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Baldíos, estacionamientos e inmuebles vacíos, sitios preferidos por organizadores: autoridades

Venta de alcohol y drogas, el negocio de fiestas clandestinas

Los asistentes son habitualmente jóvenes que pagan de cinco a 10 pesos por entrar

Adentro pagan más de 50 pesos por una caguama

En algunos casos llevan solventes para hacer monas

 
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de julio de 2012, p. 34

Las concentraciones de 600 hasta mil jóvenes en fiestas clandestinas en la mayoría de las delegaciones es práctica común. Los adolescentes se reúnen en busca de fiesta, música y baile. Cosas a su alcance si no fuera porque la mayoría busca también alcohol, solventes y otras drogas, que vuelven clandestinos los espacios donde los organizadores hacen un negocio con esta demanda.

Los lugares favoritos para realizar esas fiestas son terrenos baldíos, estacionamientos, casas vacías y negocios con giros distintos a los permitidos para vender alcohol, coincidieron autoridades de distintas delegaciones. Muchas veces, afirmaron, para que no sean descubiertas se hacen pasar por fiestas de 15 años, bodas, celebraciones de cumpleaños u otros motivos.

A los jóvenes les cobran de cinco a 10 pesos la entrada, costo muy menor porque el negocio es adentro. Una cerveza de cuarto vale 25 pesos y una caguama, arriba de 50, explica Erick Reyes, encargado del despacho delegacional de Álvaro Obregón, donde, dice, al principio el problema eran los llamados perreos, fiestas donde el baile se da en un contexto sexual y donde los chavos tienen relaciones con dos o tres personas en cada fiesta.

En esta delegación, señala, se tienen detectadas 13 colonias donde más se dan estas fiestas, principalmente en Santa Rosa Xochiac, La Era y Santa Fe, aunque con el programa Cero, Cero prácticamente se ha abatido su realización, aseguró el funcionario.

En Azcapotzalco, las autoridades incluso tienen un calendario rojo en el que se marcan aniversarios de los grupos de escuelas que generan ese tipo de reuniones, explica Daniel Mercado, coordinador de Seguridad Pública de la delegación.

La mayor parte de los asistentes son menores de edad que de otra forma no podrían tener acceso al alcohol. Les hacen falta espacios para divertirse, pero cuando los ponemos a su disposición y ven que no hay venta de alcohol, no hay fiesta, explica.

Nosotros detectamos las concentraciones de jóvenes en estaciones del Metro como El Rosario y Refinería o por medio de patrullajes, y entonces nos avocamos a disuadir a los organizadores, ya que se tipifica como corrupción de menores que se les cobre y ofrezca alcohol.

Mercado refiere que los jóvenes llevan solventes en botellas de agua o frascos de perfume y aparte entran con rollos de papel para hacer monas.

Por su parte, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) hizo un llamado a las autoridades para que las revisiones se hagan con el cuidado de no victimizar a los jóvenes, que no tienen que ver con la organización de esos eventos.

El ombudsman capitalino, Luis González Placencia, informó que ese organismo emitirá una recomendación por los dispositivos policiacos que con ese fin se realizaron el año pasado y en los que fueron detenidos y consignados jóvenes que sólo eran asistentes a esas reuniones.