Opinión
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Raúl Ramos, mesero de amplia trayectoria, desea escribir sus memorias

La mejor mesa que atendí fue en un cumpleaños de Buñuel; lo acompañaban verdaderas luminarias
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de octubre de 2012, p. a14

Conocedor del oficio, pues sus comienzos se dieron como un modesto dependiente de comedor hasta llegar a ser socio de restaurantes de gran rango, Raúl Ramos cavila sobre sus tiempos idos y está con la cosquilla de escribir sus memorias gastronómicas.

Formado en la Unión de Meseros de Donceles 28, en la que le enseñaron desde poner los platos, cubiertos y servilletas de forma adecuada hasta aderezar una bebida, Ramos se declara dispuesto a compartir su trayectoria con quien quiera, por ahora, escucharlo, mas espera pronto poner a la venta un libro.

Sus humildes orígenes se remontan a La Fiesta, tugurio instalado en las calles de Humboldt hace casi medio siglo.

De allí pasó a cantar los números en las ya casi desaparecidas rifas de pollo en las cantinas; lo hacía en La Ola, en el Centro Histórico.

Ramos, hoy afectado por un padecimiento renal, dice saber secretos tanto de gastronomía como de políticos o personajes públicos a los que le tocó atender en su larga carrera.

De los políticos, guarda lo que escuchó

Asegura que el pollo que viene del rastro en canal es mejor que el ahogado. De los políticos se guarda lo que les escuchó decir y ostenta haber sido testigo del golpe que Mario Vargas Llosa le propinó a Gabriel García Márquez, en un restaurante de la Zona Rosa.

Sus andanzas en las cocinas empezaron en el Jardín Kloster, que se ubicaba en la esquina de Bolívar y Peón Contreras y, luego, explica, se fue a Tijuana, ahí trabajé en un congal.

Sus andanzas laborales se combinaron con su actividad gremial, pues los cimientos de aquella organización eran de corte anarquista. Con postulados como no religión y no traición, fue antagónico a la CTM.

Ramos sostiene que añora aquellos tiempos de la limitada vida nocturna de la ciudad. Eran los días en que en la capital el regente Ernesto P. Uruchurtu imponía su ley y los sitios para los noctívagos bajaban la cortina a la una de la madrugada.

Por eso florecieron los antros en el estado de México, en Cuatro Caminos y por la salida a Puebla. Digamos que los jodidos se iban por el lado izquierdo.

Años después, durante la década de 1960, y con un poco de dinero en el bolsillo, Ramos se asoció con Juan Ibáñez, quien, en la parte de arriba de un restaurante en la esquina de Morelos y Abraham González, instaló La Edad de Oro, sitio donde luego de los acontecimientos del 2 de octubre la foto de Gustavo Díaz Ordaz llegó a estar sobre el inodoro.

En ese sitio Ramos recuerda haber servido la mejor mesa de su carrera, una llena de luminarias de varios ámbitos con motivo de un cumpleaños de Luis Buñuel. Cita a Elizabeth Taylor y su marido, Richard Burton, así como a Ava Gardner, Alain Delon y Romy Schneider, entre otras.

De la actriz austriaca narra que en determinado momento se ausentó del convivio y ya no se le vio más. Igual aconteció con uno de los tramoyistas, quien durante dos días no fue a su casa y mucho menos a trabajar ante el desconsuelo de su atribulada esposa. Al día siguiente el desaparecido dio color y dio cuenta, ante la incredulidad y muina de sus compañeros de trabajo, de todo lo ocurrido durante su secuestro por la beldad austriaca, así como de la recompensa por los servicios prestados: un fajo de billetes verdes, dólares.

Con inquietud, Ramos, a sus 71 años espera que algún editor se le acerque, pues tiene un libro de éxito seguro, dice.