Opinión
Ver día anteriorJueves 9 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mara o de la noche sin sueño
A

reserva de contar con el espacio propio que inaugurará próximamente en la colonia Obrera, el colectivo Carretera 45 ha sido acogido en calidad de residente en El Milagro, de tal manera que las dos compañías independientes se vuelven a unir fraternalmente como antes lo hicieron en el montaje de Los asesinos de David Olguín. La Residencia en el Milagro del grupo lleva ya algunas semanas, con obras ya antes vistas, pero yo quisiera destacar la casi emblemática Mara o de la noche sin sueño, de la que apenas escribí unas líneas tras verla en una Muestra Nacional por lo que ahora lo hago con mayor amplitud, y el par de estrenos de este grupo al que ya no se puede mencionar como juarense, a los que me referiré posteriormente. Como se sabe, Carretera 45 es el nuevo nombre del grupo que antes se llamaba Al Borde Teatro, creado hace muchos años en Ciudad Juárez por Óscar Trías y al que, ya en la capital y tras muchas vicisitudes, intentaron renovar Antonio Zúñiga al frente del nuevo grupo y Rodolfo Guerrero, quien conserva la buena relación pero ya no pertenece a él; el nuevo nombre alude a la larga carretera federal que une a la capital con Ciudad Juárez en recuerdo de su origen. Mara o de la noche sin sueño, escrita por Antonio Zúñiga y dirigida por Rodolfo Guerrero cabalga entre ambas compañías y es un ejemplo acabado de esa transición.

Parece ser que el autor se basa en hechos ocurridos entre miembros de las pandillas salvadoreñas de la llamada Mara Salvatrucha en Estados Unidos. La adolescente Brenda Paz se enamora de un líder de la Mara, Dennis Rivera, quien la arrastra a la vida de las bandas criminales, a la traición amorosa al ligarse con un líder rival, Joaquín Díaz mientras su primer amante está preso –traición que se justifica por la actitud de Dennis cuando ella lo visita en la cárcel para plantearle que está embarazada–, y a la traición total cuando se vuelve confidente de la FBI –tras resistirse lo más que puede ante las ofertas de pensión y ayudas del gobierno– todo lo cual la lleva a caer en una trampa y a su despiadada muerte. Con estos elementos y algunos personajes añadidos el dramaturgo traza una historia nunca lineal, con frecuentes retrocesos y cambios de tiempo y lugar que la hacen mayormente interesante. El lenguaje empleado es una estilización del que usan los maras entreverado por citas de películas estadunidenses, sobre todo las de Tarantino que parecen ser el ideal de los pandilleros, y algunas acotaciones tremendas como la que hace la robusta policía: Yo soy la ley, el juez y el verdugo que habla de su poder sobre los otros.

En escenografía del también iluminador Jesús Hernández consistente en una mesa y cuatro sillas, además de otros accesorios enmarcados por un muro oscuro, que darán diferentes lugares, Rodolfo Guerrero dirige a sus excelentes actores: Yolanda Abbud, Guadalupe Vega, Gilberto Barraza, Sandra Rosales, Omar Mendoza, Saidh Torres, Christian Cortés, Fernando Briones y Javier Sixtos, todos con vestuario de Sergio Ruiz y luciendo grandes tatuajes, lo que incluye a la mujer policía. Al empezar vemos a una bella rubia atada con una cadena a una silla, cadena que será tomada por la policía para mostrar su poderío aun sobre sus subalternos en el momento en que Brenda se niega a denunciar a su amante de entre los hombres alineados en filas no siempre de frente al público, primer acierto del director. Cada cambio de escena es dada por briosos juegos como el frontón que contrastan con momentos muy bellos como el inicio de la relación amorosa de Brenda y Dennis, dado con la cubeta que trajo Brenda convertida en un río o lago por una luz cenital al que los enamorados lanzan piedras, para después volver a la violencia propia de los maras en diferentes escenas, aunque nunca veremos sangre, ni siquiera durante la muerte de Brenda producida por varias cuchilladas, a la que el director alude con elegancia al desenrollar un gran plástico en la sórdida habitación de hotel, a que acudió ignorando que era una trampa tendida por sus traicionados que la envuelven en él y la arrastran de manera brutal e inmisericorde. Importante en el montaje, la banda sonora diseñada por Gustavo Linares y el director.