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Por estilo, proclaman a Mitt Romney ganador del primer debate con Obama

La batalla se centró en temas económicos y de política interior

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La esposa de Mitt Romney, Ann, al inicio del primer debate entre candidatos a la presidencia de Estados UnidosFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 4 de octubre de 2012, p. 2

Nueva York, 3 de octubre. Llegaron, se vieron, pero aún no se sabe si conquistaron, aunque los observadores profesionales proclamaron que, por puntos de estilo –no necesariamente sustancia–, el retador ganó.

En el primer debate entre los dos candidatos presidenciales de los principales partidos nacionales, el presidente estadunidense, el demócrata Barack Obama, y el republicano Mitt Romney batallaron frente a un público televidente de decenas de millones (se pronosticaba unos 50 millones) sobre quién es el más confiable para guiar al país hacia el paraíso, o por lo menos para superar las secuelas de la peor crisis económica desde la Gran Depresión.

Presentado como si fuera un campeonato de boxeo, cada uno se había preparado arduamente en los últimos días para subirse al cuadrilátero –bueno, ante dos podios en un auditorio en la Universidad de Denver, con un solo árbitro, en este caso el muy poco peligroso periodista Jim Lehrer– para tratar de convencer a un segmento cada vez más pequeño de votantes no decididos en al menos ocho estados que tienen en sus manos el resultado de la elección del 6 de noviembre.

Aunque las encuestas nacionales más recientes muestran casi un empate (la más reciente de The Washington Post/ABC News reportada hoy fue Obama con 49 por ciento y Romney con 47), en los sondeos en los estados claves aventaja Obama. Por eso esta noche la presión era mayor sobre el republicano, en busca de intentar cambiar la dinámica de la pugna que, por ahora, está perdiendo.

La batalla de 90 minutos de duración se redujo a algo bastante simple: Romney tenía que ganar el argumento de que Obama está fracasando en impulsar una recuperación económica y que él, el republicano, con su experiencia empresarial y financiera, es el líder que necesita el país para recuperar su pasada gloria.

Para Obama el punto era afirmar que sus acciones rescataron el país del borde del caos y que ya rinden fruto y que su contrincante sólo representa un regreso a las políticas que detonaron la crisis. Él, quien era el candidato del cambio hace cuatro años, ahora tenía que argumentar contra el cambio.

En este primero de tres debates programados el enfoque fue sobre temas de política doméstica, y la batalla central fue sobre la economía.

Los dos candidatos hablaron sobre desempleo, reforma de salud, déficit presupuestario, deuda nacional, impuestos, educación y energía.

Ambos se proclamaron campeones de la clase media (Obama dijo que eso es “patriotismo americano”) y coincidieron en que desean generar empleo, independencia energética, mejor educación y la oportunidad para todos. Si hubo un tema que podría ser identificado como disputa central, más allá de los detalles de propuestas políticas, tal vez fue el del papel del gobierno federal.

España gasta 42 por ciento de su economía en el gobierno. Ahora nosotros gastamos 42 por ciento de nuestra economía en el gobierno. No quiero ir por ese camino hacia (la situación de) España, expresó Romney.

Insistió en que la respuesta correcta no es por el gobierno federal (...) La iniciativa privada y la responsabilidad individual siempre es la indicada, tanto en torno a resolver el problema de costos de salud como en todos los rubros.

Romney reiteró que los derechos del individuo son más sagrados que los del gobierno, con base en los documentos que fundaron este país.

Afirmó que el gobierno no puede hacer una mejor labor que los individuos persiguiendo sus sueños.

Obama subrayó que más allá de que el papel primario del gobierno es mantener segura a la ciudadanía, éste puede abrir oportunidades y establecer un marco para canalizar lo que definió como producto del genio del sistema estadunidense: la libre empresa, la libertad con el fin de que todos tengan la misma oportunidad para ejercer esa libertad bajo las mismas reglas para todos.

Romney acusó a Obama de promover un sistema que parte del gobierno hacia abajo.

El presidente reviró que su contrincante promueve una política económica de los de arriba hacia abajo.

Más de lo mismo

Romney intentó enmarcar esta elección como un referendo de los últimos cuatro años. Una y otra vez atacó la gestión del presidente, recordando que 23 millones de personas están desempleadas, que hay millones más que hace cuatro años recibiendo asistencia alimenticia, que la deuda y el déficit continúan creciendo, entre otras cosas, para concluir: esto no está funcionando (...) Es tiempo para un nuevo camino.

Anunció que revocaría la reforma de salud de Obama, y lo atacó por haber invertido todo su esfuerzo en sus primeros dos años en la Casa Blanca promoviendo ésta, en lugar de generar empleo.

Repitió varias veces que su prioridad es la creación de empleos. Insistió en que su plan generaría 12 millones de plazas laborales, abriría todas las fuentes de energía, promovería más comercio, particularmente con América Latina, mejoraría el sistema educativo, resolvería el déficit y apoyaría a los pequeños negocios.

Obama defendió su gestión recordando que él heredó la crisis económica más grave desde la Gran Depresión, y que no sólo se logró superar la emergencia, sino rescatar la industria automotriz, promover lo que dijo es la más amplia reforma sobre el sector financiero desde los años treinta y la implementación de su reforma de salud.

Agregó que las propuestas de Romney ya se habían intentado antes, en 2001, cuando se libraron dos guerras, una reducción de impuestos y más, lo cual culminó con la crisis económica. Sostuvo que las políticas de Bill Clinton eran el modelo indicado, con el que se generaron 24 millones de empleos y se logró convertir el déficit en el presupuesto federal en superávit.

Empleó la táctica de su campaña de cuestionar la confiabilidad de su contrincante, repitiendo que nunca ofrece detalles de sus propuestas. Preguntó si la razón por la cual Romney está manteniendo en secreto todos sus planes sobre la reforma del sector financiero y de salud es porque beneficiarán tanto a la clase media.

Lo que ninguno mencionó fue la cada vez mayor desigualdad económica en el país (sólo hablaron de las dificultades y defensa de la clase media), ni hubo referencias a los inmigrantes, ni al tema de control de armas de fuego, al problema de drogas o de derechos civiles, entre otros temas domésticos.

El primer debate es el más visto y el que puede tener mayor impacto sobre la dinámica de la contienda, pero históricamente estas discusiones no han transformado las preferencias, aunque sí han logrado cambiar percepciones públicas. Sin embargo, es una de las pocas ocasiones donde los candidatos tienen un público nacional.

Los consejos para cada uno eran parecidos: no sean arrogantes, sean presidenciales, no se burlen del otro. Pero para Romney era urgente anotar golpes para tratar de ganar. Para Obama, con su creciente ventaja en algunos estados claves, el objetivo era simplemente no perder en este debate.

Al final, medios y comentaristas proclamaron triunfador a Romney en estilo por ser enérgico y tomar la ofensiva y lograr lo que tenía que hacer, mientras el presidente se vio poco ágil y no cumplió con las expectativas.

Pero en los hechos no hay evidencia de que alguno conquistara a más votantes en esta batalla. Faltan dos debates antes de las elecciones (y uno entre los candidatos vicepresidenciales, el vicepresidente Joseph Biden y el republicano Paul Ryan).

El debate empezó con un festejo de amor: Obama informo que este miércoles era el 20 aniversario de su matrimonio y prometió a su esposa Michelle, quien estaba entre en el público, que el próximo no lo celebrarían frente a unos 40 millones de personas. Romney los felicitó y dijo al presidente que seguramente compartir esta noche con él no era lo más romántico que se podría haber imaginado para esta celebración.