Opinión
Ver día anteriorJueves 11 de octubre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Perdidos en la traducción
E

sta segunda semana de octubre tienen lugar, en Tokio, las asambleas anuales de los organismos de Bretton Woods: Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, acontecimientos que solían despertar grandes expectativas y que ahora parecen ser recibidos con divertida incredulidad. En sus vísperas ambos publicaron informes anuales, disponibles en Internet. El pronóstico del tiempo –otoñal, moderadamente soleado, templado y sin lluvia: placentero, en una palabra– contrasta con el que corresponde a la economía y las finanzas mundiales, contenido en el reporte del Fondo, y con las prevenciones cada vez menos promisorias de sus voceros. Han subrayado los riesgos de contracción que empañan la perspectiva y fuerzan a revisar a la baja las previsiones de crecimiento y creación de puestos de trabajo, así como las incertidumbres respecto del alcance y oportunidad de las acciones de política reconocidas como indispensables, que frenan la recuperación. Muchos han señalado que la actual es la crisis del empleo. Así lo advirtió en 2009 el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM. Tres años después, el Banco Mundial coloca éste como tema central de su estudio y recomendaciones. No deja de parecer una obviedad que el Banco recomiende colocar al empleo en el centro del escenario, aunque lo justifica que por tanto tiempo se le haya ignorado en su carácter de piedra de toque del desarrollo económico y social, en palabras del Banco. Excede del centenar el número de encuentros, debates, seminarios y conferencias incluido en el programa de las asambleas. Las páginas a examinar se cuentan por millares y por centenares las horas de diálogos. Existe el riesgo de que todo quede, como en el célebre filme, perdido en la traducción.

Es bien conocida la perspectiva inmediata de la economía mundial, que aún no recupera los ritmos de crecimiento anteriores a la crisis y mantiene tasas de desocupación muy elevadas y crecientes, como en el caso europeo. (Alguna reducción, como la ocurrida en Estados Unidos en septiembre –que retiró tres décimas de uno por ciento de la tasa de desempleo, volviéndola a 7.8 por ciento, el nivel que tenía al comenzar el gobierno de Obama– no modifican la tendencia general.)

Las prevenciones se renuevan día a día. Se señalan riesgos contraccionistas severos: en la Unión Europea, desde luego; en EU, donde el desacuerdo político puede traducirse en un dramático ajuste automático del déficit del orden de cuatro puntos del PIB en 2013, y en la extendida desaceleración de las mayores economías emergentes, que habían impulsado la recuperación de 2010.

En efecto, tras la recuperación más o menos generalizada, aunque no vigorosa, experimentada en ese año, en 2011 el crecimiento de la economía global se frenó y resultó alrededor de un tercio inferior al alcanzado el año precedente. La recuperación se frustró, porque, como reflejo de las presiones del sector financiero, la mezcla de políticas económicas se movió progresivamente de las acciones encaminadas a fortalecer la recuperación económica y la generación de empleos, adoptadas en 2008 y 2009, a las destinadas a alcanzar la consolidación fiscal, aunque las primeras no habían fructificado lo suficiente y no se advertía, salvo excepciones localizadas, urgencia de restablecer equilibrios fiscales y financieros.

Para el año en curso y el siguiente, se espera la continuidad del estancamiento en el segmento avanzado de la economía mundial, con episodios de contracción, como el de 2012 en la zona del euro, y que se mantenga en las economías emergentes y en desarrollo un crecimiento por debajo del alcanzado en 2010 y en los años previos a la crisis. Esta atonía impedirá una reducción significativa del número de desocupados, en especial entre trabajadores jóvenes y desempleados de largo plazo.

La perspectiva para EU, cuya influencia sobre la economía mexicana no puede exagerarse, se ve enturbiada por el acantilado fiscal desde el que el país puede precipitarse al iniciarse 2013. Como se sabe, el fiscal cliff es resultado de un acuerdo en el Congreso que obliga a alcanzar antes de 2013 un acuerdo para la reducción progresiva del déficit presupuestal. De no conseguirse fenecerán, en forma automática, exenciones y privilegios impositivos, algunas modalidades de seguro de desempleo y se reducirán partidas presupuestales, tanto mandatorias como discrecionales.

El resultado sería, junto con una reducción súbita y masiva del déficit, una contracción de la actividad económica, del orden de -0.5%, y un salto de los niveles de desocupación, por encima de 9 por ciento. En un año electoral y de actitudes políticas exacerbadas, sobre todo de la derecha republicana, no es desechable el riesgo de que se haga saltar a la economía desde ese acantilado. Si se salva el precipicio, el crecimiento sería de apenas 1.7 por ciento y el desempleo retornaría a 8 por ciento o por arriba.

Será la parquedad o atonía, a diferentes niveles, lo que caracterice al comportamiento de la economía global hasta mediado el decenio y un poco más allá. Quizá pueda hablarse en el futuro de the flat teens cuando se quiera aludir al decenio de los 10 de este siglo.

La ausencia o parquedad de los estímulos externos al crecimiento de las economías abiertas, como México, característica de los primeros años del decenio, se mantendrá a lo largo de toda su primera mitad. Esta situación, más o menos carente de lustre para las economías a las que más estrechamente se vincula la de México –EU en primer término y bastante más atrás las de la Unión Europea– ofrece la oportunidad de reforzar en serio los factores dinámicos endógenos, tanto del lado de la demanda de inversión como de la de consumo. Políticas orientadas al crecimiento y al bienestar social podrían definir un espacio para el país, tanto en la región como en el conjunto de la economía global.

En este sentido, recomendaciones de política como las formuladas por el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo podrían instrumentarse en los años intermedios del decenio y mantenerse más adelante como una opción que desembocase en un nuevo consenso de desenvolvimiento preocupado por la igualdad y respetuoso del ambiente.