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Desclasifican en Chile documentos de la policía secreta de Pinochet

La Dina lideró una red de espionaje que incluía desde el Vaticano hasta la FBI
 
Periódico La Jornada
Viernes 3 de agosto de 2012, p. 26

Santiago, 2 de agosto. La policía secreta del fallecido general Augusto Pinochet lideró una red de espionaje dentro y fuera de Chile que cruzó caminos con el Vaticano, la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), dictaduras latinoamericanas y la prensa mundial, según revelan miles de archivos secretos y hasta ahora inéditos a los que tuvo acceso Dpa.

Estos documentos, por décadas catalogados como reservados, confirman que los cuerpos represivos chilenos, la Dirección Nacional de Inteligencia (Dina), primero, y la Central Nacional de Informaciones (CNI) después, mantenían correspondencia casi diaria con ministros y otras autoridades para coordinar operaciones en todo el mundo.

El coronel Manuel Contreras, quien como director de la Dina planeó atentados en Estados Unidos, Argentina e Italia, tenía potestad incluso para investigar a los empleados del Estado, como revela la Circular Reservada 35 F-151, de 1975.

En 1976 los poderes de la Dina son ampliados y detallados. Podrá investigar a todos los funcionarios y será la única responsable de instalar los teléfonos presidenciales en la administración pública.

La policía secreta, responsable de miles de desaparecidos, ejecutados y torturados según informes oficiales, pasa a tener además un archivo con las fichas de todos los detenidos y perseguidos, cuya información envía a cuanto ministerio la solicite.

La Dina, cuyo director está hoy preso cumpliendo un centenar de condenas, tenía poder incluso para dar órdenes a ministros, como revela el Plan de Operaciones Epsilon.

La iniciativa es diseñada en junio de 1975 por Contreras, ante la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a la que acuden cientos de denunciantes de la oposición.

El coronel Contreras, quien siempre se ufanó de desayunar a diario con Pinochet, repartió en ese plan tareas a todo tipo de autoridades, a quienes advirtió que ante cualquier duda debían contactarlo directamente por teléfono.

También son propuestas campañas de ataques a la situación de los derechos humanos en Portugal, la ex Unión Soviética, Cuba y Vietnam, y la disputa de un partido de futbol entre Chile y Brasil, como distracción.

Las coordinaciones entre la policía secreta y los ministros siguieron incluso tras de la disolución en 1978 de la Dina, después de que estalló una crisis con Estados Unidos por el atentado explosivo en Washington contra el ex canciller socialista Orlando Letelier.

La CNI, órgano que remplaza a la Dina, impulsa desde ese año operaciones en Bolivia, Argentina y Brasil, por medio de las embajadas chilenas que remiten informes periódicos sobre la actividad de los exiliados, los medios de comunicación y organismos humanitarios.

Los archivos secretos revelan además el esfuerzo continuo de la dictadura (1973-1990) por desacreditar a sus opositores y ganar aliados, operación en la que también aparece involucrado el hoy diputado de Renovación Nacional Alberto Cardemil, correligionario del presidente Sebastián Piñera.

También hay preocupación por la labor de artistas como el escritor Ariel Dorfman y los equipos de inteligencia remiten a autoridades de gobierno detalles de los debates en centros de estudio, lo que llaman activismo intelectual.

Los textos desnudan además los diálogos con el Vaticano para neutralizar a los sectores de la Iglesia que criticaban las violaciones a los derechos humanos, liderados por el cardenal Raúl Silva Henríquez.

Piezas clave en este entramado son además los Informes de Apreciación Sociológica que la armada preparó para la junta militar en los últimos años del régimen.