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Remigio Mestas dirige agrupación para reivindicar la creatividad en el arte textil

Confeccionar un huipil es como procrear un hijo, dice tejedor

Plasmar el espíritu en las piezas es muy importante, pues hay quienes sólo piensan en la remuneración, manifiesta a La Jornada

Algunas técnicas han caído en desuso por el tiempo de hechura y la falta de pago

Proyecta que inmigrantes mexicanos en EU vuelvan a ese oficio

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Remigio Mestas Revilla, con algunas piezas elaboradas con diferentes hilos y teñidos, durante la entrevista con La JornadaFoto Alondra Flores
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En su local de la capital de Oaxaca, decenas de baúles guardan tesoros surgidos de los tejedores de la agrupación que dirige Remigio Mestas Revilla, quien pugna por entablar un diálogo con comunidades de los estados dedicadas al arte textilFoto Alondra Flores
 
Periódico La Jornada
Martes 18 de septiembre de 2012, p. 4

Oaxaca, Oax. Hacer un huipil es como procrear un hijo, así piensa Remigio Mestas Revilla, oaxaqueño que durante 33 años se ha dedicado a recuperar, preservar y renovar el arte textil indígena. Pero, principalmente, dignificar el trabajo de los tejedores con la búsqueda de una mejor calidad y un precio justo.

Siempre las piezas están ideadas en un trabajo poseedor de un espíritu, conversa sentado en una pequeña silla de madera dentro de su tienda en el centro histórico de Oaxaca, donde lo rodean muros vestidos de finas prendas multicolores.

“Ese espíritu es muy importante. Hay quienes sólo piensan en la remuneración, pero hay la parte olvidada que es la de crear. La urdimbre y la trama son el universo.

La vara de arriba y la de abajo son el cielo y la tierra. Entonces, cuando se hace un textil no es sólo un trapo, sino que se crea un ser que tiene energía.

Decenas de baúles que guardan tesoros es lo que uno encuentra al entrar al local ubicado en el andador Macedonio Alcalá, Los baúles de Juana Cata, como anuncia la placa en la puerta del lugar.

Remigio, como todos lo conocen, se mueve de un lado a otro al abrir, buscar, sacar y mostrar las piezas de manufactura mixteca, triqui, chinanteca, mixe, zapoteca, huave, chatina, amusga, mazateca, cuicateca y tacuate.

Ahí resguarda desde blusitas para turistear de 300 pesos hasta finos huipiles y otras prendas indígenas de 30 mil pesos. Se descubren hilos de seda, algodón coyuchi, lana, ixtle y hasta hilos egipcios; colores nacidos de grana cochinilla, añil, coco, caracol de la Costa Chica, palo de zopilote; prendas, como rebozos, enredos, paños y trajes de tehuana o de novia realizados por los mejores maestros.

Remigio Mestas trabaja aproximadamente con 350 expertos hilanderos, tintoreros y tejedores de las ocho regiones del estado, que se han ido agrupando en los recientes 22 años.

Aunque no tengas idea del textil, vas a ver una calidad diferente. Es obvio, cuando tocas miras colores y cuando ves cierta distribución más complicada te das cuenta del abismo que hay entre materiales y tejido, explica el alusión a la diversidad que habita el lugar.

Aquí manejamos tres sentidos. El cuarto lo estamos experimentando. El de la vista, pues tiene que atraer. El del tacto, cuando tú acaricias la tela y dices es mi segunda piel; luego, el olfato, que debe oler neutro o un poco a jabón de olor. Y el sonido, al escuchar el algodón, por ejemplo.

Dinamismo de la cultura

Nacido hace 40 años en la comunidad zapotexa de Yalalag, desde los cinco años de edad Remigio Mestas ya recorría el mercado de la ciudad de Oaxaca, junto con su madre, para ofrecer los rebozos que ella hacía. Desde entonces, recuerda, “pedía mil pesos por sus piezas y ejemplifica la cantidad. Al final le pagaban 500 y ella dijo, ‘voy a hacer precios de lo que me piden’, así es como baja la calidad. Compran tela de fábrica y la bordan, o hacen tejidos más sencillos”.

La decadencia del textil se comenzó a ver notoriamente en los años 80 del siglo pasado, expone. Por eso, una década después comenzó su inquietud personal de dedicarse al textil por completo y tratar de buscar un cambio en el pago del trabajo mediante un grupo tejedores de agremiados.

Recién titulado en la licenciatura en contaduría, decidió que su vida sería para impulsar los entramados oaxaqueños.

Desde los siete años estoy involucrado con los maestros del arte popular de Oaxaca, con la abuela de crianza, quien me enseñó el libro de los maestros, pero práctico; ella vendía textiles, cerámica, cestería, orfebrería, toda la variedad de artesanías.

He visto cómo ha ido variando la calidad, el interés por la artesanía a lo largo de 33 años que llevo dentro del medio, comenta sobre la actividad que alimenta su vida. La cultura es dinámica. Los tejedores han adoptado los materiales de moda. Ha ido cambiando la calidad o han caído en desuso algunas técnicas por el tiempo de elaboración y la falta de pago.

A lo largo de este tiempo Remigio Mestas, quien ha realizado investigación documental, después de campo en las comunidades, analizando qué se teje y qué ha caído en desuso, cuenta que en una exposición en 1996, en el Centro Cultural Santo Domingo, descubrió un huipil de San Juan Cotozcon, en la región mixe. Al visitar la comunidad, vio que esa blusa indígena ya no se hacía. Ahora se teje de nuevo, después de que había desaparecido en los años 30 del siglo pasado.

Al principio de mi trabajo yo era muy ortodoxo, afirma, voltea y señala hacia uno de los rincones del muro para explicar que en la zona triqui su huipil es con urdimbre y trama blanca, con gusanos rojos y multicolor, justo como la pieza que cuelga, y quieres preservarla.

Jugar con los cambios, experimentar, ha hecho más versátil al textil, adoptar las mejores calidades y colores posibles fue lo que comenzó a realizar, que es uno de los aspectos que le han dado reconocimiento.

“Sabemos –prosigue Remigio– que hay una raíz muy fuerte, donde no podemos trastocar ni colores ni diseño, que sería en las comunidades. Al ser zapoteco de la sierra, me doy cuenta de nuestra identidad. Estoy muy claro de que cada uno de los pueblos indígenas tiene su identidad. Entonces, se trata de entrar a dialogar con estas comunidades.”

Gremio autónomo

Respecto del gremio que ha conformado, con orgullo, Remigio Mestas asegura que son autónomos y totalmente imparciales en cuanto a política o religión. Hay católicos, protestantes, cristianos; de la Coalición Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo (Cocei), panistas, priístas, de todo.

“Al final, la meta de todos nosotros es trabajar y resistir, existe nuestra cultura. Decir que existimos los zapotecos, existimos los mixtecos y vamos a mostrar este trabajo con orgullo a otras culturas.

El objetivo es también que se desarrollen los hijos de los tejedores. Yo le apuesto mucho a las nuevas generaciones.

Al pensar en ellas, que han crecido con el orgullo del trabajo que realizan sus padres, con el resultado de utilidades, dice Remigio Mestas, para algo me sirve ser contador, se construyó una casa en Oaxaca para albergar a los hijos de tejedores que han salido de sus comunidades y de esa manera continuar sus estudios de educación superior. Ahí no pagan nada por su estancia.

La nueva generación va a tener muy arraigada su cultura, a saber su identidad, cómo se teje en la comunidad. Después, ellos pueden hacer sus propias propuestas, es un ideal.

Y los planes continúan, manifiesta. Uno es un programa para dar asesorías a las comunidades de tejedores sobre cuestiones relativas a la salud, tras años dedicados a un trabajo laborioso, como es el cuidado de la vista o consultas con quiroprácticos, así como orientación para administrar las finanzas, invertir su dinero, aunque sea al comprar animalitos.

Remigio Mestas asevera que no le agrada Estados Unidos, donde varias veces lo calificaron de no apto para obtener una visa, hasta que fue invitado por el Banco Mundial para exponer su trabajo en arte textil.

Ahora, prácticamente se ve obligado a volver, pues en ese país se ubica otro proyecto que tiene en mente con la comunidad de migrantes mexicanos: invitarlos a volver a sus raíces y su orgullo a través de sus manos tejedoras.

Estos planes espera cristalizarlos el próximo año. Por el momento, la nueva tienda en la ciudad de México, en la calle de Isabel la Católica 30-7, Centro Histórico, ocupa la atención, donde no sólo se ofrecen tejidos oaxaqueños, sino que pretende ampliar el diálogo con comunidades indígenas de todo el país.

También aquí el colorido de los hilos invocará al espíritu, con “piezas que tienen mucho sentido, se ponen las montañas; Quetzalcóatl, la culebra que son las protecciones. Se ponen las flores o los niños triquis que son la fertilidad. Hay un sinnúmero de símbolos que se involucran.

Nosotros no tejemos al por mayor, hacemos piezas para que se sienta y se alimente el espíritu, dice Remigio, sentado en medio de sus baúles que resguardan tesoros.