Opinión
Ver día anteriorViernes 21 de septiembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Democracia, partidos y #YoSoy132
S

e ha vuelto casi una maldición el juicio de Maurice Duverger sobre los partidos políticos: tienden a ser oligárquicos. Si se requiriere de muestras, en México somos superavitarios: los partidos están dominados, sin excepción, por unos cuantos militantes, sus cúpulas.

Los partidos son la primera instancia de la representación política, pues de su seno salen los candidatos que ocuparán los cargos de elección popular. Todos se dicen democráticos, pero sus exigencias a los poderes públicos no las cumplen ellos mismos en sus prácticas internas: democracia, legalidad, transparencia, rendición de cuentas, defensa de los derechos humanos.

A lo largo de las diferentes reformas electorales se fueron convirtiendo, una vez asegurado un presupuesto establecido por ley –menor o mayor, según la votación captada–, en empresas de colocación laboral. Las elecciones devinieron negocios, sobre todo para sus principales dirigentes y candidatos, haciendo de los más exitosos en su propio enriquecimiento jefes inaccesibles y cada vez más despegados de sus bases.

Por ello los grandes problemas nacionales discurren al margen de los partidos políticos, cuya agenda es coyuntural y con frecuencia ligada a grupos de interés. Los movimientos sociales, señaladamente el #YoSoy132, lo han puesto en evidencia.

Invitado a intervenir en la apertura de la Asamblea General Interuniversitaria del #YoSoy132 en la ciudad de Saltillo, fui gratamente sorprendido por la capacidad organizativa, madurez política y lucidez de los estudiantes. Ante un acto de provocación en el formato ameba supieron, sin coartar el derecho a expresarse con absoluta libertad de quienes los criticaban, poner a los provocadores en su lugar. No procedían de una asamblea y no traían otra representación que la de una nubosa ciudadanía, pero intentaban que su tema cubriera la asamblea. Los universitarios traían la representación de sus compañeros: habían sido elegidos en asambleas semejantes en sus universidades y respondían a un mandato democrático.

La cultura de la asamblea, a la que hicieron referencia explícita y reiterada, permite un aprendizaje integral, la adquisición de conocimientos contrastados con el propio saber, la posibilidad de comunicarlos libremente y con claridad y convertir en convicciones pasadas por el tamiz del sentimiento aquellos en los cuales los asambleístas encuentran mayor identificación valoral. Esta cultura da lugar, en sus ejercicios de aprender, analizar, criticar, autocriticarse, proponer y reproponer a partir del reconocimiento de la razón en la cabeza y la voz del otro, el desarrollo de la sensibilidad en su flanco solidario, que es el de la praxis, fuente de la verdadera política.

En esa cultura no se forman los militantes de los actuales partidos. Si en ellos llega a haber discusión, las decisiones están tomadas de antemano y desde arriba y el criterio formado colectivamente en la asamblea es sustituido por órdenes, instrucciones, la línea: lo ajeno que se viste de lo propio mediante actos rituales y demagógicos. Así, el estudio y la adquisición de nuevos saberes resultan prescindibles.

Con ver los resolutivos de la Asamblea General Interuniversitaria del #Yo Soy132, uno advierte que los estudiantes no sólo se hallan en un rápido proceso de conocimiento de los grandes problemas nacionales, sino que su movimiento es el único que asume como propios los que sufren con mayor rigor diferentes sectores, comunidades y regiones. La conciencia y la acción resultantes son las que requiere con urgencia un país al que se le despoja de todo, incluso el saber.

No es gratuito que por ese enorme deseo de aprender y de compartir aquello que se aprende en un proceso democrático, los estudiantes hayan empezado a ser reprimidos en varios estados y por policías convertidos en porros al servicio de jefes de los que sólo reciben órdenes que ejecutan brutalmente.

Convertido en el gran cacique de Coahuila, el gobernador ordenó que les negaran a los estudiantes de la Interuniversitaria todo espacio posible para desarrollar su asamblea. Fue el obispo Raúl Vera quien ofreció posada en la diócesis a la reunión y al final de la jornada una homilía que los estudiantes y maestros escucharon conmovidos. En Nuevo León, tres estudiantes de la universidad pública, integrantes del #YoSoy132, fueron aprehendidos, esposados, desnudados, vejados, golpeados y atracados por policías de San Nicolás de los Garza: según esto, a llamado de algún funcionario de la UANL. A Denisse Márquez, junco radiante, le fracturaron un hombro. La directora de la Facultad de Filosofía y Letras, con gran valor civil, debió intervenir para que liberaran a los estudiantes presos.

El rectorado de la Universidad Autónoma de Nuevo León tendría que hacer valer el principio de universidad socialmente responsable, principio con el que se ha empeñado en definir a esta universidad su rector, Jesús Áncer Rodríguez, y lo que entraña su programa más difundido: Cambiar México con Participación Ciudadana, para que el impulso de renovación que encarna en la asamblea estudiantil fructifique por las vías pacíficas y legales a través de las cuales ha discurrido su movimiento hasta ahora.

Las universidades deben responder, antes que ninguna otra institución, al creciente dominio del pensamiento crítico y alternativo y de la cultura del diálogo y el debate que en nuestros pueblos alcanza niveles cada vez más altos de comprensión y acción, como ha dicho Pablo González Casanova.