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Ver día anteriorViernes 27 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Angelina Muñiz-Huberman: rompeolas la mar que no cesa
E

l mar engendra un pensamiento de amor arde tiembla como ola que rompe ante la sensación oceánica que produce la revelación. En este andar del pensamiento hay una cierta aproximación a la incertidumbre, al origen, a lo interior, hacia la profanidad. Los ojos de mi parte escritora no preguntan, mas buscan ver, el ver de la mirada del otro: Angelina Muñiz-Huberman luego el perderse marino implica una búsqueda, en pos de un hallazgo cuyo secreto únicamente ella pareciera conocer. Búsqueda del misterio del otro como la de Ulises y Penélope, la locura del otro, de la ola desconocida, que por ello nos subyuga. Por eso… me subyuga la poesía única de Angelina Muñiz-Huberman (Rompeolas, Fondo de Cultura Económica,FCE), escritora excelsa que me coloca en el delirio que transcribo.

Espacio vida anterior al nacimiento extranjera vuelta sirena, ojos grandes y rodeados de un sombrío cerco de pestañas negras, en cuyo fondo brilla el punto de luz de su ardiente pupila en una noche oscura. Reina labios de pecado que se encienden y parecen rojo fuego recortados en la tez madera pálida. Transparente radiografía de la mente atrapada por la tristeza. Anuncio de un vago despertar del deseo insatisfecho, promotor de un espacio de sólo dos. Orgía de huellas que empujan un nuevo espacio que corre por venas hirvientes como olas del mar, sin nacer, sin origen, sin morir, azotándose contra los peñascos, entre espumas que turban y generan alucinaciones teñidas de luz enceguecedora coloreada por rayos de sol de mediodía, que oscilan al compás de cuerpos quebrándose en olas de sangre que brotan por la herida abierta de la ternura.

Fuego sagrado en peces, cuchillos encarnación que perdura de las que salen olas que se lanzan por el torrente del pecho, despiertan otras que riman en el fondo de la memoria marina el nudo de arterias profundas. Revoloteo de puntas en la entrada de las entrañas. Vuelo de conchas de colores recortados, amarillas y anaranjadas, que son una sola sobre el pecho, lanzándose a vagar por el espacio del mar, adheridas sin saberlo a los brazos remos que jugados al unísono en oleaje mayor son pieza fundamental, del ir y venir, vértigo alrededor de los círculos en el aire para ir y regresar, cantando cantares marinos, meciéndose en el viento, agrietados por el nuberío del cielo en que se pierde la línea que la separa del mar, al quiebre del ritmo que brilla en la sombra de la noche y parpadea, calor incandescente, con sabor a sal marinera, en la noche aluzada.

Origen sin origen del diálogo delirante que eterniza la ilusión de un instante en la callada soledad del romper de las olas que excitan la melancólica. Memoria bajo la espuma velada con mágico manto misterioso. Tierna lumbre, rica como ninguna, danza fugaz que vuela al compás de los ecos presurosos que llaman a la mano acariciadora sobre la piel, gira y gira, bajo el mantoncillo leve que tiende los brazos como puntas para jugarlas al unísono en el acaricie lento, vibra de tonalidad exacta, melodía sin estridencias, aguda, modulada, sensible, que proviene de la capa interior de la mar que es la del delirio, sutil y lleno de rojo-amarillo-mandarina. Sueño que sirve lo mismo a la libertad que a la muerte, bajo la marea que acaricia despacio, seguido, lento.

Cuerpo ola fantaseada que sigue la otra ola de día y de noche, sangre abrazada a la cintura quemante, como hierro candente que incita fantástica chispa, y oscila al compás del movimiento de la ola que rompe y se va y es sólo deseo insatisfecho, como todos los deseos. Estados mentales idealizados de exaltación en goce delicioso de sensaciones, como ráfagas huracanadas o caballos desbocados entre árboles, rocas y plantas en el fondo del mar que pasan como exhalación para concentrarnos, los cuerpos.

Encuentro de límites inencontrables; besarte sin besar, acariciarte sin tocar, amoldándose a la intimidad estricta deseante como si fuera una misma forma mental. Muslos insinuados en un juego de curvas, que anuncian una belleza que mañana será complejidad que pueda volverse poesía, puerta del cielo, para abrir el abanico morado rosado, perdido en los campos de terciopelo del arcoiris, trenzada en múltiples lazos naranja y amarillo.

Poesía prologada por don Adolfo Castañón espléndido escritor, erudito y alma del FCE, en un trabajo que es otro texto en que rastrea las entrañas de Angelina Muñiz-Huberman y que es tema de otro artículo.