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65º Festival de Locarno
Siete cineastas mexicanos en su particular competencia
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El director Léos Carax fue galardonado con un Leopardo de Oro por su trayectoria en el 65 Festival Internacional de Cine de Locarno. El galardón le fue entregado por la cantante Kylie MinogueFoto Reuters
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orcano, Suiza, 4 de agosto. Hoy iniciaron las presentaciones de los proyectos a competir en la sección Carte Blanche que, como hemos señalado en días anteriores, está pensada para facilitar la posproducción a siete proyectos mexicanos en diferentes etapas de terminación. En la mañana los interesados tuvieron una sesión de entrenamiento de eso que se conoce como pitching con la experta Sybille Kurz, quien les enseñó a productores y directores cómo ser convincentes de la manera más sintética. Después de un lunch informal, cada cineasta y/o su productor hablaron de su película en una sala cinematográfica, delante de un grupo selecto de profesionales de la industria y mostraron un promedio de 10 minutos de pietaje.

Al terminar la sesión de dos horas, se hizo una proyección de Mai Morire, de Enrique Rivero, quien obtuvo el Leopardo de Oro de este mismo festival hace cuatro años con su debut Parque vía. De aquí al lunes se proyectarán los otros seis trabajos con la posibilidad de ganarse un premio en efectivo de 10 mil francos suizos. Desde luego, no haré la crítica de ninguna de ellas, pues no son obras terminadas.

Por estar asistiendo a las actividades relacionadas con la Carte Blanche, uno no ha cubierto en su totalidad la sección de la competencia internacional. Pero lo que se ha visto, sumado a las referencias de los colegas confiables, hacen pensar que no ha dado, hasta ahora, un título en especial fuerte. De hecho, la más comentada parece ser Los mejores temas, del mexicano Nicolás Pereda, cuyos cambios de registro han intrigado a varios. Sí, se concluye que es muy pretenciosa en su afán experimental, pero permanece en la mente del espectador.

En cambio, tendría que hacer un gran esfuerzo de memoria para recordar Une estonniene à Paris (Una estonia en París), gentil comedia agridulce sobre lo que resultan ser dos estonias las que viajan a la capital francesa. Una (Jeanne Moreau), es una vieja dama indigna con el deseo de que su joven amante de hace varios años le siga haciendo caso; éste, en realidad, contrata a una estonia más joven, Anne (Laine Mägi) para que se haga cargo de la anciana. ¿Hay alguien que dude que eso, tras un inicial rechazo, se vaya a convertir en una historia de sentimental amistad?

Moreau aprovecha su veteranía para desempeñar con gracia su papel de cascarrabias. El afecto que el director Ilmar Raag le muestra al personaje se explica en que es un asunto autobiográfico y es, en esencia, el retrato de su propia madre. Pero el homenaje edípico no da para mucho.

Recursos de Francia, Bélgica y Luxemburgo se invirtieron para producir la comedia Mobile Home, opera prima del belga François Pirot. Se pudieron ahorrar todo ese dinero. Es una especie de sangrona respuesta europea, con años de retraso, al tipo de humor adolescente ejercido por cosas como Dude, Where’s My Car?, sobre un par de amigos idiotas, tan huevoncitos que siguen viviendo con sus papás, que desean lanzarse a la carretera a hacerse la vida. La abortada road movie nunca arranca, la comedia tampoco. Si algo no necesita el mundo es seguir a Ashton Kutcher y Seann William Scott como modelos conductuales.

Poco puede decirse de Jack and Diane, de Bradley Rust Grey, y Compliance, de Craig Zobel, excepto que confirman todos los prejuicios que uno se ha formado sobre el cine independiente gringo. Quizá ese tipo de fracaso artístico se trague en Sundance, pero no son productos de exportación.

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