jornada


letraese

Número 193
Jueves 2 de Agosto
de 2012



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



Elton John*

En primera persona

Comenzaré con una historia. Es la historia de un hombre joven que vivió de lleno su sexualidad, un joven que se metió en el alcohol y en las drogas, que tomó riesgos con el sexo desprotegido y que estuvo muy expuesto a contraer el VIH. Este joven tocó verdaderamente fondo. Su vida era un desastre, era autodestructivo, estaba enojado. Estaba casi fuera de todo control. A decir verdad, bien podía haber muerto, y casi murió. Pero luego sucedió algo realmente asombroso. La gente le mostró compasión y amor, le mostró respeto y comprensión. La gente le tendió la mano y la oportunidad de mejorar. Y él pudo darle la vuelta a todo y mejoró. Hoy tiene una vida mejor, un compañero amoroso y un hijo hermoso. Y durante veintidós años ha venido recobrando la sobriedad. Ahora está de pie aquí frente a todos ustedes. A decir verdad, no debería estar aquí el día de hoy, debería estar muerto, seis pies bajo tierra en un ataúd.

Debí haber contraído el VIH en los ochenta y morir en los noventa, exactamente como Freddy Mercury o como Rock Hudson, justo como tantos otros amigos y amantes de ustedes y míos. Cada día me pregunto cómo pude sobrevivir. Ignoro la respuesta y siempre la ignoraré, pero sé por qué estoy aquí. Estoy aquí para ofrecerles a ustedes y a todos los que quieran escuchar, el mensaje que salvó mi vida. El mensaje que puede salvar millones de vidas si tan sólo se pone en práctica. No importa quién seas o a quién ames, no importa donde vivas o cómo vivas, no importa lo que hayas o no hayas hecho, todo mundo merece compasión. Todo mundo merece dignidad. Todos, todos, todos merecen amor.

¿Por qué digo todo esto? Porque la enfermedad del sida es causada por un virus, pero no así la epidemia del sida. A la epidemia del sida la alimenta el estigma, el odio y la desinformación, la ignorancia y la indiferencia. Se habla mucho hoy del final próximo del sida, y eso está bien. Podemos acabar con el sida gracias a todos ustedes. Ustedes lo han hecho posible con su investigación y con su lucha. Gracias a ustedes tenemos tratamientos que preservan la vida y tenemos prevención. Pero eso no es suficiente. No basta con derrotar para siempre a esta enfermedad. Ustedes y yo lo sabemos. Necesitamos algo más que medicina o dinero, necesitamos amor. Y si esa palabra los hace sentir incómodos o intranquilos, si la asocian con la disnea, elijamos entonces otra, compasión, amabilidad, comprensión, empatía, llámenlo como quieran, pero la idea es la misma. Necesitamos más humanidad, más amor si vamos a acabar con el sida. Acabo de asistir a la inauguración de las Mantas, Memorial del Sida, y ahí vi mucho amor por los fallecidos. Lo que hoy necesitamos es más amor por los vivos.

La gente cínica dirá: ¿cómo puede un sentimiento vencer al sida? Esa pregunta es fácil de contestar, sobre todo a la gente en esta sala que ha consagrado su vida a combatir el sida. Han pasado tres décadas desde el inicio de la epidemia y hemos visto cómo reaccionan los seres humanos ante quienes se vuelven seropositivos. Hay gente que mira a los enfermos y buscan motivos para culparlos. ¿Tiene ella VIH/sida? Debe ser culpa suya, es una drogadicta o una prostituta. ¿Tiene él sida? Es porque es gay, porque es pobre. Debe merecerlo esta gente, viven vidas inmorales. Merecen estar enfermos y morir porque no se cuidaron. Y luego hay gente que mira a los enfermos y encuentra razones para amarlos: ¿Estás enfermo? Algún día también yo lo estaré. ¿Tienes problemas? Yo también. ¿Te estás muriendo? El día llegará en que también yo estaré moribundo. ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Cómo puedo amarte? Luego de 31 años y 30 millones de desaparecidos, ustedes y yo hemos visto estas dos reacciones. Hemos visto odio en Uganda, estigma en Ucrania, indiferencia en Estados Unidos, hemos visto a gays señalados, discriminados e incluso asesinados, hemos visto a gente con VIH a quienes sus familias han aislado, y a quienes sus comunidades ha estigmatizado, hemos visto a huérfanos del sida abandonados en las calles, niños acosados y violados.

Me enferma todo este miedo, toda esta ignorancia, y este odio. Pero también hemos visto amor, ¿no es cierto?, hemos visto a monjes ayudando a drogadictos en Tailandia, hemos visto a trabajadores sociales ayudando a seropositivos en las cárceles, a corporaciones enteras anteponiendo las vidas a las ganancias, a monjas católicas y sacerdotes ayudando a mujeres con VIH en la India, y algún otro Jesús mostrándole a ellos su amor y su sonrisa a pesar de lo que el Vaticano pueda decir. Hemos visto a George W. Bush y a políticos conservadores asignar decenas de billones de dólares para salvar las vidas de africanos con VIH. Piensen en todo el amor, y piensen en dónde estaríamos ahora sin él. En ningún lado. Gracias a toda esta compasión y amor hay más de 8 millones de personas bajo tratamiento. Gracias a la gente que decidió preocuparse y actuar podemos ver en el horizonte un final para esta epidemia. No es un espejismo, es algo real. Es muy real. Pero se necesitará mucha más compasión para llegar hasta ahí.

¿Y cómo exactamente logrará la compasión hacernos llegar ahí?, preguntarán algunos. Permítanme decirles ¿Quieren acabar con las infecciones nuevas entre los usuarios de drogas inyectables? Pues bien, no lo lograrán encerrándolos y dejándolos morir en el aislamiento, o por la misma adicción o por el sida. Eso sólo contribuye a diseminar la enfermedad y el sufrimiento. Necesitamos darle a esta gente apoyo, agujas limpias y tratamiento. En lugar de juzgarlos, ayudémoslos. En lugar de despreciarlos, necesitamos amarlos ¿Quiénes disminuir las infecciones entre los HSH en África? No lo lograrán apedreando a gays y haciendo leyes contra los homosexuales. ¡Por el amor de Dios, estamos en el siglo XXI! Muestren compasión por la gente como lo hace el Presidente Joyce Banda en Malawi. Si muestran ustedes compasión, ya no se arrinconará a nadie en las tinieblas. Si muestran compasión, nadie tendrá miedo para buscar tratamiento. ¿Quieren frenar la epidemia en Sudáfrica? Muestren compasión enseñando a quienes viven con VIH a sentirse orgullosos por conocer su condición. Eso es lo que el gobierno de Sudáfrica comienza a hacer y le está funcionando. Necesitamos abrazar a los seropositivos y celebrar las acciones de cambio individual, felicitar a la gente que acepta hacerse la prueba. Esa es la compasión que ayudará a que la gente se haga la prueba y busque tratamiento. ¿Quieren acabar con la epidemia en Estados Unidos? Muestren compasión para quienes no tienen dinero y están en lista de espera para recibir tratamiento. Muestren compasión por los seropositivos en Washington D.C., la mayoría de los cuales son pobres y negros y olvidados, aun cuando viven en la capital de la nación más rica y poderosa del planeta. Estados Unidos ha mostrado tanto amor por las personas con VIH que viven en los países en desarrollo, que si deseara acabar con las infecciones nuevas en su propio país lo lograrían en el tiempo de un latido de corazón. Lo único que se requiere es más fondos y más comprensión. Lo único que se requiere es diálogo y el poder de las palabras para cambiar las acciones. Todo lo que se requiere es la compasión que mis amigos Elizabeth Glazer, Elizabeth Taylor, Larry Kramer y Ryan White nos han enseñado desde hace décadas.

Tal vez piensen ustedes que soy ingenuo o que he perdido el juicio, pero aquí estoy, diciéndole a un auditorio de 7 mil expertos globales que podemos frenar esta epidemia con amor. Sé que necesitamos más que eso, requerimos fondos para los programas de prevención, necesitamos expandir los programas de tratamiento, necesitamos que prosiga la investigación y la búsqueda de una vacuna. Todos en esta conferencia soñamos con un tratamiento universal, una prevención y una vacuna. Soñamos con eso cada día y Dios bendiga a todos los que trabajan para hacer de esto una realidad. Pero aún si nuestros sueños se vuelven realidad, y si tenemos tratamiento y una vacuna, eso no bastará. Una vacuna no acabará con el estigma en Europa oriental, con la homofobia en Uganda, con las violaciones en Sudáfrica, no ayudará tampoco a la gente pobre que no puede acceder a ella en Asia, tampoco cambiará las leyes que en Estados Unidos criminalizan a quienes padecen el VIH. La ciencia puede frenar la enfermedad, pero la ciencia por sí sola no puede acabar con la plaga. Sí ahora tenemos pruebas caseras, baratas y eficaces, para detectar el VIH, pero no podemos convencer a la gente que se haga la prueba si sienten que a nadie le importa su suerte. ¿Por qué habrían de molestarse si la sociedad les dice que sus vidas no cuentan? Sí, ahora tenemos medicamentos milagrosos que incrementan la prevención, pero no podemos poner bajo tratamiento a quienes viven con VIH si tienen miedo a revelar su condición debido al estigma o la homofobia.

Sí, espero y rezo porque descubramos una vacuna, pero cómo habríamos de ofrecerla cuando los gobiernos ignoran a sus ciudadanos más marginados. Por eso es importante la compasión, por eso es el amor la cura. Mucha gente en la tierra se siente avergonzada por ser lo que es. Así me sentí yo cuando era un drogadicto. Por ser seropositivos, por su pobreza y por su sexualidad se sienten marginados y desplazados. Están avergonzados porque sienten que hicieron algo mal por haber vivido como vivieron sus vidas, o por la enfermedad que tienen, o por amar a quien aman. Se sienten subhumanos, sin valor, como si no importaran en absoluto. La vergüenza y el estigma los disuadieron de buscar ayuda o tratamiento, o de protegerse a sí mismos en un primer momento. Yo sentí esa vergüenza antes, y casi me mató. Y está matando a mucha gente en este instante en todo el mundo. Tenemos que detenerla. Tenemos que remplazar la vergüenza con amor, tenemos remplazar el estigma con la compasión. Nadie debería quedar rezagado. Así acabaremos con la plaga.

En 1995 saqué una canción, Believe. En un verso canté: “Creo en el amor, es todo lo que tenemos. El amor no conoce barreras, no tiene fronteras que atravesar. El amor es sencillo. El odio se reproduce, es el hijo de la enfermedad”. Creo firmemente que el amor es la fuerza más poderosa en el mundo. Lo sé por experiencia propia. Durante los días más oscuros en la recuperación de mi adicción, descubrí una compasión increíble de parte de gente a la que ni siquiera conocía, gente cuyo nombre ni siquiera conocí, enfermeras en las clínicas donde me recuperaba y seguía el tratamiento, otros pacientes que no me conocieron como estrella de rock sino sólo como uno más de los adictos a la droga. Todos los que me rodeaban fueron amables, todos mostraron compasión y perdón. Su amor cambió y salvó mi vida. El regalo de amor de la comunidad que cree en ti y te apoya es el regalo más valioso que alguien pueda recibir. No cuesta absolutamente nada, pero es lo más precioso en esta tierra. Todos lo merecen y no es mucha gente la que lo recibe, nunca la suficiente. Pero ustedes y yo podemos hacer algo, tenemos que hacerlo. Y cuando lo hagamos, les aseguro que al fin despertaremos de esta pesadilla de 31 años hacia un nuevo día.

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* Discurso pronunciado por Elton John en la XIX Conferencia Mundial de Sida,
en Washington D.C., 23 de julio 2012.


S U B I R