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Prometen instrumentar un nuevo modelo a prueba de balazos

Admiten encuestadores errores e incluso actitudes soberbias
 
Periódico La Jornada
Lunes 10 de septiembre de 2012, p. 13

El gremio de las casas encuestadoras electorales se dividió después de las elecciones presidenciales. Ellos mismos se clasifican en dos: los más atinados y los desatinados en los números del primero de julio; adicionalmente, algunos directivos reconocen que hubo errores  metodológicos, incluso de soberbia, no de manipulación, pero todavía hay quienes niegan cualquier tipo de falla.

Las empresas encuestadoras medimos mal las preferencias electorales y tenemos una parte de culpabilidad. Por eso tenemos que dar la cara, no meterla como el avestruz y explicar en qué nos equivocamos, admite Gabriela de la Riva, presidenta de la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercados y Opinión Pública (AMAI), la principal agrupación de empresas de este tipo.

Promete para la siguiente elección contar con un nuevo modelo a prueba de balazos que sustituya a sus viejos instrumentos –como los llama– para estudiar al votante mexicano, muy volátil en sus decisiones, sobre todo el llamado “priísta light”.

El interés por limpiar la imagen del sector surge de que se desplomó la credibilidad de las casas encuestadoras: 56 por ciento cree que sus estudios fueron manipulados, según un sondeo de Mercaei y Marketing Group publicado por La Jornada el viernes pasado. La causa se encuentra en que algunas dieron amplia ventaja a Enrique Peña Nieto sobre Andrés Manuel López Obrador: 18 puntos, Gea-Isa, o 16 de Consulta Mitofsky (cuando esta diferencia fue de 6.7).

De hecho, Lauro Mercado, director de Mercaei –que junto con Demotecnia, empresa fundada por la fallecida María de las Heras, tuvo los resultados más cercanos a los reales– aconseja: Tenemos que hacer un análisis profundo de los que estuvieron dentro del margen de error y fuera para ver qué pistas sacamos y no repetir este fenómeno.

La postura de Luis Woldenberg Karakowsky, director de Nodo, es distinta. Se exaspera cuando se le pregunta sobre los errores del gremio y señala que no se trata de ser pitonisos ni de un tiro al blanco.

Lo cierto es que cuando los directivos de las casas encuestadoras platican sobre el tema, hacen divisiones tajantes entre sí. De un lado están quienes quedaron fuera del margen de error, como Gea-Isa, Mitofsky, Parametría o Buendía y Asociados, y del otro quienes presumen su cercanía al resultado, como Mercaei, Ana Cristina Covarrubias, Demotecnia e Ipsos-Bimsa.

En lo que sí hacen frente común es en reprobar lo ocurrido a Roy Campos, a quien le lanzaron huevos en Puebla, porque –en palabras de De la Riva– hay gente encargada de polarizar y alebrestar a la población. Pide escuchar los argumentos en un ambiente de civilidad.

–¿Fallaron o no?

La presidenta de AMAI responde que sí, pero no acepta la teoría del complot. Su explicación es la siguiente:

“Los mexicanos han cambiado y nosotros tenemos modelos viejos para estudiarlos. Por ejemplo, desde las elecciones pasadas vimos que el votante más volátil es el priísta que llamamos light; quien dice que va a votar por el PRI y al final no lo hace. A Mercaei se le fueron encima cuando dijo que había siete puntos de diferencia, pero ellos hicieron un modelaje y fueron de los más atinados.”

Lo mismo comenta de De las Heras, quien elaboró un modelo donde consideró mayor apoyo de los jóvenes hacia Andrés Manuel López Obrador.

¿Cómo van a limpiar su imagen?, se le pregunta: Con honestidad, dando la cara. Tenemos que revisar qué pasó y salir a contarlo con argumentos, añade De la Riva.

–¿Y si no lo hacen?

–Muchos apuestan a que se les va a olvidar a los mexicanos; no lo creo. Hay que dar la cara. México está muy jodido para que nosotros encima no tengamos la suficiente autocrítica, honestidad para investigar y aprender qué pasó.

Mercado respalda esta posición y descarta problemas de muestreo o de falta de fiscalización: “Estamos fiscalizados cañonamente. Lo del complot, honestamente no lo creo; lo que sí es que algunas encuestadoras quizá confirmaban sus datos mutuamente. Lo que no observaron ellos es que otras casas estábamos dando otros datos: Berumen, Covarruvias, Demotecnia, y a lo mejor hubieran dicho por qué están diferentes, vamos a analizar a ver si algo estamos haciendo mal”.

Añade: “En este punto creo que hubo algo de soberbia, de decir ‘yo estoy bien y no tengo que revisar nada’. Ya nos cayó el trancazo y si bien no se dio un gran error, porque dimos al ganador, la sobrestimación (de Peña Nieto) permitió que se diera un juego político”.

Woldenberg califica las opiniones sobre el trabajo de las encuestadoras de muy intestinales y señala que no se han entendido dos cuestiones: Primero, una encuesta representa el momento que está midiendo; más de 15 por ciento de la población define su voto en los últimos diez días, y segundo, en 20 o 25 por ciento de las encuestas que se transmitieron la gente no había emitido su opinión, es decir, estábamos midiendo parte de la población.

Hablar de márgenes de tolerancia en esas condiciones tiene ciertas limitantes, acota.

–¿De qué manera pueden limpiar su imagen? –se le plantea.

–Usted insiste en que nuestra imagen está sucia, yo insisto con la primera propuesta. Lo primero es dar información.

Cuando se le pregunta si la responsabilidad es de la opinión pública, porque no entiende a las encuestadoras, contesta: “Nadie está responsabilizando a nadie; usted está partiendo de la hipótesis de que el trabajo estuvo mal hecho, yo estoy explicando cómo se realizó… El problema es que muchas veces esto se está tomando como un certamen de puntería”.