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Ver día anteriorMartes 31 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Surrealismos en el Munal
R

eservé este espacio para comentar la que tal vez sea la pieza princeps escultórica. En esta misma sección Mesa surrealista quedó ilustrada con la fotografía de Cristina Rodríguez.

La hechura en yeso es de 1933, época en la que Alberto Giacometti comulgaba plenamente con los surrealistas. El vaciado en bronce, como sucede con otras obras del genial escultor y pintor suizo, fue realizado por su hermano Diego, un año menor que Alberto y famoso diseñador por derecho propio 20 años después. La obra pertenece a las colecciones del Centro Pompidou.

Me detengo en ella, por su valía y porque da lugar a comentar, muy de paso, los modos de hacer y la idiosincrasia de su autor, estudiado por centenares de especialistas. Nunca estaba satisfecho con lo que hacía y a la vez jamás dejó de trabajar en su arte, ya fuera en el dibujo, la pintura o los volúmenes, a los que casi hizo desaparecer en masa y dimensión durante un periodo prolongado de su trayectoria.

Contra lo que pudiera creerse al observar las alargadísimas figuras de pies grandes, con las que preferentemente suele identificársele, Alberto tendía a trabajar casi siempre con modelo, dejó asentado que no quería hacerlo de otro modo, aunque no buscara la representación mimética.

Entre sus amistades de esa época, que fueron muchas aunque él tenía una marcada disposición a permanecer aislado, estaba JeanPaul Sartre, quien pensaba que Alberto expresaba en dibujos o en volumen sus angustias existenciales. A Sartre le parecía evidente que su evolución conllevaba una capacidad muy peculiar de expresar motivos síquicos con propósitos estéticos.

James Lord, el biógrafo que lo trató exhaustivamente, al igual que sus hermanos Diego y Bruno, alude a la concordancia a la cual quería llegar, como hombre y como artista, y a la moción de sinceridad respecto de lo que trabajaba con sus manos, en materia de volúmenes casi siempre modelando, acción que desempeñaba después de haber realizado un sinfín de dibujos. Una parte importante de éstos se conserva, pero centenares de otros fueron destruidos, e igual suerte corrieron las esculturas que no llegaban a satisfacerle.

La vinculación de Alberto Giacometti con el surrealismo duró cuatro años y medio. Asistió a los encuentros, participó en muestras colectivas y publicó sus pensamientos en la revista re-titulada El surrealismo al servicio de la revolución. Dejó asentado que “en ese periodo (1930-1934) existía claramente una atmósfera surrealista que lo influyó (…) Quise que mis esculturas fueran significantes para otras gentes. Experimentaba esa necesidad y al mismo tiempo sabía que podía no lograrla”.

La escultura Mesa surrealista tiene varios ángulos visuales. Si se la ve de frente desde determinado enfoque, puede creerse que tiene sólo tres patas, cada una distinta de la otra. Girando el enfoque se percibe la cuarta pata, pero como mejor se la ve es de espaldas; esa pata pertenece al busto de mujer velada, que tal vez corresponda a una persona en particular (es cosa que no se sabe a ciencia cierta, pero el autor fue prolífico retratista). El polígono irregular alude al que aparece en el grabado Melancolía 1, de Alberto Durero y puede guardar relación con un memento mori dedicado a su padre, Giovanni, quien murió el año anterior (1933). La mano cercenada parece corresponder también a un recuerdo vivido si relacionamos este elemento con otra escultura titulada Mano tomada por los dedos, que sugiere la inminencia de posible amputación. En aquella obra (no exhibida), la mano es de madera y tiene los dedos extendidos, igual que el bronce exhibido. Pudiera conjeturarse que en la ideación de ambas versiones hubo un peligro inminente y que en Mesa surrealista el hecho se perpetró.Se exhibió ese año, 1934, en la Galería Renou et Colle.

En mayo de 1933 apareció el último número de El surrealismo al servicio de la revolución, para el que Giacometti contribuyó ampliamente. A eso siguió un periodo de dudas creativas que se le manifestaron en la idea de que en su imperfecto equilibrio pervivía un elemento de aproximación que le resultaba intolerable, de modo que empezaba una y otra vez a trabajar, invirtiendo interminables horas. Entre las piezas que produjo entonces y que no destruyó está Manos sosteniendo el vacío.

Su desvinculación del surrealismo tuvo lugar en diciembre de 1934 y según se ha investigado, se debió a que Alberto manifestó que necesitaba una modelo apropiada para realizar una determinada cabeza y eso fue considerado antisurrealista y degradante. Como Alberto no se doblegaba ante Breton ni ante sus colegas abandonó intempestivamente la reunión de tipo juicio en la que se discutía ese tópico excomulgatorio. No dio lugar a discusiones. Se retiró, sin que las consecuencias le importaran, aunque no abandonó totalmente las mociones surreales.