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1968-2012: #YoSoy132
A

pesar de la represión, en los diez años posteriores al movimiento de 1968 se generaron al menos dos tipos de movilizaciones. Un activismo que contribuyó a expandir una amplia ola de movilizaciones obreras, campesinas y urbano-populares a lo largo de los años 70 y 80. Su mayor consecuencia fue generar una nueva organicidad social que enfrentó la estructura verticalista de las centrales oficiales, con una construcción basada en redes sociales, en dirigencias colegiadas y en mecanismos directos de toma de decisiones.

La otra consecuencia inspirada por el 68 fue una también vasta movilización de ideas. De hecho los 70 dieron origen a una cantidad enorme de estudios, libros, crónicas, novelas y poemas; de autores de muy diversas visiones ideológicas y políticas, pero articulados alrededor de un tema toral: la desmitificación de la ideología de la Revolución Mexicana.

En el México de 2012 con una democracia precaria, pero sin un régimen autoritario, el movimiento #YoSoy132 seguramente tendrá consecuencias similares: ampliando las movilizaciones ciudadanas y sociales con la presencia de activistas estudiantiles, así como reanimando el debate de ideas ahora centrado en las limitaciones de la transición democrática y en cómo avanzar hacia un régimen de democracia consolidada.

La diferencia central con 1968 es que este movimiento estudiantil va a trascender la coyuntura que le dio origen, pero posiblemente seguirá siendo un movimiento basado en las universidades. Como lo señalan en su manifiesto del 27 de julio: #YoSoy132 es un movimiento estudiantil y social, político, apartidista, pacífico, autónomo, antineoliberal, independiente de los partidos, candidatos y organizaciones que responden a un programa electoral;[ ..] que ha trascendido la coyuntura electoral y seguirá organizándose y luchando para transformar profundamente a México[.. ]. Además, al enarbolar la demanda de una educación laica, gratuita, científica, pluricultural, democrática, humanista, popular, crítica, reflexiva, de alto nivel académico garantizada por el Estado en todos los niveles como obligación constitucional tendrá una plataforma concreta para ligar democratización con lucha en contra de la desigualdad, el eje central de la agenda futura del país.

Al definir que “#YoSoy132 es […] un movimiento democrático donde la toma de decisiones emana de sus asambleas locales y generales” y al debatir en su reciente asamblea interuniversitaria sobre la necesidad de descentralizar el movimiento y fortalecer la asambleas locales y las expresiones regionales; estaría también sentando las bases de una nueva organicidad que sin duda impactaría al conjunto de movimientos y organizaciones de la sociedad. Su base universitaria –como ha sido el caso en Chile y en Quebec– y el énfasis en perfeccionar la representatividad estudiantil le permitiría jugar un poderoso papel en las transformaciones democráticas del país.

Pero su primera demanda, justamente la que le dio origen: Democratización y transformación de los medios de comunicación, va al centro de la articulación actual de los poderes, como en 1968 lo era la institución presidencial.

En síntesis, la propuesta programática de seis puntos sumada a una estructura orgánica nacional y descentralizada le permitiría a #YoSoy132 desempeñarse como un crucial catalizador social.

No puedo dejar pasar un breve homenaje al gran Gore Vidal. En su obra Washington DC sobre las elites políticas de la posguerra, el senador Burden, posible aspirante presidencial en 1940, evocando sus reticencias ante la compra de votos –así se ganan las elecciones, le dicen sus asesores–, recuerda una anécdota contada por la señora Roosevelt. Le dice a su esposo que está horrorizada porque en su condado originario se habían comprado votos para él. El presidente le contesta: No te preocupes querida, los republicanos también lo hacen.