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Penultimátum

Adicción y muerte en Londres

L

as noticias sobre los Juegos Olímpicos hizo olvidar momentáneamente a la prensa británica la muerte de Eva Kemeny, la esposa del multimillonario Hans Kristian Rausing, heredero del imperio Tetra Pak. El 9 de julio pasado la policía encontró el cuerpo de Eva en una habitación sellada con cinta aislante en su lujosa mansión londinense. Estaba en avanzado estado de descomposición, cubierto con sábanas y bolsas de basura y cientos de moscas. Había fallecido dos meses antes y su esposo vivió tres semanas con el cadáver. La autopsia reveló que había consumido mucha cocaína y eso la mató.

El cuerpo de la millonaria lo halló la policía al registrar la mansión en la que vivía la pareja después de detener a Hans por conducir bajo los efectos del alcohol. En el coche hallaron una gran cantidad de droga dura. Ahora no solamente lo acusan por ese delito, sino por impedir el entierro legal y decente de su mujer.

La pareja tuvo cuatro hijos y se conoció hace 25 años en un centro de rehabilitación de drogas en Estados Unidos. La familia de Eva es muy rica. Su padre, alto ejecutivo de la Pepsi, posee una isla. La fortuna de los Rausing (10 mil millones de dólares) la inició el abuelo, Ruben, inventor hace 60 años del envase de cartón tetra pak, hoy de uso cotidiano. El abuelo crea, el padre expande, el hijo dilapida, dice el refrán y se aplica al caso de Hans, quien ni ha ampliado ni diversificado el negocio. Tampoco dilapidado, pero es el dolor de cabeza de la familia por el consumo extremo de todo tipo de drogas: heroína, coca, opio.

Una adicción que adquirió en India y compartía con su esposa, su alma gemela. Hans y Eva siempre estuvieron vinculados a la droga. Disfrutándola. Intentando dejarla una y otra vez. Ayudando a otros a dejarla. Sólo ella los pudo separar.

De su adicción sabían los íntimos y quienes trabajaban con ellos en organizaciones como Mentor o Action on Addiction. Pero esa esclavitud se hizo pública hace cuatro años al descubrirse que Eva llevaba crack y heroína en el bolso un día que asistía a un acto en la embajada de Estados Unidos en Londres. En su casa encontraron mucha más. No fueron procesados porque se comprometieron a tomar un tratamiento de desintoxicación. Uno más en su vida.

Estamos de acuerdo en que las drogas son malas, le comentó a Eva el entonces director de Mentor, Eric Carlin. No, a mí me encantan las drogas. Ese es el problema, respondió ella.

Su círculo cercano calificó a la pareja de muy generosa, buenos padres, siempre dispuesta a ayudar sin publicidad a los grupos que luchan contra la drogadicción y el alcoholismo. Los dos últimos años vivieron encerrados en dos habitaciones de su mansión. Las convirtieron en antro de drogas, lleno de mugre. Nadie hubiera dicho que eran multimillonarios.