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Ver día anteriorDomingo 21 de octubre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El sueño americano no es para mexicanos
E

n el debate presidencial Obama se refirió nuevamente a su país como una tierra de inmigrantes y habló sobre la posibilidad del sueño americano. Lamentablemente ese sueño no es para los mexicanos, o por lo menos para la inmensa mayoría. Y a las pruebas me remito.

Acaba de publicarse en Internet el análisis de la encuesta American Commnunity Survey 2010 sobre la población extranjera y prácticamente en todos los indicadores la de origen mexicano (es decir, inmigrantes mexicanos) se ubica en el último lugar o en la peor situación. El reporte se refiere a México como país, dado el peso de su población (29.3 por ciento) con respecto al total de extranjeros, pero los demás están agrupados regionalmente: Centroamérica, Sudamérica, etcétera. El ejercicio de comparación lo estableceremos con estas dos regiones, que supuestamente serían similares.

En cuanto a la edad de los migrantes, México ocupa el segundo lugar con 61.2 por ciento de los que se encuentran en edad laboral de mayor productividad (18-44), sólo superado por Centroamérica (62.4 por ciento). También figura en primer lugar en el índice de masculinidad con 53.7 por ciento. Sin embargo, aunque la mayoría son hombres, México tiene el primer lugar en natalidad con 85.2 hijos por cada mil mujeres, sólo superado por África con 97.3 hijos por mujer.

En lo que respecta al porcentaje de naturalizados, México ocupa el último lugar con 22.9 por ciento, superado ampliamente por los centroamericanos (29.6 por ciento) y por los sudamericanos (44.4 por ciento.) Este indicador pone en evidencia el alto porcentaje de migración irregular que no puede optar por la naturalización y la poca predisposición de los mexicanos a integrarse.

Sobre la composición familiar, México tiene diferencias relevantes con los otros casos analizados, que hay que evaluar por separado. Los matrimonios representan 58.4 por ciento, para los centroamericanos 47 por ciento y 51.4 por ciento para los sudamericanos. En las unidades domésticas con jefatura masculina México tiene una proporción de 10.9, los centroamericanos 12.8 y los sudamericanos 7.3. De manera similar en cuanto a la jefatura femenina: 17.7 los mexicanos, 21.7 los centroamericanos y 17.5 los sudamericanos. El índice de jefatura femenina mayor es la caribeña 25.5, un patrón típico de esta región. Finalmente las familias mexicanas son más grandes (4.4 miembros), mientras que las de los centroamericanos son de 4 y las de sudamericanos 3.2.

En cuanto al manejo del inglés volvemos a ocupar los últimos lugares, este es un indicador básico de integración. En sólo 3.2 por ciento de las casas mexicanas se habla inglés, mientras que entre los centroamericanos es 6.7 por ciento y en el caso de los sudamericanos 15.4 por ciento. De manera consecuente, 18.9 por ciento de los mexicanos no habla inglés, 30.9 por ciento habla un poco, 22.2 por ciento lo habla bien y 24.7 por ciento lo habla muy bien. En todos estos indicadores los centroamericanos están un poco mejor y los sudamericanos mucho mejor que los mexicanos.

Según Samuel Huntington, el sueño americano sólo se puede soñar en inglés y esta fue una de sus principales críticas a la migración mexicana y latinoamericana en general. En nuestro caso es la segunda generación la que tiene altísimos índices de manejo del inglés. Los migrantes mexicanos de primera generación, son mano de obra barata que trabaja tiempo completo.

En cuanto a credenciales educativas los mexicanos en Estados Unidos tenemos los peores indicadores. El 60.1 por ciento terminó la secundaria o tiene menos estudios y solo 5.3 por ciento son profesionales con grado de licenciatura o posgrado. De los centroamericanos, 49.7 por ciento de su población migrante tiene bajos índices educativos, pero 9 por ciento son profesionales. Para los sudamericanos los índices son muy diferentes, sólo 17.3 por ciento tiene secundaria o menos y su índice de profesionales es alto: 27.8 por ciento.

La participación femenina en el mercado laboral es un indicador de modernidad, en el sentido de independencia, debilitamiento de la familia patriarcal y menor poder del hombre como proveedor único del hogar. Pues bueno, México tiene el menor índice de mujeres en el mercado de trabajo (34.9 por ciento), mientras que para los centroamericanos es de 39.7 por ciento y para los sudamericanos 48.3 por ciento, que supera al promedio general de 47.3 por ciento. El único caso que se sale de la regla es el de las caribeñas que trabajan más que los hombres (50.5 por ciento) y que se relaciona con el alto porcentaje de jefaturas femeninas.

Los números tampoco favorecen a los mexicanos en cuanto al tipo de trabajo. Sólo 8.6 por ciento ocupa niveles de dirección, mientras que los centroamericanos tienen un porcentaje de 10.9 por ciento y los sudamericanos de 27.5 por ciento. Por su parte, tenemos los primeros lugares en los trabajos de cuello azul, 25.2 por ciento en construcción, mantenimiento y extracción, frente al 20.5 por ciento de los centroamericanos y 10.6 por ciento de los sudamericanos. Finalmente, en producción y transporte ocupamos el primer lugar con 22.3 por ciento, frente a los centroamericanos que tienen 19.5 por ciento y los sudamericanos con 12.7 por ciento.

Todo esto se refleja en el salario y en las condiciones laborales. El promedio de ingresos para las unidades domésticas mexicanas es de 35 mil 254 dólares, de 41 mil 305 para los centroamericanos y de 49 mil 741 para los sudamericanos. Mientras que el promedio para los asiáticos es de 63 mil 777 dólares. De manera consecuente, sólo 42.2 por ciento de los mexicanos cuenta con seguro médico, los centroamericanos con 45.2 por ciento y 65.2 por ciento de los sudamericanos.

El último indicador es el índice de pobreza, donde 28.1 por ciento de los mexicanos se encuentra debajo de esta línea fatídica. Mientras que en el caso de los centroamericanos el porcentaje es de 21.1 y el de los sudamericanos de 13.3.

Ha sido un repaso pesado, tedioso y penoso, por lo que pido disculpas al lector. Ahora toca preguntarse por qué estamos en esta situación. Y más aún, qué sentido tiene irse a vivir y trabajar en el otro lado. Espero desarrollar el tema en la próxima entrega.