y tuvieron tres hijos: María Eugenia, Patricio y Paz. María Baeza murió en 1936. En 1941 se casó con Valeria López Edwards. En 1961 conoció a Julianne Clark, su alumna en la Universidad de Washington, en Seattle, donde él enseñaba castellano y literatura. Ella era cuarenta y siete años menor. Se enamoraron. La esposa intentó cortar esa relación, fracasó y regresó a Chile. Un año después, Rojas fue nombrado profesor en la Universidad de California, en Los Ángeles. Julianne lo siguió y vivieron juntos, en secreto. Decidieron entonces viajar a Ciudad Juárez, donde consiguieron un acta de divorcio y se casaron en Chihuahua. Siguieron rumbo a Ciudad de México. Nuevamente Manuel Rojas encontró cómo ganarse la vida: adaptando obras literarias para Televicentro, la actual Televisa. Dos libros reseñan su estancia en este país: Diario de México (1963) y Pasé por México un día (1964).

En 1962, Rojas hizo una analogía con sabor a presagio: comparó a Julianne con el río Columbia y a sí mismo con una masa de hielo que detuvo su cauce por miles de años. Escribió: “¿Será Julianne el río, seré yo el ventisquero que un día desaparecerá dejándola libre?”

En 1964 viajaron a Chile, para quedarse. La pareja permaneció unida ocho años. Cuando ella regresó a Seattle, él le comentó a una amiga cercana: “¿Qué más puede pedir un hombre que ocho años de dicha?” De su vida junto a Manuel Rojas, Julianne Clark dio testimonio en su libro Y nunca te he olvidar.

Anarquista ... y censurado

En los inicios de su formación intelectual, Manuel Rojas estuvo en contacto con integrantes del movimiento anarquista de la época. La influencia recibida fue evidente en muchos de sus artículos, entrevistas y notas publicadas en los periódicos chilenos Las Últimas Noticias y El Clarín pero, sobre todo, en su última novela: La oscura vida radiante.

En 1968, cuando le preguntaron si era anarquista, respondió: “Tuve una juventud difícil; fui aprendiz de esto y estotro; estuve preso varias veces (me acusaron en cierta ocasión de haberle echado ácido a unas puertas); leí muchos libros anarquistas. Siempre he sido un tipo disconforme.”

La crítica social incluida en su obra, su apoyo a la Revolución cubana, su amistad con Salvador Allende, motivaron que sus libros fueran prohibidos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet. No se enteró de ello: murió el 11 de marzo de 1973, seis meses antes que su amigo el presidente. Cuarenta y seis años antes, en Tonada del transeúnte, había anunciado: “Después, cuando mi muerte se pare ante mi senda, con mis sedas más blancas levantaré una tienda y, a su sombra, desnudo, me tenderé a dormir.”

Como señala Juan Pablo Guerrero en su semblanza: Manuel Rojas bien pudo haber sido un ciudadano del mundo, pero escogió ser un escritor chileno.