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Chávez admite en entrevista fallas en algunos planes de gobierno, pero confía en ganar

Capriles repleta la avenida Bolívar, en Caracas, al cerrar campaña

Miles de opositores reviven el grito de: ¡se va! ¡se va! al acompañar a su candidato

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El presidente Hugo Chávez en la localidad de Cabimas, estado de Zulia, ayer al continuar su campaña por la relección, cuyo cierre tiene programado para el próximo jueves. A la derecha, Henrique Capriles, candidato opositor que cerró la actividad proselitista con ocho marchas que convergieron en el centro de CaracasFoto Reuters y Ap
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Periódico La Jornada
Lunes 1º de octubre de 2012, p. 22

Caracas, 30 de septiembre. Tienen los colores del PRD, su lema es vota abajo y a la izquierda y van contra Hugo Chávez. ¿El mundo al revés en Venezuela? Nada de eso. Pura educación del elector. La planilla en la cual poco más de 18 millones de venezolanos podrán votar el próximo domingo tiene un montón de caritas: el presidente Chávez aparece 12 veces, pues tal es el número de partidos y organizaciones que lo postulan para la relección. En el caso de Henrique Capriles Radonski, su principal oponente, la foto –sonriente como su adversario– aparece 22 veces, bajo los nombres sugerentes de agrupaciones como Vamos Pa’lante, Moverse y Procomunidad.

Capriles es postulado por un multicolor conjunto de agrupaciones y partidos, entre los que sobresalen la Unidad Democrática (en sus filas hay un partido que se define marxista-leninista y otro humanista cristiano: el lector puede acomodar en medio todo lo posible) y el partido Primero Justicia, la fuerza de derecha a la cual pertenece el candidato presidencial opositor, que por casualidad, en la planilla electoral, quedó abajo y a la izquierda.

El lema del candidato presidente, en contrapartida, reza: El corazón del pueblo está arriba, en virtud de que las 12 fotografías de Chávez ocupan esa zona de la planilla electoral.

Este domingo la oposición exhibe el músculo en Caracas. El jueves será el turno del chavismo.

Capriles elige para su cierre en la capital venezolana la avenida Bolívar, ancha como pocas aquí, rodeada de edificios públicos y habitacionales. Es, además, el lugar donde tradicionalmente Hugo Chávez convoca sus manifestaciones monstruo.

A la oposición no le va mal. Llena con creces el espacio y hay tanta gente que las estaciones del metro cercanas (varias son cerradas debido a la afluencia de personas) son insuficientes para albergar a los que llegan y a quienes se marchan temprano.

Grupos de jóvenes se trepan a los pedestales de las estatuas de Benito Juárez y Lázaro Cárdenas y desde ahí lanzan arengas con sus banderas. En otra esquina, cerca del hotel, propiedad del gobierno, que suele alojar a las numerosas delegaciones de interesados en la revolución bolivariana, un grupo de muchachas combina risas con una consigna: ¡Chávez, de pana (amigo), te queda una semana!

Reaparece también la consigna favorita de la oposición durante el paro petrolero de 2002, cuando la oposición también hizo marchas gigantes (que culminaban en la zona este, el bastión antichavista de la ciudad). Un grito que, a fuerza de repetirse, se saben hasta los pericos en las colonias clasemedieras: ¡Se va, se va, se va!

No se fue entonces y, según las encuestas, tampoco se irá ahora, porque de todas las elecciones a las que Chávez ha concurrido (las suyas propias más una decena de regionales y otras para votar cambios constitucionales o su permanencia en el poder) sólo ha perdido una, en 2007, cuando buscaba una reforma constitucional de gran calado que a muchos votantes chavistas les parecía un engendro. No ganamos nosotros, perdió Chávez, solían decir los líderes opositores.

El caso es que las muchachas gritan que a Chávez le queda una semana y le contagian la risa a una señora mayor que pela tamaños ojotes porque para donde voltee no hay manera de moverse. ¡Ja, ja, ja, y Chávez que pensaba que todos estaban con él!

La concentración en la avenida Bolívar es resultado de ocho marchas que parten de distintos puntos de la ciudad. Miriam Verde, profesora universitaria jubilada, caminó desde Chacao, aunque hasta hace tres años vivía en un edificio a sus espaldas. Pero aquí ya no se podía vivir, con la inseguridad ya no podía uno caminar después de las 11 de la noche.

La profesora Verde resume el ánimo de los opositores que acompañan a Capriles en su cierre dominical: Ahora sí tenemos la certeza de que alguien le puede ganar, de que podemos terminar con la inseguridad que nos agobia. La emociona su encuesta familiar: De mis 10 hermanos, ya sólo tres son chavistas.

Quizá para opacar el cierre de su adversario, el presidente Hugo Chávez concede una entrevista a una agencia internacional, en la cual se refiere al tema que, quiérase o no, gravita en la contienda política venezolana: su estado de salud.

La Afp le pregunta si está curado del cáncer que se anunció el año pasado: Yo creo que sí, yo me siento muy bien, dice, montado en un vehículo descubierto, en Guarenas, al este de Caracas. Vamos incluso a trabajar a un ritmo más acelerado, agrega, sobre la posibilidad de un nuevo sexenio que lo haga completar dos décadas en el poder.

Chávez no tiene dudas sobre su victoria y la mayor parte de las encuestadoras –incluso algunas dirigidas por profesionales declaradamente antichavistas– le conceden razón. El problema es la diferencia, porque si el margen se estrecha la oposición podría reclamar el resultado, aunque sin mucha fortuna, sostienen analistas locales, porque deberá privilegiar consolidar sus avances regionales dado que hay nuevas elecciones en diciembre.

Chávez, con la Afp, acepta que debe ampliar la brecha si quiere consolidar la revolución.

La entrevista es jugosa. Chávez admite errores (planes que no funcionaron), sobre todo en materia de servicios públicos, fallas que han sido uno de sus flancos débiles en esta campaña, sobre todos por los apagones eléctricos y problemas con el suministro de agua. Critica a los izquierdistas españoles del PSOE: Perdieron las elecciones por moderados.

Y busca tomar distancia retórica de una de sus relaciones más preciadas: Cuba es Cuba y Venezuela, Venezuela; dos modelos, dos historias distintas.

El cuchi-cuchi llega a la capital venezolana

La recta final ocurre en medio de acusaciones cruzadas entre el gobierno y la oposición por el ataque a una caravana que culminó con tres muertos, todos contrarios a Chávez, en Barinas, el estado natal del presidente. El gobierno informó que fue detenido el asesino y rechazó que se tratara de un simpatizante chavista.

Con los comicios a la vuelta de la esquina, el presidente venezolano no deja espacio a la posibilidad de un triunfo opositor: Es imposible que yo pierda, e informa que incluso ya encargó a José Vicente Rangel –ex vicepresidente y una de las pocas figuras del chavismo respetadas por la oposición– que llame a sectores de la derecha y los vaya preparando para lo inevitable.

Capriles también se pone magnánimo y dice que no será un mesías: Ustedes juzguen quién está en el proceso de cambios y quién se enfermó en el poder.

En Venezuela los partidos no reciben financiamiento público ni está prohibida la publicidad oficial durante las campañas electorales. Hoy, por ejemplo, algunos periódicos lucen anuncios del Chávez candidato y otros que presumen obras de gobierno (como un satélite propio). Pero hasta estas tierras parecen haber llegado los estrategas aztecas del cuchi-cuchi. Se oye al pasar a una señora joven en el caluroso cierre de Capriles: “Si marido no vota por El Flaco (apodo del candidato de la unidad opositora), no va a haber nada de nada”.