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Ver día anteriorLunes 30 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Adoptar una coladera?
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egún la publicidad oficial, la mitad de las inundaciones que sufre la ciudad de México se deben a la basura que tiran en la calle y otros sitios inadecuados, lo que termina por obstruir el sistema de captación de agua de lluvia. Para evitar que esto suceda las autoridades locales invitan a la ciudadanía a que adopte una coladera. En paralelo informaron que en junio la generación de basura aumentó en la capital en 500 toneladas. Se investiga si se debe a que las poblaciones conurbadas están mandando sus desechos al Distrito Federal o a que la población citadina los produce ahora en mayor cantidad. En cualquier caso es un problema que debe atenderse prioritariamente, pues se suponía que estaba funcionando la coordinación entre las instancias oficiales de la zona metropolitana en la materia. Y que la tendencia era reducir la producción de basura gracias a prácticas sustentables de empaquetado y comercialización, así como a los programas de separación, reutilización y reciclaje.

Las fallas del sistema de recolección también contribuyen a que las coladeras se tapen. Esto es visible aún en las zonas donde el camión recolector pasa a diario. Aunque está prohibido, muchas personas dejan su basura en bolsas del supermercado sobre camellones o aceras porque trabajan y donde viven no existen los contenedores para colocarla clasificada, como es lo ideal. Tampoco los hay, o son insuficientes, en unidades habitacionales, mercados establecidos, tianguis, comercios, expendios de comida rápida, entre otros sitios generadores de desechos. Faltan en lugares estratégicos de cada colonia. Todo lo anterior demuestra que los programas de separación de basura no funcionan aún adecuadamente.

En tanto, se desconoce la estrategia global metropolitana para depositar en forma segura los desechos de hogares, industria y comercio en la Cuenca de México, problema que se acrecienta en la época de lluvias, especialmente en la zona conurbada. Igualmente es un problema el aumento de temperatura en el territorio nacional.

Durante la reciente reunión regional de expertos sobre el cambio climático, patrocinada por Naciones Unidas, se dieron a conocer nuevos estudios que muestran los efectos que dicho cambio tendrá, y tiene, en nuestro país.

El titular de la Comisión Nacional del Agua, José Luis Luege Tamargo, dijo que si continúa la sobrexplotación del agua del subsuelo, la tala de bosques y selvas y no se reduce la emisión de gases de efecto invernadero, la temperatura promedio en México se incrementará un grado en la próxima década y hasta más de cuatro en 70 años. Advirtió sobre una sequía continua y excepcional en el norte y noroeste que contrastará con inundaciones en el sureste del país. Sin faltar ciclones más frecuentes e intensos. Un panorama nada alentador.

A unos cuantos meses de dejar su cargo (que combinó muy a gusto con su proselitismo político en busca de un cargo de elección popular que no obtuvo), Luege Tamargo señaló la necesidad de ordenar los usos del suelo y el crecimiento urbano en el país. Precisamente asuntos prioritarios que, al igual que en el caso del cambio climático, el gobierno del licenciado Calderón prometió atacar y resolver con la participación de las instancias gubernamentales, los legisladores, la iniciativa privada y la población.

Y, como en cada temporada vacacional, datos oficiales muestran la mala calidad del agua marina en los sitios que frecuentan miles de turistas. Mediciones recientes señalan elevados índices de contaminación en playas de Acapulco, Puerto Vallarta, Zihuatanejo, Bahía de Banderas y Veracruz-Boca del Río, por ejemplo. En buena parte por la descarga de aguas negras al litoral.

Las autoridades de esas ciudades todavía no se bañan en el mar para demostrar que los visitantes están a salvo, entre otras cosas, de enfermedades gastrointestinales e infecciones respiratorias. Culpan de lo que ocurre (como un mayor nivel de enterococos) a las lluvias que arrastran la basura urbana hasta las playas. Aunque de éstas se monitorean cada vez más para medir su calidad y riesgo sanitario, sigue fallando o no existe la infraestructura para tratar las aguas negras de tal forma que no sean un peligro para la salud pública y el ambiente.