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Salón Palacio

El bar El 9 y su mítica historia contracultural

H

ay que morir cada noche para renacer al día siguiente, fue la consigna que durante 10 años (1979-1989) cumplió literalmente el empresario y promotor cultural Henry Donnadieu, fundador del legendario bar El 9, escenario de lo más representativo de la contracultura mexicana. Ahí debutaron bandas de músicos en ese tiempo desconocidas, como Las Insólitas Imágenes de Aurora, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Santa Sabina y Rockdrigo González. También, cada martes se celebraron las más bizarras y provocadoras actividades contraculturales animadas por Mongo y Rogelio Villarreal, editores de dos publicaciones emblemáticas del underground ochentero, La regla rota y La pusmoderna, entre otras. Así lo recuerda el creador de esta aventura que quedará registrada en un libro de próxima aparición, resultado de una larga conversación con el periodista Guillermo Osorno.

La alucinante historia de Henry Donnadieu

Antes de que se publique el mencionado libro, que muy posiblemente llevará por título la leyenda de Hay que morir cada noche..., conversamos con Henry en alguno de tantos cafecitos de la colonia Roma. La historia en México de este restaurantero y doctor en ciencias políticas data de 1976, cuando llegó procedente de Nueva Caledonia, territorio francés de donde salió huyendo por motivos políticos. Recuerda que en 1970 se había enamorado de nuestro país y también de un mexicano (confiesa con una carcajada, sin ningún problema para evidenciar su preferencia homosexual). A los pocos días de su llegada y como resultado de una borrachera, decide, con un grupo de amigos, entre ellos Óscar Calatayud, Guillermo Caña, Cacho Ramírez y Miguel Fernández, abrir uno de los primeros bares gay en este país. En un principio fue un club privado para la clase pudiente, pero fue tanto su éxito que a los seis meses inauguraron una sucursal en Acapulco, que también se convirtió en el lugar de moda. Sin embargo, de un día para otro se los clausuraron, precisamente el 11 de enero de 1979, cuando llegó el Papa a México. Donnadieu no se amedrenta facilmente y siguió al frente de El 9 de la calle de Londres 156, en la Zona Rosa. Por estas fechas comenzó a priorizar un enfoque cultural para fundar la compañía teatral Kisch, en la que debutan actores como Tito Vasconcelos. También, por conducto del diseñador y artista visual Mongo, conoció al editor Rogelio Villarreal, con quienes comienza a realizar actividades culturales todos los martes. Asimismo, los miércoles se llevaban a cabo cocteles y se entregaban los 9 de oro a personajes de la cultura y el espectáculo; entre muchos otros se dieron a Carlos Monsiváis y Nacha Guevara. También los domingos se hacían tardeadas y se ofrecían cocteles con ron Babalú, recuerda con sonrisa nostálgica. Así ocurrió a lo largo de una década.

El 9, la frustrada experiencia del Metal y el nuevo Amour

Pese al éxito de El 9, un lugar que significó un motor de apertura de la sociedad mexicana, dice Henry, un buen día se cansó del vertiginoso ritmo de trabajo que representaba ese recinto y decidió cerrarlo el 6 de diciembre de 1989. El 9 se ha convertido ya en una leyenda de la contracultura mexicana y para Henry fue la manera de confirmar su tesis doctoral que consistió en un proyecto de una casa de cultura en la ciudad de Grenoble, en Francia. Su conclusión es que para que la gente llegue a la cultura hay que darle diversión. Pero el impulso de Donnadieu por emprender nuevos proyectos no quedó ahí, pues desde mediados de los años 80 estuvo planeando la construcción de una ambiciosa discoteca Metal, de tres pisos y una pantalla gigante para proyeccciones. Se invirtieron entre 6 y 7 millones de dólares y se había programado que la inaugurara el pintor Andy Warhol (amigo personal de Henry); sin embargo, el artista murió poco antes de la apertura, el 14 de septiembre de 1989. Aquella noche fue memorable, las bandas invitadas fueron Maldita Vecindad y Café Tacvba. La fatalidad se hizo presente una vez más, y sin explicación u oficio se clausuró a cuatro días de su apertura. Pasaron cuatro años antes de que se rentara de nuevo, ahora convertido en table dance de dudosa reputación. Henry conservó durante varios años su restaurante El Olivo y actualmente tiene otro pequeño en Acapulco, El Olvido. Hace tan sólo cuatro meses abrió un muy concurrido bar llamado Amour, en la calle de Orizaba. Hasta aquí este resumen de una apasionante historia.