Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de agosto de 2012 Num: 912

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos poetas

Actualidad poética centroamericana:
el legado de Darío

Xabier F. Coronado

Escribir todas las tardes
Marcela Salas Cassani entrevista con Rodolfo Naró

Antonioni: la dialéctica
de los sentimientos

Andrés Vela

Manuel Gamio y la antropología del siglo XXI
Eduardo Matos Moctezuma

Manuel Gamio: el amor
de un mexicano

Ángeles González Gamio

Permanencia de Paul Klee
Antoni Tàpies

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Escribir todas las tardes

entrevista con Rodolfo Naró

Marcela Salas Cassani

Poeta y escritor, Rodolfo Naró nació en Tequila, Jalisco, en 1967 y estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Guadalajara. Ha publicado varios libros de poesía: Los días inútiles (1996), Amor convenido (1999), Del rojo al púrpura (2000), El principio (2004), El antiguo olvido (2005), Año de gracia (2006), Alburemas (2006) y Árbol de la vida (2007). Tras ser finalista del Premio Planeta Argentina 2006, Naró publicó su primera novela,
El orden infinito (2007), narración en la que recorre un siglo de la historia mexicana. El primer tiraje de su publicación más reciente, Cállate niña (2011), se encuentra agotado, y la obra está por reimprimirse.

Foto: tribunadelabahia.com

–¿Qué encontrará el lector en las líneas de Cállate niña?

–Cállate niña es un libro de mujeres para mujeres. Es una novela donde el personaje principal, una bailarina, cuenta su propia historia, como platicando con una amiga, pero con un diálogo fuerte y rotundo. En este libro busco lanzar un reto a las mujeres: atrévete a vivir, a ser tú, pues muchas veces la mujer es sólo vista como la hija de, la esposa de. Busqué liberar al personaje de eso, hacerlo dialogar con las lectoras. En toda la novela está escondido el nombre de la bailarina. El personaje principal es una mujer que podría ser cualquiera. Una segunda intención al escribir esta novela fue exponer la violencia que ha sufrido la mujer a lo largo de la historia. Una de las agresiones que se me hace más grave es la negación del propio cuerpo, esa idea que se inculca sobre que el cuerpo es motivo de pecado. Te dicen que no te toques, que no te masturbes, que la regla es sucia. Por esa razón decidí que la protagonista fuera una mujer y bailarina clásica, pues es un oficio donde se trabaja con el cuerpo, donde éste es la principal herramienta. Una bailarina está muy acostumbrada a que la miren, la admiren, la toquen y esto rompe con el machismo occidental y con la idea de la autoexploración negada que tiene la mujer de su propio cuerpo. Quise hacer un personaje muy humano, con contrastes. Ella comienza siendo muy débil. Es manipulada por los hombres con los que se relaciona, pero al final saca fuerza y logra enfrentarse al mundo y a la vida que le ha tocado. Creo que son esos contrastes los que hacen a un personaje más humano, de carne y hueso.

–¿Qué ideas desarrollas en Cállate niña?

–Una de las principales premisas de esta novela es que el amor y la guerra son la misma cosa. Por naturaleza los seres humanos somos guerreros, y el amor es un sentimiento infantil que nunca llega a madurar. Así como el niño pequeño siempre quiere más, el enamorado exige siempre más atención, más tiempo del otro. Si uno se deja y cede en todo, el otro le va ganando la voluntad hasta que, de cierto modo, puedes dejar de ser tú mismo. Por eso es que en el amor se libra todos los días una batalla. Hay que estar en guardia para seguir siendo uno cuando estás relacionándote con otro. Hay que saber encontrar el equilibrio para no dejar de ser tú, ser sabio para poder profundizar sin perderte.

–¿Alguna novela te sirvió de inspiración para escribir esta obra?

–Más que inspiración, algunas novelas me sirvieron de guía para dar con el tono de voz del personaje. Hay influencias de El amante, de Marguerite Duras; Las edades de Lulú, de Almudena Grandes; Diablo guardián, de Xavier Velasco y varias novelas de Annie Ernaux.

–¿Primero poeta o escritor? ¿Cómo fue tu acercamiento a esta forma de vivir y de ver el mundo?

–Primero poeta y después narrador. Mi primer encontronazo con la poesía fue en la adolescencia, con los poetas clásicos. Empecé a escribir a los quince años, pero entonces no sabía que lo hacía. Fue hasta los diecinueve cuando me hice consciente de que estaba escribiendo poemas. A mi vida la narración llegó tardíamente. Fue después de los treinta y tantos años, y fue un paso natural. Sin darme cuenta fui cambiando mi lectura, de libros de poesía a libros de novela. Cambié mi manera de pensar el mundo, en una forma más extensa y no tan compacta como puede llegar a ser la poesía. Entonces tenía sólo cinco o seis años de edad, pero recuerdo bien el primer libro que leí. Trataba sobre las aventuras de un espadachín. Después, un problema en la columna me acercó más a la literatura. Obligado a quedarme postrado en cama e inmóvil por temporadas, mi madre me entretenía leyéndome historias de amor, biografías. Así fue como empecé a disfrutar la lectura.

–¿Qué significa la literatura en tu vida?

–Trato de ver la literatura como un oficio al cual hay que dedicarle tiempo y voluntad. La idea de la personalidad bohemia del escritor me parece sólo una pose, aunque a veces sí sucede. Por eso hay que saber controlar los demonios que uno tiene y no que los demonios lo controlen a uno. Trabajo metódicamente. Cada tarde escribo en mi casa, en mi estudio, más o menos cuatro horas. Siempre en la tarde. Es cuando tengo más serenidad. Lo hago sin ningún ritual, sin ninguna manía, simplemente me siento a escribir. Nunca bajo la guardia. Aunque no esté escribiendo, digamos, con lápiz y papel, estoy escribiendo en la memoria. Como si hubiera una voz interior que me repite palabras, versos, imágenes. Siempre estoy escribiendo algún libro en la cabeza. No puedo dejar de escribir. Es mi manera de entender el mundo, de comunicarme.

–Después de dos novelas, ¿aún habita en ti el poeta?

–Sigo escribiendo poesía. Tengo un libro ya listo en el que he trabajado los últimos seis años. También mis narraciones –tanto El orden infinito como Cállate niña– tienen mucho de poesía. Mientras escribo una novela me sigue abordando el poeta que soy, no puedo evitar las imágenes poéticas.

–¿Algún poema imprescindible?

Piedra de sol, de Octavio Paz; Las causas, de Jorge Luis Borges y un verso capital de Juan Gelman: “Se pasa de inocente a culpable/ en un segundo.” Pienso que podría hacerse todo un ensayo en torno a esas dos líneas.