Una lucha de las mujeres
“la nueva generación luchó por la comarca”: mayra silvera

Soloy, Comarca Ngäbe-Buglé,
Panamá, agosto.


foto: Colombe Chappey. Mayra Silvera en su casa,
con un conejo pintado en el regazo

Mayra Silvera fue una de tantas figuras que con su voz y su presencia conmocionaron a Panamá la primavera pasada. Vestida con la airosa y colorida vestimenta de las ngäbe, habla en el patio de su casa rodeada de sus familiares y sus animales domésticos. En una porqueriza cercana, una gran hembra está a punto de parir “hoy mismo” dice Mayra y la manosea con cariño. La resistencia de su pueblo es protagonizada mayormente por jóvenes, junto con las familias, los promotores de la coordinadora ngäbe-buglé, las autoridades locales. Probaron la unidad, y la encontraron buena.

El pueblo ngäbe (como insisten ahora en escribirlo, pues el usual ngobe les da un nombre que no tienen), “estaba abandonado, pero nuestros ancestros lucharon por estos recursos”, recuerda Mayra. “Ahora, la nueva generación luchó por la comarca. Por generaciones hemos vivido de nuestros recursos, de la tierra y los cultivos. Somos productores”. Ello, en un país donde todo está en venta o cambiando de manos constantemente, y es mal visto producir. Excepto, claro, las agroindustrias bananeras donde los ngäbe sirven de masiva fuerza de trabajo barata, y por décadas sin derechos de ningún tipo. Mas aún asi los indígenas han encontrado rumbo, creando nuevas cooperativas exportadoras (independientes, orgánicas) en Bocas del Toro, en fincas adquiridas a Chiquita Banana (sí, los pueblos originarios le compran al conquistador su propio territorio). Sus demandas laborales y su movilización en Changuinola dieron pie en 2010 a la primera huelga nacional desde la invasión estadunidense en 1989.

Habla de las divisiones que promueve el gobierno. Rodeada de niños y niñas en un solar, dice: “Nos quiere engañar con sus grupitos que se dejan llevar por el dinero y no piensan en los más chicos. Pero mucha gente se ha concienzado, el pueblo en su conjunto sabe que las minas, las hidroeléctricas y el turismo no traen desarrollo. El pueblo fue aprendiendo. El gobierno siempre tapó nuestras luchas en el pasado, pero ahí estaban”.

“El presidente Martinelli cerró los oídos, ciego, nos reprimió este año, el hermano Jerónimo fue asesinado por la policía. Muchos se solidarizaron entonces, y nos fuimos a Panamá a lograr la Ley 11. Somos el único pueblo que le hace frente al gobierno. En Panamá hay un sinnúmero de problemas, nosotros ya reaccionamos. No que no queramos desarrollo, pero no ése”

Recuerda que desde el año pasado, al iniciar sus movilizaciones la Coordinadora para la Defensa de los Recursos Naturales y por los Derechos del Pueblo Ngäbe-Buglé, “nos mantuvimos en equipo, comunicadas las regiones”. Añade: “Soy representante. Cuando salió el pelotón me tocó ir al frente. Poco han visto en Panamá a mujeres como somos aquí. Yo manejaba un pelotón de dos mil personas. El febrero de 2011 la represión fue contra mi base, fueron nuestros los heridos. Nos mantuvimos de frente hasta que presentamos nuestro proyecto en la Asamblea Nacional un año después. La Coordinadora llamó y acudió el pueblo. No había un líder. Teníamos nuestros voceros, la compañera Silvia Carrera, elegida cacica, y otros”.

“El presidente Martinelli cerró los oídos, ciego, nos reprimió este año, el hermano Jerónimo fue asesinado por la policía. Muchos se solidarizaron entonces, y nos fuimos a Panamá a lograr la Ley 11. Han querido acusarnos de ser un grupito. Somos el único pueblo que le hace frente al gobierno. En Panamá hay un sinnúmero de problemas, nosotros ya reaccionamos. No que no queramos desarrollo, pero no ése”. Mayra marchó este año a la capital con su pelotón y se dio a notar. Su presencia segura, su juventud, su claridad.

Después de la represión, dice, “quedé afectada de la vista, otros compañeros están ciegos o tienen perdigones en el cuerpo, y el gobierno no se responsablizó de los heridos”. Mayra estudiaba la licenciatura en recursos naturales en la ciudad de David, pero no pudo seguir, debió regresar para ayudar a su familia en la producción de arroz, maíz, frijol, pollo. “He perdido en la lucha una vaca, un puerco, los robaron gente que quiere dañar la imagen de todo. Muchos perdieron ganado estando fuera en las movilizaciones”.

Se define “madre abandonada, soltera”, con un hijo de 11 años. “Me dedico a trabajar con mi pueblo. Siempre voy a estar de frente en toda la lucha. No necesito 500 ni mil dólares del gobierno. Si no salimos, el gobierno se nos hubiera trepado”.

Refiere un caso menos conocido de resistencia a una mina de oro y una hidroeléctrica en este territorio, cuyas exploraciones en Cerro Chorcha, Guaribiara, provocaron tragedias apenas en 2009, cuando el río Fonseca experimentó una crecida brutal y arrastró una colonia aquí cerca. Poco antes, las poblaciones de la montaña habían escuchado grandes explosiones. Tras la inundación el agua quedó “envenenada”. Murió gente, otros enfermaron de la piel, los ojos, el estómago. Por supuesto la versión oficial fue que la crecida se debió “a las lluvias” y no investigó, pero la minera canadiense se esfumó. “Sabían lo que hicieron”.

Aquí aparece en el relato de Mayra una figura clave en su actividad política: su madre, artesana de la organización de mujeres Medo, verdadera artista de la chaquira, “una persona de lucha, ella nos inculcó la idea”. Ante versiones de que algo ocurría en la serranía, los ngäbe de esta zona ubicada lejos del proyecto de Cerro Colorado, pero ya concientes, “organizaron una caminata al Cerro Chorcha”, animados por la madre de Mayra. Allí encontraron la evidencia de una explosión en las laderas, cerca del río, y un campamento abandonado que debió ser construido “trayendo todo por aire”. Dormitorios, bodegas, y sobre todo grandes cantidades de cianuro, Polly Drill y otros reactivos químicos de fabricación canadiense.

Mayra muestra un álbum fotográfico donde, cubiertas en celofán, se guardan decenas de imágenes, algunas épicas (ver la portada de este número) de aquella excursión de los indígenas. Revelan la presencia de centenares de envases y tambos procedentes de Calgary, Canadá. Algunos indígenas sostienen pepitas de oro. Luego documentarían que la concesión había estado a nombre de cinco firmas distintas, como Geo Tec, y finalmente Cupron Resources, las que efectuaron exploraciones a escondidas y se instalaron dentro de la Comarca sin avisar, no digamos consultar, a sus dueños.

Así que cuando la Coordinadora llamó a luchar contra la mina Cerro Colorado en la región de Nidrini, la gente de por acá no dudó en acudir. Sabían de qué se trataba. Y si algo más han aprendido es que la contaminación y los daños provocados por la extracción minera alcanzan muy lejos. “Aquí tenemos los ríos más importantes y limpios de Panamá, y salen a los dos océanos”, interviene por último un compañero de Mayra, también de la Coordinadora: “Antes, las luchas eran individuales, separadas, ahora todas van a ser de todos”.

Hermann Bellinghausen