Opinión
Ver día anteriorSábado 11 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Apuntes postsoviéticos

Enemistad crónica

I

ngushes y chechenos, orgullosos pueblos montañeses del Cáucaso del Norte, como componentes de la Federación Rusa, formaron parte de una sola formación estatal dentro de la Unión Soviética, aunque por decreto y no por voluntad propia.

La amistad impuesta es efímera, por lo que, disuelta la Unión Soviética y consumada la independencia de sus repúblicas federadas, Ingushetia y Chechenia se separaron y, 20 años después, coexisten dentro del territorio de Rusia como vecinos sin haber delimitado todavía sus fronteras.

Los ingushes se diferencian de los chechenos en que nunca han combatido a los rusos, calificación que mantiene su vigencia desde el siglo XIX y se atribuye al general zarista Aleksei Yermolov, quien se hizo famoso por comandar al ejército ruso que conquistó de modo despiadado el Cáucaso del Norte.

Al mismo tiempo, tienen en común muchos problemas, como desempleo masivo de sus jóvenes, economías que sobreviven de los generosos subsidios rusos, mafias incrustadas en los órganos de poder que lucran con los flujos financieros desde Moscú y auge de las tendencias islamitas radicales y separatistas, entre otros.

Afrontan esto último con métodos diferentes –la negociación los ingushes, la fuerza los chechenos–, lo que sitúa en los extremos a los líderes de Ingushetia y de Chechenia.

En ocasiones se pasa de la animadversión a incursiones armadas en territorio disputado, que en cualquier momento podrían derivar en un enfrentamiento mayor. Sucedió hace poco, cuando militares chechenos ingresaron en suelo ingush para eliminar a unos supuestos terroristas islamitas.

La justificación para tamaña osadía es que los gobernantes ingushes no saben combatir el extremismo, a lo cual respondieron éstos que los chechenos violaron su frontera sólo para recoger unos cadáveres, muertos los combatientes tras una explosión fortuita.

El líder ingush Yunus-Bek Evkurov dijo que hacía caso omiso a las ofensas del gobernante checheno, Ramzan Kadyrov, sólo porque tiene más años que él y ambas repúblicas musulmanas están en el mes sagrado del Ramadán.

Las autoridades rusas no mediaron en la controversia. Lo hizo, de manera indirecta echando más leña al fuego, el gobernador de Krasnodar –la región rusa más grande de la región–, Aleksandr Tkachov, quien pidió a los grupos paramilitares de cosacos expulsar de su territorio a los norcaucásicos.

Sochi, en Krasnodar, es sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014 y los chechenos, ingushes y otros norcaucásicos con su excesiva presencia pueden estropear la fiesta deportiva, afirmó el gobernador.

Cuando aún no sabe cómo resolver la enemistad crónica de ingushes y chechenos, el Kremlin adquiere otro foco de tensión por la torpeza de sus subordinados.