jornada
letraese

Número 195
Jueves 4 de Octubre
de 2012


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



Discriminación
en el siglo XXI
Pareja yaqui con VIH enfrenta
una mala intervención médica

Leonardo Bastida Aguilar

Un trato digno y no discriminación a las personas con VIH es el deseo de Janet, una mujer yaqui de 26 años, oriunda de Sonora, quien desde hace tres semanas lidia con la realidad de haber quedado viuda cuando su marido, Ramón, de 27 años, murió en el Hospital General del Estado "Dr. Ernesto Ramos Bours". Él vivía con el virus desde hace seis años, al igual que ella.
Originarios de Vicam, Sonora, Janet y Ramón vivían en Hermosillo. Desde hace seis años él supo que era seropositivo. Meses después ella se enteró de lo mismo durante el embarazo de su segundo hijo, quien nació libre del virus. Él trabajaba como albañil y ella es trabajadora del hogar.
De acuerdo con Janet, a principios de septiembre Ramón comenzó a tener mucha tos y fiebre. Fue al centro de salud y le recetaron amoxicilina, pero la enfermedad no cedió. Fueron a una farmacia y el médico les recomendó ir al Hospital General porque el cuadro no era bueno.
El 11 de septiembre pasado, Ramón ingresó al hospital. Los médicos pensaron que tenía tuberculosis. Tras realizarle radiografías, el personal de urgencias informó a Janet que su pareja tenía un hongo en los pulmones, por lo que debían hospitalizarlo. Janet cuenta a Letra S que le indicaron que no había camas disponibles, por lo que tendría que esperar en esa área hasta que se desocupara alguna.
Para ella fue un momento difícil, señala, ya que los siguientes cuatro días Ramón permaneció en el lugar sin recibir sus medicamentos antirretrovirales porque el doctor Fernando Legleu Terán no los había prescrito.
La mujer indígena comenta que desde su llegada al hospital se dedicó a "corretear" a los doctores para preguntarles si Ramón podía tomar sus antirretrovirales porque a pesar de que habían pegado una hoja en la pared diciendo que tenía "sida y el hongo", no se los habían dado.
Toda la semana le dijeron que no había camas. Le aseguraban que no lo ponían con otros pacientes porque se podía "infectar de algo". Sin embargo, el 15 de septiembre llegaron dos reos y un paciente con tuberculosis y los pusieron junto a él. A Janet le dijeron que estarían allí mientras buscaban otro cuarto.
Ese mismo día, el médico Fernando Legleu le solicitó comprar fluconazol, un medicamento utilizado para combatir las infecciones por hongos. Ella lo compró y lo entregó al personal médico. Pasó más de una hora y no se lo aplicaban. Al ver esta situación ella acudió al área de Trabajo Social. Minutos más tarde, recuerda, la enfermera le reclamó "por qué había ido de chismosa".

Inesperado
El domingo 16 seguían en el área de urgencias, aunque ya aislados. Por la noche Janet reportó que no le dieron de cenar a Ramón y pidió permiso para introducir alimentos al hospital. Hasta ese momento él estaba consciente y platicaron hasta la medianoche, cuando él se durmió.
El lunes 17 por la mañana no le permitieron la entrada debido a que ya había comenzado la ronda matutina de médicos. Decidió ir a preguntar al Centro Ambulatorio de Prevención y Atención del VIH/sida en Infecciones de Transmisión Sexual (Capasits) local, donde se atendían ella y su pareja, si le podrían proporcionar el fluconazol. El médico del lugar, Francisco Alfonso Escobar Valle, llamó al área de urgencias del Hospital General, debido a que en el Capasits sólo había el medicamento en la presentación de tabletas, y originalmente le habían solicitado inyecciones. Le comunicaron que no había problema y así Janet recibió una caja.
Cuando llegó al hospital y pidió entrar para entregar el medicamento, vio que un grupo de médicos rodeaba la cama de su marido. El doctor Legleu Terán le informó que su pareja había fallecido.
Su voz se entrecorta al narrar: "Me dijo (el doctor) que toda la noche estuvo muy grave y que se complicó, que le dieron medicina y no respondió y murió de un paro cardíaco, que ya no quisieron hacer más porque él iba a sufrir más".
A ella le sorprendió la noticia porque cuando llamaron del Capasits al hospital, no reportaron ninguna complicación y había estado con él casi toda la noche sin observar ningún problema. La explicación médica no la convenció.
Horas después le entregaron el acta de defunción, en la que se asienta que Ramón falleció a consecuencia de un choque séptico, coccidividomicosis y síndrome de inmunodeficiencia humana (sic).
"No era justo que le pusieran lo del VIH si no murió de eso, puede traerme consecuencias a mí y a mis dos hijos cuando requiera hacer algún trámite porque nos pueden discriminar", recalca.

Más discriminación
Janet no tenía dinero para los gastos funerarios por lo que solicitó los servicios en los velatorios del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) del Estado de Sonora. Vía telefónica le preguntaron cuál había sido la causa de muerte de su esposo. Al mencionar que sida, le respondieron que no le podían dar el servicio ni manipular el cuerpo. Ante esto, optó por utilizar un servicio particular en la funeraria "Santísima Trinidad", la cual le cobró seis mil 500 pesos por el servicio. Al momento, sólo pudo pagarles cuatro mil pesos por lo que le indicaron que le devolverían el acta de defunción de su esposo cuando finiquitara la deuda.
Las inconsistencias por parte del personal médico, la violación a la confidencialidad del paciente en el acta de defunción y la discriminación por parte del DIF son los motivos por los que Janet decidió, acompañada de integrantes de la organización civil Diverciudad, presentar dos quejas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la primera por negligencia médica por parte del Hospital General del Estado de Sonora y la segunda contra el DIF local por la negación de los servicios funerarios.
"¿Una indemnización? No, lo que quiero es que a las personas con el virus nos traten bien y no nos hagan menos", responde Janet, quien a dos semanas de los sucesos espera poder recuperar el acta de defunción de su esposo, tener fuerzas para trabajar y sacar adelante a sus dos hijos.

 

SU B I R