DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   1 DE OCTUBRE DE 2012 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación

Efectos del cambio climático en las zonas costeras de México
Alfonso V. Botello, Joan Sánchez-Cabeza, Susana Villanueva F.

Tres opiniones del sector académico sobre el cambio climático


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Efectos del cambio climático en las zonas costeras de México

Alfonso V. Botello
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Joan Sánchez-Cabeza
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Susana Villanueva F.
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Fotos aéreas de Michael Calderwood, México, una visión de altura

No hay duda ya de que el tema del cambio climático ocupa un lugar importante dentro de los problemas que preocupan a la humanidad. Virtualmente todos los días, los medios de difusión tratan algún tema relacionado con él. Y además, parece no haber duda científica (aunque los negacionistas del fenómeno citado aún existen) de que el clima de la Tierra está cambiando. Lo ha hecho siempre. Por ejemplo, el planeta en que vivimos hoy unos 7 mil millones de personas, ha oscilado entre glaciaciones y deglaciaciones durante más de un millón de años. De forma regular cada cien mil años. Pero no podemos dejar de reconocer que esta vez es diferente.

Y es que ahora, mientras la Tierra debiera evolucionar hacia una nueva glaciación, se está calentando y los hielos se están derritiendo. Por las implicaciones que todo esto trae es por lo que el cambio climático es ya, sin lugar a duda, el principal problema ambiental de nuestro tiempo y el mayor desafío que enfrenta la humanidad en su conjunto.

Es un fenómeno que comprende múltiples interacciones de procesos naturales, sociales, políticos y económicos a escala global y cuyos impactos en los ecosistemas, las economías y las sociedades se ven y se verán agravados a mediano y largo plazo, tanto en el continente, los océanos y la zona costera.

La zona costera

A esta parte del planeta se le define como la transición entre los componentes marino y continental del planeta. Es ampliamente reconocida como uno de los más importantes elementos de la naturaleza, con una amplia diversidad de ambientes y recursos.

Una intensa interacción de ambientes caracteriza a las zonas costeras del mundo y el balance de estas interacciones origina ecosistemas con características ambientales únicas; regidos, a su vez, por procesos físicos, químicos y biológicos dinámicos.

Los procesos y los ambientes costeros están sujetos a cambios que varían ampliamente en la escala geográfica, el tiempo y su duración. Al combinarse, crean sistemas biológicamente muy productivos, pero también vulnerables a las presiones ambientales provenientes de las diversas actividades humanas.

La riqueza y diversidad de recursos que existen en las zonas costeras conllevan la correspondiente concentración de actividades y asentamientos humanos a lo largo de los litorales y estuarios en todo el mundo. Como resultado de lo anterior, se estima que cerca de la mitad de la población humana vive en, o cerca de las costas. Y aunque la densidad ocupacional varía ampliamente en las diferentes regiones, hay una tendencia general a moverse de las áreas continentales hacia las costas.


Los grandes hoteles de Cancún proyectan su sombra en el Caribe

A pesar de esta importancia, la zona costera es una de las más perturbadas del planeta. La contaminación, la eutrofización, la industrialización, los asentamientos humanos, el cambio de uso del suelo en el sector agrario para dar paso a poblados y ciudades, la producción agrícola, la sobrepesca, entre otros factores, impactan de manera continua la sustentabilidad de los ambientes costeros.

Así, el mayor reto que enfrenta la humanidad ahora es administrar correctamente el uso de la franja costera, de tal manera que las actuales, y mucho más futuras generaciones, puedan también disfrutar de sus recursos visuales, culturales, ambientales, energéticos y alimentarios.

El cambio climático

El consenso científico más importante de la historia de la humanidad, el Panel Internacional sobre el Cambio Climático (IPPC, por sus siglas en inglés), afirma claramente que las señales de un cambio climático reciente son inequívocas: sube la temperatura promedio mundial, desciende el volumen global de hielo y aumenta el nivel del mar. Y eso afecta todo el planeta, pero en especial algunos de sus ecosistemas más sensibles, como es el caso de las zonas costeras.

Una reciente evaluación de los efectos de la contaminación marina y costera desde fuentes terrestres muestra que estos ambientes están en constante degradación, y que en muchos sitios se ha agravado el problema. El IPCC proyectó hace 11 años un incremento mundial de las concentraciones de CO2 y la elevación en la temperatura de los océanos que afectará de manera significativa a las poblaciones costeras que habitan las zonas bajas del planeta.

Además, quienes han realizado ejercicios científicos muy bien cimentados para evaluar el medio ambiente de la Tierra, de los recursos globales de los océanos, de las áreas costeras y el propio cambio climático describen un amplio mosaico de presiones, impactos y, muy especialmente, de cambios impredecibles en las zonas costeras del planeta.

Las actividades humanas, principalmente la quema de combustibles fósiles y los cambios en los usos del suelo y en la cubierta vegetal, han aumentado la concentración de gases de efecto invernadero (GEI), los cuales alteran los balances radiactivos y tienden a calentar la atmósfera. En algunas regiones, la emisión de aerosoles puede producir el efecto contrario y enfriarla.

En su conjunto, estos cambios en los gases de efecto invernadero (GEI) y en los aerosoles conducirán, según las proyecciones de los especialistas, a cambios regionales y mundiales de la temperatura, la precipitación y de otras variables climáticas. Como fruto de lo anterior se ocasionan cambios en la humedad del suelo a escala mundial, un aumento del nivel medio del mar y valores más extremos de temperatura, de crecidas de ríos y de sequías prolongadas en muchos lugares del planeta.

Basándose en diversos escenarios socioeconómicos, y teniendo en cuenta en particular los posibles cambios de las concentraciones de GEI en la atmósfera, los grupos de especialistas en la materia han realizado proyecciones climáticas muy importantes. Así por ejemplo, según el informe del IPCC de 2007 (actualmente en revisión) la temperatura global del planeta podría aumentar a final del siglo XXI desde un mínimo de 0.3 ºC, en el caso de mantenerse las concentraciones constantes, hasta un máximo de 6.4 ºC si se registra un crecimiento acelerado de las actividades humanas basado en el consumo intensivo de combustibles fósiles (IPCC, 2007).

Pero además, el nivel del mar podría subir, según las citadas proyecciones del IPCC, hasta 59 cm en las mismas fechas; aunque hay científicos que sostienen que el cambio esperado es superior. Finalmente, las pautas espaciales y temporales de las precipitaciones también sufrirían importantes cambios.

El aumento en el nivel del mar como resultado del cambio climático tendrá diferentes efectos físicos, ecológicos, sociales y económicos sobre los sistemas costeros: inundación de espacios físicos y obras públicas y privadas, daños cuantiosos y diversos por dichas inundaciones; ciclones y tormentas, pérdida o migración de humedales; erosión, intrusión de agua salada y aumento en los niveles freáticos.

Otros impactos del cambio climático son el incremento de las temperaturas del agua de mar, los cambios en los regímenes de precipitación, las variaciones en la trayectoria, la frecuencia y la intensidad de las tormentas, y la acidificación de los océanos.

Estos cambios se sumarán a los que registre el nivel del mar. Por ejemplo, las variaciones en los regímenes de precipitación y las tormentas aumentarán los riesgos de inundación de las zonas costeras.

Efectos del aumento en el nivel del mar

Este aumento tiene una gran variedad de efectos sobre la zona costera, sus ecosistemas y los procesos naturales y humanos que allí se registran. Además de elevar el nivel medio del océano, también incrementa todos los procesos físicos relacionados con el nivel promedio del mar, como son las mareas y oleajes. Los efectos inmediatos incluyen la inundación y el aumento en la frecuencia y la profundidad de las mismas en tierras costeras.

Los efectos a más largo plazo comprenden cambios morfológicos, particularmente erosión de las playas y disminución de las dunas, a medida que la costa se ajusta a las nuevas condiciones ambientales.

Estos efectos biogeofísicos, tendrán además impactos socioeconómicos directos e indirectos muy diversos sobre el turismo, los asentamientos humanos, la agricultura, el suministro, la cantidad y la calidad de agua dulce; las pesquerías, los servicios financieros, y la salud humana en las zonas costeras.

La población residente en estas zonas del planeta (a los niveles actuales o proyectados) podría ser afectada por un incremento de las inundaciones. Y en última instancia, tener la necesidad de mudarse a causa de éstas, o por los desbordamientos o la pérdida de tierra debido a la erosión de la franja litoral.

Habría también cambios en los bienes y servicios sujetos a comercialización o que hacen parte de las actividades económicas. Tal es el caso de la tierra, la infraestructura urbana, la productividad agrícola e industrial, las obras establecidas para realizar diversas y necesarias actividades económicas.

Los efectos del cambio climático se verán reflejados en el nivel de vulnerabilidad a que pueden llegar los ecosistemas, y, por otro lado, a su poder de adaptación al mismo.
Para poder entender todos estos problemas es necesario saber qué se entiende por vulnerabilidad. Una definición sencilla es el grado en que un ecosistema natural o social podría resultar afectado por el cambio climático. En el caso que nos ocupa, la vulnerabilidad está en función de la sensibilidad de un sistema a los cambios del clima y de su capacidad para adaptarse a dichos cambios.

En este contexto, un sistema muy vulnerable sería aquel que fuera muy sensible a pequeños cambios en el clima. Incluyéndose en el concepto de sensibilidad la posibilidad de sufrir efectos muy perjudiciales, o aquel cuya capacidad de adaptación resultara seriamente limitada.


La línea de costa de 1974 y su ubicación respecto a la costa de 2008 de la península de Atasta, Punta Disciplina, Campeche

En cuanto al alcance de las mareas en las corrientes finales de los ríos, no hay duda de que el aumento del nivel del mar subirá el nivel de esas corrientes ocasionando inundaciones. Esto será más notable en el caso de los deltas que, a veces enormes, forman los ríos al llegar al mar y que serán severamente afectados ya que en ellos existen poblaciones, infraestructura y actividades económica diversas e importantes.

Bajo las nuevas condiciones que impone el cambio climático, también podría haber un aumento en el caudal de los ríos. Estos dos factores interactivos podrían sumarse y reflejarse en un mayor riesgo de inundación.

Cabe señalar que los sistemas naturales tienen una capacidad de responder autónomamente a presiones externas como el cambio climático. Esta capacidad se puede describir como la habilidad natural del sistema (en este caso, el litoral) a responder a tales presiones. Pero, como todos los sistemas naturales, esta capacidad es limitada.

Además, las actividades humanas costeras, como las zonas urbanas y las infraestructuras diversas que en ella se encuentra, requieren de nuestra intervención. Tomando en cuenta el reto que significa enfrentar el aumento del nivel del mar, la necesidad de adaptación en las áreas costeras es un asunto prioritario que la sociedad en general deberá enfrentar en el futuro de manera permanente.

Es el caso de México, las zonas costeras del Pacífico, el Golfo y el Caribe constituyen regiones vitales donde tienen lugar diversas actividades humanas, turísticas, sociales, económicas e industriales. De esas actividades se derivan ingresos, servicios y productos que benefician a amplios sectores del país. En su conjunto, además, representan un porcentaje muy apreciable del producto interno bruto nacional (PIB), como lo ha señalado en sus diversos estudios el maestro Alejandro Toledo.


Río San Pedro y San Pablo, Tabasco

A las nuevas y más intensas presiones a que se verán sometidos los litorales mexicanos, se agregan las anunciadas exploraciones y perforaciones de pozos petroleros en las costas de Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán. El aumento de la producción de petróleo y del tráfico de buques para su movilización obliga a que los estados costeros cuenten con eficientes sistemas de información y alerta, así como planes de contingencia para la prevención de desastres.

Para lograr lo anterior es necesario establecer y poner en funcionamiento infraestructuras humanas y tecnológicas apropiadas que permitan oportunamente diagnosticar los impactos y efectos de los desastres, lo mismo que los fenómenos hidrometeorológicos extremos, de tal forma que sea posible tomar medidas para mitigarlos.

A la incesante actividad industrial, el intenso incremento de las áreas portuario-industriales, a los actuales y futuros centros turísticos levantados sin planeación efectiva, así como el incremento de los asentamientos humanos en las zonas costeras del país, se suman ahora los efectos del cambio climático. Todo este conjunto de elementos constituyen factor de presión para los ecosistemas que allí existen. Destacadamente para los humedales y manglares, corales, pastos marinos, islas de barrera, dunas y playas, estuarios, deltas y lagunas costeras.

Del correcto funcionamiento de todos ellos depende que se tenga una alta productividad y la sobrevivencia de miles de especies de flora y fauna marinas. Su alteración y/o destrucción, solamente conducirá a cancelar múltiples usos y beneficios que se obtienen de la zona costera mexicana. Y originará problemas ecológicos, sociales y económicos, especialmente para los habitantes de estas importantes áreas.

Por eso mismo es que los especialistas llaman a preparar estrategias oportunas y viables que permitan enfrentar los problemas que traerá un nuevo clima. Ello será posible a través de la adaptación, reduciendo en la medida de lo posible la vulnerabilidad. Para lograrlo, es necesario caracterizar los peligros y determinar los factores asociados a la vulnerabilidad.

Creando, entre otras cosas, escenarios de probabilidad de riesgo, a fin de prevenir y alertar a las instituciones oficiales y a la sociedad que habita en las zonas costeras de la magnitud del riesgo y la mejor forma de afrontarlo.

Todo indica que el aumento del nivel del mar será un fenómeno que obliga a establecer políticas de adaptación en la zona costera de corto, mediano y largo alcance. Esas políticas deben hacer parte de estrategias de Estado permanentes, de seguridad nacional.

Es bueno insistir en que los sistemas naturales tienen una capacidad de responder autónomamente a presiones externas como el cambio climático. Esto se puede describir como la habilidad natural del sistema (en este caso, el litoral) a responder a las variaciones que se presenten. Un humedal sano y sin obstrucciones, por ejemplo, lo hará depositando más sedimento y creciendo verticalmente, llevando el mismo ritmo que el aumento del nivel del mar. Esto sería un ejemplo de adaptación autónoma.

En muchos lugares, sin embargo, las actividades humanas han reducido la habilidad natural de un sistema para adaptarse, debido quizás al crecimiento urbano y económico y a la contaminación de la zona costera.

La adaptación planificada al aumento del nivel del mar, por lo tanto, debe incluir toda una estrategia establecida al más alto nivel oficial a fin de revertir las tendencias de no adaptación natural. Y para aumentar la resiliencia natural de la costa y contar con una mayor capacidad de adaptación autónoma.

Los sistemas socioeconómicos que existen en las zonas costeras también tienen la capacidad de responder autónomamente al cambio climático. Los productores pueden adoptar cultivos que sean más tolerantes a la sal. Y la gente puede mudarse de las áreas cada vez más susceptibles a las inundaciones a sitios más seguros. Es probable que esto llegue a ser más importante a medida que aumente el nivel del mar.

Dado que los impactos del cambio climático en las costas probablemente sean de gran dimensión (aún considerando la adaptación autónoma), existe la necesidad imperiosa de establecer lo que puede llamarse una adaptación planificada. Ejemplos de ella son la ordenación física del territorio, que incluye todo lo relativo a los asentamientos humanos, las actividades económicas, la infraestructura física de la Nación y de la iniciativa privada. En resumen, todos los aspectos que permitan el manejo integral y planificado de la zona costera.

Y dentro de él, un aspecto clave tiene que ver con disponer de políticas y procesos de evaluación de los impactos que sobre el litoral en su conjunto ocasiona el cambio climático, así como la forma de prevenir y enfrentar los desastres que puedan ocasionar, por ejemplo, los huracanes y las intensas lluvias.

Una estrategia como la arriba mencionada, de tipo integral, a fin de responder adecuadamente a los desafíos que trae el cambio climático, no es tarea fácil. Es un reto interinstitucional y transdisciplinario que requiere la conformación de grupos de trabajo multidisciplinarios. Y esto debe ser así porque el estudio de la vulnerabilidad en las zonas costeras involucra cada vez en mayor medida a las ciencias naturales, a las marinas y a las sociales, como la economía, sociología y la antropología.

Es importante agregar que la estrategia para mitigar los efectos del cambio climático global debe formar parte de los planes de desarrollo de las 17 entidades federales con franja litoral, pues los costos sociales y económicos de un desastre siempre son muy grandes y en ocasiones impagables. En este sentido, bueno es recordar que siempre es mejor una política de prevención que miles que busquen paliar las tragedias que dejan los desastres, naturales o no.

Estudios sobre la vulnerabilidad de las zonas costeras mexicanas al cambio climático

Precisamente sobre todos los asuntos antes mencionados escriben diversos especialistas pertenecientes a prestigiosos centros de investigación y estudio. El resultado de sus trabajos y sus ideas sobre los efectos del cambio climático en nuestro país se reunieron en el libro Vulnerabilidad de las zonas costeras mexicanas ante el cambio climático que fue editado conjuntamente por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM y el Instituto de Ecología y Pesquerías del Golfo de México, de la Universidad Autónoma de Campeche. Consta de 30 capítulos en los que 87 autores y co-autores analizan el problema de manera concienzuda y con información precisa y reciente. Incluyen estudios sobre la vulnerabilidad de la zona costera evaluada desde el punto de vista de la fisico-química; el análisis de los ecosistemas costeros del Golfo y Caribe de México; los de los estados de Nayarit y Sinaloa.


Un arroyo infunde vida a tierras salobres en la bahía de Altata, Sinaloa

Nos dan cuenta de los problemas que enfrenta la anidación de las tortugas; del reto que tiene el sector pesquero y acuícola, las afectaciones que sufren ecosistemas críticos como el manglar, los pastos marinos, los arrecifes de coral. De igual manera la variación de la temperatura marina y cómo afecta las áreas costeras; de la geología y los fenómenos hidrometeorológicos extremos. Nos ofrecen metodologías para evaluar la vulnerabilidad ante el cambio climático. Y por supuesto, de qué manera incidirá en la sociedad en su conjunto y, por lo tanto, la necesidad de establecer estrategias de mitigación y adaptación. Hay, además, evaluaciones que muestran los costos que ocasiona el cambio climático en tan importantes áreas del país.

Los autores muestran que los impactos no son únicamente sobre el medio ambiente y los recursos naturales, sino que se dejan sentir ya en los asentamientos humanos, la infraestructura de comunicaciones y transportes, de energía y agua, de las zonas y los deltas más vulnerables ante el incremento del nivel del mar.

Se trata de contribuir con la investigación y el conocimiento científico a una mejor comprensión del problema. Y, de la misma forma, a establecer políticas de adaptación al cambio climático que reduzcan lo más posible la vulnerabilidad de las zonas costeras y los deltas que forman nuestros ríos al desembocar en el mar. Igual que los fenómenos hidro-meteorológicos extremos, como son los huracanes, tormentas y oleajes.

a) Una estimación de la vulnerabilidad de la zona costera

Un estudio físico-químico realizado por la doctora Guadalupe de la Lanza y colaboradores prevé la salinización; con alteración en el contenido de gases disueltos, como el oxígeno. Variando desde la sobresaturación hasta la hipoxia o anoxia; la eutrofización coadyuvada por las descargas urbanas o industriales; modificando también la bacteriología constituida por las coliformes.

En esto último, destacan que hay un impacto alto por salinidad, oxígeno y enterococos para todas las localidades costeras de México, así como por nitrógeno, fósforo y clorofila. Un impacto medio por nitrógeno para Coatzacoalcos y Quintana Roo; igual por clorofila en Nayarit, mientras es bajo por fósforo para Nayarit, Coatzacoalcos, Yucatán y Quintana Roo.

De la Lanza y colaboradores subrayan que las condiciones de hipoxia-anoxia y niveles bacteriológicos serán una vulnerabilidad generalizada alta en las regiones estudiadas como resultado del cambio climático. En segundo lugar, señalan la salinización, aunque en menor grado. Además de una eutrofización, particularmente por nitrógeno.

El grado de vulnerabilidad de los ecosistemas costeros lo estimaron a través de los criterios ecosistémicos. Se consideraron los manglares, los arrecifes de coral y los pastos marinos. Incluyeron en su análisis los criterios ecológicos generales derivados del funcionamiento de las Áreas Naturales Protegidas, los sitios Ramsar y las pesquerías de mayor importancia comercial de las regiones litorales seleccionadas para el análisis: Veracruz, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Sinaloa y Nayarit.

También, Ponce y colaboradores se ocuparon de valorar el grado de impacto ambiental por el cambio climático. Como resultado, globalmente Veracruz, Tabasco y Nayarit presentaron un grado de vulnerabilidad e impacto ambiental alto, mientras que Campeche, Quintana Roo y Sinaloa se clasificaron con una afectación media y fenómenos hidrometeorológicos extremos.

Es importante señalar que Villanueva y colaborador marcan que en el estado de Nayarit se localiza uno de los ecosistemas más importantes del mundo: los humedales conocidos como Marismas Nacionales. Aquí el manglar es un componente fundamental, lo que le ha valido ser designado como un sitio Ramsar (a partir de la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas, conocida en forma abreviada como Convenio de Ramsar). Las amenazas actuales y futuras derivadas de las actividades humanas y de los eventos naturales (entre ellos los propiciados por el cambio climático), tendrán un impacto en tan importante tesoro natural. El grado de conservación que se logre establecer allí permitirá que sobreviva a tales presiones y siga brindando sus servicios ambientales y económicos. Todos ellos descansan en su invaluable biodiversidad.

C-4 bis


Manglares, en Nayarit

En general, aquellas comunidades que no se adapten fácilmente serán las más susceptibles de impactar. Por ello, el grado de conservación o deterioro del manglar, la presencia de áreas naturales protegidas y la abundancia y diversidad de recursos pesqueros y camaronícolas (éstas últimas de importancia en la economía regional y nacional), van a determinan el grado de la vulnerabilidad en las entidades citadas. Y, por lo tanto, los efectos negativos que puedan resultar de eventos naturales y/o antropogénicos extraordinarios. Una evaluación oportuna de los escenarios que se puedan presentar debe comprender medidas de prevención. Y en casos específicos, de restauración de los ecosistemas alterados, a fin de aumentar su resiliencia y con ello su permanencia ante las amenazas que se presenten.

b) Las tortugas marinas

En los capítulos de Bolognaro y colaborados y de Márquez y Jiménez se evalúa y estudia la vulnerabilidad que presentan los sitios de anidación de las tortugas marinas por efecto de la erosión en el estado de Campeche, así como el posible efecto que el cambio climático tiene sobre dichos organismos.

En las playas estudiadas, la anidación fue menor en las áreas de erosión y con presencia de infraestructura (espigones y tetrápodos), así como en las zonas de playa asociadas con sedimentos de arena finas. En este sentido, se encontró un desplazamiento de los sitios de anidación. La disminución del número de anidaciones de Eretmochelys imbricata en la playa de Isla Aguada, en Campeche, probablemente refleja un declive en la población de esta especie, que se encuentra en peligro de extinción. Por lo tanto es urgente reforzar las medidas para la protección y conservación de esta especie.


Eretmochelys imbricada, tortuga de carey

La pérdida del hábitat de anidación afecta la sobrevivencia y abundancia de las tortugas marinas. En un escenario de cambio climático se acelera el proceso de erosión por el aumento de los fenómenos hidrometeorológicos extremos. Por eso es muy importante establecer medidas de mitigación ante la erosión costera a fin de proteger el hábitat de anidación de las tortugas.

Las playas catalogadas como áreas naturales protegidas o santuarios, tienen reglamentos adecuados para mitigar o, en su caso, evitar las actividades humanas que puedan afectar la reproducción de estos animales. Sin embargo, en el contexto del cambio climático resulta urgente revisar los reglamentos de manejo y conservación vigentes en estas áreas a fin de adecuarlos a la prevención y mitigación del efecto del calentamiento global. Y de la misma forma, por el aumento actual y futuro del nivel del mar.

Debido a que la mayoría de las especies mantienen rutas migratorias muy largas, las medidas para la protección y conservación adaptadas en México, deberán tener un componente internacional de acciones y compromisos. Sería una forma de fortalecer lo que ya existe en la materia y podrían plantearse a través de la Convención Interamericana para la Protección y Conservación de las Tortugas Marinas, a la cual está adherida a nuestro país.


Arribazón de tortugas en temporada de desove

En México, todas las especies de tortugas marinas están consideradas en peligro de extinción y, a partir de 1990, se prohibió totalmente su uso comercial. Por lo anterior, no se debía considerar que el cambio climático tenga una consecuencia económica directa sobre los quelonios, al no estar permitida ninguna pesquería; sin embargo, la reducción de las poblaciones de tortugas marinas sí podrían tener una influencia negativa sobre el complejo equilibrio de los ecosistemas donde éstas se reproducen.

c) La pesca

Las actividades pesqueras y acuícolas en México están orientadas a dos objetivos fundamentales: la producción de alimentos y la generación de divisas. Las premisas para el desarrollo de esta actividad se encuentran establecidas en ordenamientos nacionales y acuerdos internacionales: la autosuficiencia y soberanía alimentaria, el aprovechamiento de los recursos, el desarrollo sustentable de la actividad, la protección del medio ambiente y la biodiversidad.

En nuestro país, la principal actividad pesquera es la de tipo artesanal. Es la que registra el mayor volumen de captura. Este tipo de pesca será la más afectada por el cambio climático por realizarse en la zona costera y por los rezagos históricos sociales y económicos que distinguen a los pescadores.

Las afectaciones de los recursos pesqueros y acuícolas costeros repercutirán especialmente en este sector social, pero también en las diversas actividades económicas que les sirven de sustento.

Guzmán y colaboradores se han ocupado de analizar los retos que enfrentará el sector pesquero y acuícola ante el cambio climático. Consideran al respecto que en la actualidad el manejo de las pesquerías se enfoca fundamentalmente a obtener ganancias en el corto plazo, en términos de beneficio-costo. Y que, aun si se enfatiza el lograr el máximo rendimiento sostenible, se opta por explotar el recurso en el presente inmediato, sin tener en cuenta el futuro.

Las pesquerías comerciales son recursos comunes y se sobreexplotan sin contar con una política adecuada de co-manejo que tenga en cuenta la conservación de las especies que las conforman. Por eso no debe extrañar que con la sobreexplotación que se registra en varias de ellas se ponga en riesgo las contribuciones que hacen a la sociedad en general. Uno de los más fundamentales es proveer de alimentos a la población.

Ante el cambio climático es urgente enlistar y analizar a detalle las causas de la sobreexplotación de los recursos pesqueros; por lo demás, un asunto suficientemente conocido por las autoridades. Lo anterior, con el fin de establecer las estrategias más viables que permitan la recuperación de las pesquerías afectadas. Tales medidas deben considerar los aspectos de mitigación y adaptación al cambio climático.

Cabe señalar que Castelló et al. señalaban hace cinco años que la sobreexplotación de las pesquerías de pequeña escala de las zonas tropicales, obedece a las políticas que fomentan el intercambio comercial de productos primarios (políticas neoliberales), a fenómenos estructurales, sociales y económicos, además de los biológicos. Pero ahora se requieren cambios profundos en la forma de estudiar, manejar y administrar los recursos pesqueros con métodos propios, con nuevas orientaciones de participación, con un enfoque ecosistémico e integral, que incluya todo lo relativo a los complejos sistemas socio-ecológicos.

Al respecto, en México se sigue un esquema de investigación que rige generalmente en los países desarrollados y para pesquerías monoespecíficas, no aplicable a las multiespecíficas que se encuentran en el trópico.

Por otro lado, el cambio climático afectará la zona costera de múltiples e inesperadas formas.

El aumento del nivel del mar tendrá un severo impacto en las actividades e infraestructura pesqueras y acuícolas instaladas en las costas. Con el aumento de la temperatura, los fenómenos de El Niño y La Niña intensificarán sus efectos sobre los ecosistemas y los recursos; los impactos sobre aquellas pesquerías cuya distribución exceda los límites nacionales son difíciles de prever, pero sin duda afectará a la actividad pesquera de nuestro país en un grado todavía desconocido.

Pero lo que sí se sabe es que los impactos negativos en las pesquerías afectan ahora y a futuro la actividad acuícola, pues los recursos pesqueros son potencialmente recursos acuaculturales.

Si sabemos que la acuacultura es la alternativa del sector para generar alimentos y empleos, es fundamental prever los posibles efectos del aumento del nivel del mar. Es el caso muy notable del daño a las granjas de camarón, un recurso de importancia pesquera y acuícola que genera no solamente empleo e ingresos locales sino también divisas.

Cabe señalar que el objetivo principal de los modelos intensivos de monocultivo de ciertas especies, como el camarón, es la generación de ganancias/divisas, pero originan costos ambientales significativos y no aportan soluciones al problema alimentario que vive el país.

d) Los manglares y los sistemas arrecifales

Otro de los ecosistemas críticos ante el cambio climático son los manglares. Con el aumento en la temperatura asociada al aumento del bióxido de carbono el manglar afectará a su vez la distribución geográfica de los humedales y favorecerá el establecimiento de especies invasoras.

Con el calentamiento global, en algunas regiones se espera un incremento de las lluvias y en la frecuencia de huracanes nivel 4. Por ello es de esperarse la erosión de las playas y dunas, así como una mayor probabilidad de afectación directa hacia los manglares en periodos menores a los 25 años.

Por otro lado, los cálculos del impacto por el incremento del nivel del mar en un metro en la laguna de Alvarado y en el curso bajo del río Papaloapan, indican una afectación de 47.5 km tierra adentro. En el río Usumacinta, de 55 km; en el Grijalva, de 25 km; y para el caso de la laguna de Términos de 20 kilómetros.

Según los especialistas que elaboraron en 2007 la Estrategia Nacional del Cambio Climático, los anteriores son los sitios más vulnerables. Ello da una indicación del nivel de impacto y los cambios que tendrán lugar en la planicie costera.

El efecto del aumento en el nivel del mar en los manglares va a depender de las condiciones hidrológicas locales, en especial de los aportes de sedimentos de la planicie costera y las cuencas de los ríos; de la microtopografía, así como del transporte litoral asociado a las condiciones oceanográficas locales y a mayor escala. De igual modo, a las mareas.

Ante lo que se espera resulta insuficiente establecer el derecho a una cuota de agua dulce. Un gasto ecológico para los ecosistemas costeros (ríos, humedales dulceacuícolas, manglares y lagunas costeras). Y esto es así porque los humedales requieren de los pulsos de inundación y de sedimentos para su conservación.

Pero de lo que sí no hay duda es que debe evitarse la construcción de presas que “secuestren” significativamente los aportes fluviales. Y que se necesitan políticas de manejo de los recursos hidráulico que garanticen, además de una cuota de agua dulce, un aporte de sedimentos que permitan la sustentabilidad ambiental de los humedales costeros, la biodiversidad y las pesquerías. De igual modo, los aportes de agua necesarios que propicien inundaciones hacia el complejo de humedales en su totalidad. Es lo que Alonso-Eguía y Moreno-Casasola definen como mantener el caudal ecológico.

De ahí la importancia y necesidad de establecer políticas para la conservación y restauración de los cauces naturales de los aportes de agua marina (esteros y venas) y agua dulce. Con tal propósito debe evitarse la fragmentación hidrológica de los humedales con la construcción de carreteras o cualquier tipo de bordo que los destruyan o afecten en forma parcial. Y en caso de ser necesarios dejar el suficiente número de pasos de agua.

Otra manera efectiva de proteger a este ecosistema es construyendo sobre pilotes para mantener la continuidad hidrológica. Por lo que toca a los ductos enterrados para conducción de hidrocarburos, gas, etc. deben tener una dirección y profundidad que no impidan u obstruyan el flujo de agua subsuperficial.

Los arrecifes coralinos

En los arrecifes de coral del estado de Quintana Roo, los incrementos de temperatura y las reducciones en el pH del océano limitan las tasas de calcificación de los corales de manera directa. La mortalidad masiva asociada al blanqueamiento del coral, y las reducciones en la cobertura coralina comprometen seriamente la capacidad de estos ecosistemas para lograr un balance positivo de carbonato y por lo tanto, mantener sus servicios ambientales.

En este sentido, la mejor manera de establecer un programa de mitigación de los efectos del cambio climático en la zona debe incluir reducciones en las amenazas locales que sufren estos ecosistemas. Tal es el caso de la contaminación y degradación de la calidad del agua por el desmedido e incontrolado crecimiento de la zona costera (destacadamente en Cancún y la llamada Riviera Maya) y la sobrepesca.

Por lo que hace a los sistemas arrecifales lagunares, son vulnerables al futuro incremento en el nivel de mar, debido a la pobre salud de sus comunidades coralinas.

Bajo los futuros escenarios del incremento del nivel del mar, los arrecifes a lo largo de la costa de Quintana Roo podrían llegar a tolerar un incremento de aproximadamente cinco milímetros por año, con pequeños efectos adversos. Pero incrementos superiores producirían sumersión progresiva de la cresta y retirada de la línea de costa debido al incremento de la energía de las olas.

e) El Golfo de México

En esta parte tan importante para el país, las tendencias del aumento del nivel del mar son notorias. En los siete sitios analizados por los especialistas se encontró una tendencia de aumento en el nivel del mar. Es importante notar que la tendencia de aumento en el nivel del mar en Veracruz, de 1.9 milímetros por año, es muy similar a la reportada por el IPCC para el océano mundial. Esto sugiere que, en principio, no ha habido en la región citada importantes movimientos verticales de la corteza terrestre, lo cual hace que el sitio sea una buena referencia para comparar con las variaciones en otros sitios.

De acuerdo a los estudios realizados por Zavala y colaboradores, hay una menor tendencia al aumento del nivel del mar en Veracruz y Alvarado, con 1.9 y 1.8 milímetros por año, respectivamente. Progreso, en Yucatán, muestra una tendencia de 2.5 y le siguen Ciudad del Carmen, Campeche; Coatzacoalcos y Tuxpan, en Veracruz, con tendencias entre 2.8 y 3.4 . Mientras que en Ciudad Madero, Tamaulipas, la tendencia es mucho mayor, con un valor de 9.2 milímetros por año.

Alerta con los huracanes

Los huracanes son una preocupación importante para la región costera del Golfo de México. Un gran número de personas e importante infraestructura se encuentran en zonas de ocurrencia de tormentas de marea, vientos huracanados y lluvias muy intensas. La temporada de huracanes del Atlántico de 2005 fue la más destructiva de la historia. Incluyó 26 tormentas con siete huracanes de categoría 3 o superior. El huracán Wilma causó daños por casi 2 mil millones de dólares en México, principalmente en Quintana Roo. Sus centros turísticos sufrieron notablemente por este huracán y una de las mayores pérdidas en la historia de los seguros en América Latina. Recuperarse de lo ocurrido le costó varios años y mucho esfuerzo a los habitantes y a la actividad turística de Cancún y la Riviera Maya.


Trazas de los huracanes en 25 años

El análisis estadístico de secuencias de imágenes satelitales de la temperatura de la superficie del mar es una herramienta indispensable para identificar la variabilidad y reconocer la vulnerabilidad al cambio de las condiciones oceanográficas elementales en diversas regiones marinas que pudieran estar asociadas al cambio climático global.

Cuatro regiones marinas de los mares mexicanos fueron analizadas y resultó que en todas ellas el ciclo anual de enfriamiento y calentamiento (con mínima temperatura superficial en enero o febrero, y máxima en julio o agosto) es dominante.

La correlación de las anomalías térmicas respecto al periodo típico 1996-2008 no es significativa con procesos oceánico-meteorológicos de gran escala asociados a cambios globales en el clima, como El Niño/Oscilación del Sur. Sin embargo, el cálculo de la tendencia de la temperatura superficial del mar en el periodo citado (sólo 13 años de extensión), indica que las cuatro regiones marinas estudiadas se enfriaron en dicho lapso.

Este polémico resultado únicamente se puede abordar y resolver analizando series de tiempo de la temperatura superficial más amplias.

El incremento del nivel del mar en el Golfo de México muestra que el área afectada total corresponde al 1.26 por ciento del a extensión territorial nacional y al 3.18 por ciento de la población del país. Se verán afectadas 174 poblaciones de más de mil habitantes. El estado con mayor superficie afectada es Tabasco, con más del 21 por ciento de su territorio.

Pero el que el que tiene una población más vulnerable es Veracruz, con más de un millón de habitantes, si el escenario de incremento en un metro se presentará ahora.

Quintana Roo, por su parte, tendrá proporcionalmente un mayor impacto pues sufrirá los efectos en el 81.1 por ciento de su población. A pesar de ser una zona de paso de huracanes, con un incremento en categoría y frecuencia, la tasa de erosión y/o acumulación son bajas, de menos de un metro, en comparación a las presentes en el sur del Golfo de México, debido a la presencia de un litoral rocoso en la línea de costa, con una protección natural que representan los manglares y arrecifes de su zona litoral. Y de alguna forma, por la presencia de la isla de Cozumel.

Pero el cambio del nivel del mar, si se estima un incremento por el cambio climático de 50 cm, provocará la desaparición del 20 por ciento de las playas. Bajo un escenario de un aumento de un metro, el 90 por ciento de las playas actuales desaparecerá.


Niveles de vulnerabilidad

En el proceso de planeación de los centros urbanos y turísticos en la zona litoral resulta fundamental contar investigaciones como la antes descrita brevemente a fin de contar con la información necesaria sobre los procesos de erosión-depósito presentes en la línea de costa.

Ello permitiría la toma de decisiones más precisas y adecuadas sobre el uso, manejo y ocupación de la franja litoral. Igualmente, determinar la vulnerabilidad de la línea de costa por el cambio climático global, que comprende elevación del mar y mayor frecuencia e intensidad de huracanes y nortes.

Otra área estudiada como parte de los trabajos sobre el cambio climático es la hidrodinámica de los ríos Coatzacoalcos y Pánuco. Ramírez y colaborados concluyen que la marea por sí sola podría provocar un desbordamiento de esos ríos. Y que las inundaciones extremas podrían presentarse con un evento climatológico en el que se conjunten diferentes factores. Por ejemplo, lluvias intensas y prolongadas, nortes y condiciones de suelo saturado por el agua.

Por otro lado, los estudios realizados permiten estimar las zonas potencialmente inundables al presentarse una sobreelevación del mar, la cual podría incrementar el riesgo de inundación. Y mucho más si se combina con eventos meteorológicos extremos.

Una de las regiones que presenta un alto grado de vulnerabilidad es el sistema lagunar de Carmen-Pajonal-Machona en el estado de Tabasco. El estudio realizado por García Govea y colaboradores, sostiene que para finales de siglo se prevé que el sistema lagunar dependa casi totalmente de las variaciones de la marea. Y en menor grado, de las aportaciones de agua dulce.

Esto dará como resultado una salinización importante del sistema lagunar. Las zonas de inundación tienen consecuencias variables, con reducción de los niveles de agua que varían entre 10 y 90 por ciento. Lo anterior indica la complejidad que existe para predecir de manera detallada las consecuencias futuras del cambio climático.

f) Los aspectos socioeconómicos

En un estudio sobre la vulnerabilidad social al cambio climático en las costas del Golfo y el Pacífico Mexicano, Rodríguez H.H.P y Bozada-Robles L., elaboraron un índice compuesto de vulnerabilidad social considerando 11 variables: desde el producto interno per cápita, el porcentaje de población femenina que participa en la población económicamente activa, el de población mayor de 15 años alfabetizada, hasta el porcentaje de población bajo pobreza alimentaria, índice de sobrevivencia infantil, hogares con acceso a servicio de salud, hogares o que no cuentan con agua potable, localidades rurales dentro del municipio y grado de acceso a infraestructuras de comunicación.

Las áreas que registran muy alta vulnerabilidad se ubican en las zonas de la sierra Madre Oriental; es decir, aquellas que por su difícil topografía poseen problemas de aislamiento. Al contrastar las zonas de vulnerabilidad social con las de riesgo, se aprecia que las de baja vulnerabilidad se hallan asociadas con las que registran mejor desarrollo urbano, ya que éstas concentran gran parte de los procesos de modernización (infraestructura y servicios de salud, educación, comunicación) y crecimiento económico. Sin embargo, también se encuentran amenazadas por situaciones de riesgo.

Por todo lo anterior es necesario estudiar mucho más a fondo la forma en que la vulnerabilidad social se encuentra articulada con los riesgos asociados al cambio climático. Pero es necesario advertir que aun las áreas que cuentan con un elevado desarrollo en materia de servicios urbanos, y que concentran los beneficios del crecimiento, también se encuentran amenazadas por situaciones de riesgo.

Así, algunas de las zonas urbanas cuentan con muy buenos indicadores del llamado desarrollo humano, pero a la vez enfrentan dinámicas de vulnerabilidad ambiental y particularmente a los fenómenos de cambio climático. La razón de ello estriba en que son ciudades que han crecido en la franja litoral y su expansión se ha dado en las inmediaciones de los ríos que desembocan al Golfo de México.

Las zonas metropolitanas de Tampico-Ciudad Madero, Coatzacoalcos-Minatitlán, Villahermosa-Cárdenas, Tecolutla-Martínez de la Torre, Ciudad del Carmen-Campeche, se encuentran expuestas a dos situaciones de riesgo: por un lado, el incremento del nivel del mar y el impacto de los huracanes. Y del otro, inundaciones y desbordamientos de los ríos que desembocan en su entorno.


Las inundaciones afectan a miles de personas

Es importante mencionar el estudio realizado por Díaz Castro y colaboradores en el golfo de California en el cual identifican las áreas costeras más vulnerables dentro del gran ecosistema del golfo de California. Trece regiones resultaron ser potencialmente vulnerables en Sonora, Sinaloa y la península de Baja California.

Los resultados de ese estudio muestran que para el alto golfo el porcentaje de la región afectada entre 0 y 2 metros de inundación es del 37 por ciento, 24 por ciento para Mazatlán y 19 por ciento para Los Cabos. Estos resultados deben ser tomados en cuenta al elaborar los planes de manejo de cada una de estas regiones para evitar desastres futuros.

Algunas conclusiones

En mitigación, adaptación y costos, la estrategia para reducir el riesgo del cambio climático debe estar orientada a disminuir la magnitud del calentamiento global por medio de la mitigación. Es decir, reduciendo lo más posible las emisiones de gases GEI, o incrementando su captura. Es necesario estar preparados para las variaciones de todo tipo que traerá un nuevo clima. Y una de las mejores manera de lograrlo es por medio de la adaptación, es decir de la reducción de la vulnerabilidad.

En el caso de las zonas costeras, resalta la enorme importancia ecológica, pesquera habitacional, industrial, turística, social y económica que representan para la humanidad. Baste señalar al respecto que alrededor del 65 por ciento de la población del mundo habita en las zonas costeras. Que más del 45 por ciento de la pesca comercial del planeta se realiza en sus entornos. Y que en las zonas costeras se genera una economía mundial calculada en 900 billones de dólares americanos cada año.

Sin embargo, y como hemos visto en este suplemento, estas zonas son altamente vulnerables a fenómenos extremos, como son las tormentas y huracanes, cuyos efectos e impactos ocasionan altos costos a sus habitantes. Cada año cerca de 120 millones de personas están expuestas a los ciclones tropicales, mismos que han causado la muerte de más de 250 mil personas entre 1980 y el 2000.

Por otra parte, el turismo es una actividad que por lo regular genera el crecimiento de las economías locales costeras. Sin embargo, la falta de planeación en muchos países, como México, ha dado por resultado que el manejo de los recursos naturales de la franja litoral no sea el correcto. El crecimiento urbano y la infraestructura turística generalmente se realizan modificando salvajemente el entorno natural, con la consecuente alteración de diversos ecosistemas que son clave para la protección de la zona costera y fuente de riqueza para las comunidades locales y de los propios países. Además, se pone en riesgo la integridad cultural de las comunidades que reciben la influencia multicultural de los turistas.


Tulum, Quintana Roo

Como podemos apreciar, en los estudios de los que ahora damos cuenta en este número de La Jornada Ecológica se abordan muchas de las inquietudes que alguien interesado por el cambio climático puede tener: desde el diagnóstico de la realidad imperante, hasta la vulnerabilidad y mitigación. Desde las características del medio físico al socioeconómico.

Desde la experiencia que nos deja el pasado hasta los retos que nos depara el futuro.

Los sistemas estudiados son muy variados, y también las técnicas utilizadas para su estudio. Pero todos coinciden en que los impactos que causará el cambio climático en nuestras zonas costeras son cada vez más claros. No se trata de saber cuándo ocurrirán, pues ya ocurren, sino qué intensidad tendrán y cuánto nos costará adaptarnos y mitigar aquellos campos en que somos vulnerables.

Tendremos que optimizar los recursos disponibles para abordar los problemas. Además, los impactos del cambio climático se sumarán a otros muchos. No estamos observando un efecto aislado, sino el resultado combinado del impacto que la humanidad en su conjunto, con sus actividades diversas, sus derroches y destrucciones ambientales ocasionan al planeta.

Los interesados en mayor información también pueden obtenerla en el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, UNAM. Circuito Exterior. Ciudad Universitaria. México, DF, CP 04510.

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