Opinión
Ver día anteriorJueves 11 de octubre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Historia de una infamia: traficar drogas
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ace dos meses viajé por China y a menudo los guías –ya fueran buenos, malos o peores– se referían casi sin excepción a las dos guerras del opio, conducidas principalmente por la Gran Bretaña, libradas entre 1839 y 1860, con el resultado final de la derrota de China y la libre introducción del cultivo del opio que ya desde antes Inglaterra contrabandeaba.

Hablo de esas guerras en Xian con Andrea, uno de los jóvenes guías más inteligentes y cultos que me haya tocado jamás en los viajes desafortunados en que he tenido que recurrir a esta relativamente nueva categoría humana, cuyo origen remonta al desarrollo comercial del turismo. Y mientras nos proporcionaba datos acerca de las maravillosas esculturas de guerreros de terracota que admirábamos con delectación, y, debido a una asociación que ahora no recuerdo bien, se refirió a ese acontecimiento histórico que tantos problemas le ocasionó a su país. Obviamente este dato fue uno de los temas recurrentes del desagradable y pomposo guía que nos tocó en Hong Kong, isla que después de la derrota de China contra los ingleses fue cedida a Gran Bretaña y que, desde finales del siglo XX, cuando recobró ésta su soberanía, se ha reincorporado de manera relativa al continente, según un modelo político intitulado un país, dos sistemas. No está de más recordar que esas dos guerras permitieron a Portugal ampliar su dominio en Macao.

El cultivo y el tráfico del opio impulsados por las naciones imperialistas de Europa, empezando por España en el siglo XVI, produjo una cantidad importantísima de adictos que sucesivos mandatarios chinos trataron de impedir, estableciendo restricciones para su importación con la consiguiente disminución de su venta en China. Europa importaba gran cantidad de productos chinos, sobre todo té, seda y porcelana que se pagaban con plata, lo cual ocasionó un fuerte déficit en las finanzas de los países involucrados. Con el objeto de paliarlo, los ingleses introdujeron allí el opio comercializado por la Compañía Británica de las Indias Orientales, importante fuente de ingresos para Gran Bretaña.

Completo estos datos con lo que leo en Wikipedia, los transcribo: “El emperador Daoguang, alarmado ante el creciente y desenfrenado consumo de opio en China, encomendó a Lin Hu Tsu su combate. Este ordenó la destrucción de cerca de 20 mil cajas de opio y envió un correo a la Reina Victoria pidiendo que respetase las reglas del comercio internacional, no introduciendo más la droga a suelo chino. Por toda respuesta, en noviembre de 1839, la reina Victoria (la dulce y recatada reina Victoria) envió a la flota británica para atacar a la armada china en Hong Kong, iniciándose la contienda, de la que resultaría derrotada China”.

Nota al margen: como resultado obvio, el consumo de la droga se había incrementado también en Gran Bretaña, recordemos de nuevo a Coleridge, De Quincey, Wilkie Collins...

Y sigo leyendo, cito, sin intenciones de plagio: Tras perder, China se vio obligada a tolerar el comercio del opio y a firmar tratados unilaterales y humillantes en los que se le forzaba a abrir sus puertos; en el Tratado de Nankín, China cedió Hong Kong a Gran Bretaña y amplió el territorio concedido a los portugueses.

Sigo citando: “El sentimiento de vergüenza y humillación provocaría otras rebeliones en China como la Rebelión Taiping en 1850, considerada como una segunda guerra del opio, luego, la Rebelión Boxer en 1899, y finalmente el levantamiento armado encabezado por Sun Yan-set y el Kuomintang, que traería como consecuencia el derrocamiento, en 1911, de la Dinastía Qing”.

Sin asomo de ironía, me pregunto: ¿podría trazarse un paralelo entre estos acontecimientos históricos que tan bien nos ilustran sobre los procedimientos de los países que pretenden combatir el tráfico de drogas con algunos sucesos recientes –por ejemplo y para citar sólo uno, la operación Rápido y furioso– que suelen producirse en nuestro país?

Twitter: @margo_glantz