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El caso del pedalista exhibe métodos que lograron burlar los controles durante años

Armstrong, otro héroe deportivo que cae en desgracia por dopaje

Su nombre se suma al de Marion Jones, Ben Johnson y Barry Bonds en la lista de atletas sancionados

El texano será recordado como protagonista de la época negra del ciclismo

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Al dar a conocer la postura de la Unión Ciclista Internacional sobre el caso de Armstrong, Pat McQuaid, presidente del organismo, dijo que su prioridad es la lucha contra el dopajeFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Martes 23 de octubre de 2012, p. a13

Ginebra, 22 de octubre. Lance Armstrong será borrado de la memoria del ciclismo o recordado como protagonista de los años negros de este deporte, plagado de métodos sombríos, trampas en los controles antidopajes, consumo de eritropoyetina (Epo) y transfusiones sanguíneas que mancharon el palmarés reciente del Tour de Francia.

Para la Agencia Estadunidense Antidopaje (Usada, por sus siglas en inglés), que ha desenmascarado al héroe nacional, la época del ciclismo profesional en la que (Armstrong) dominó el pelotón fue la más sucia de la historia del deporte, y el sistema implantado por el texano fue el programa de dopaje más sofisticado, profesional y exitoso jamás visto.

Este sistema consistía, en términos generales, en contratar a un motociclista para realizar las discretas entregas de productos dopantes durante el Tour, esconder las jeringuillas dentro de latas de refrescos, jugar a despistar a los inspectores y, sobre todo, dominar el aspecto científico del dopaje para evitar dar positivo.

Los métodos no son en absoluto complejos, estima Martial Saugy, director general del Laboratorio Antidopaje de Lausana, gran conocedor del mundo ciclista, quien destaca que el caso Balco, que tuvo lugar más o menos en la misma época, tenía un sistema mucho más sofisticado.

El laboratorio Balco, por el que pasaron los grandes nombres del deporte estadunidense, como la reina del sprint Marion Jones o la estrella del beisbol Barry Bonds, disponía de un producto especialmente desarrollado con el propósito de mejorar el rendimiento sin ser detectado.

El US Postal, en cambio, apostó todo a un medicamento, la eritropoyetina, como tantos otros en aquella época. Esta sustancia, destinada en su origen a tratar la anemia, comenzó a interesar a principios de la década de 1990 a los esquiadores de fondo y a los ciclistas por sus grandes efectos en la resistencia.

La victoria del danés Bjarne Riis en el Tour de 1996 demostró que este producto podía transformar a un simple corredor en gran conquistador de las cumbres alpinas.

El caso Festina en 1998, pese a su gran repercusión, no calmó esta tendencia a dotarse de armamento farmacéutico, aunque supuso la puesta en marcha de un examen de detección de Epo en 2000, que el ciclismo fue el primer deporte en utilizar, y que significó una especie de cortafuegos al consumo masivo y peligroso hasta ese momento.

Para Martial Saugy, el verdadero mérito del US Postal de Armstrong fue saber adaptarse a la lucha antidopaje: Fue un equipo que no escatimó nada en los aspectos de la preparación de un resultado.

Cuando el uso de la Epo se convirtió en peligroso, Armstrong se inclinó por las transfusiones de su propia sangre, método que seguía siendo indetectable a los controles tradicionales, como explicó Floyd Landis, ex compañero del texano.

Tras cuatro años de retiro, el jefe del pelotón pudo ver la diferencia cuando regresó al ciclismo en 2009, ya que la Unión Ciclista Internacional (UCI) implantó un año antes el pasaporte biológico, herramienta que permitía controlar los valores sanguíneos de los corredores y comprobar así posibles manipulaciones.

Pese a no ser el arma definitiva, como reconoce la UCI (que fue el primer organismo deportivo en utilizarlo y sancionar a los corredores), el pasaporte tiene un efecto disuasorio.

Cuatro años después de su puesta en práctica, la mayor parte de los corredores del pelotón presentan valores aceptables, según un balance difundido en junio por la UCI.

Al contrario de otros deportes afectados por el dopaje, el ciclismo no ha reparado en medios y ha sancionado a sus recientes grandes campeones (como el español Alberto Contador, despojado del Tour de 2010), lo que le ha valido ser puesto de ejemplo por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), aunque aún no ha logrado quitarse la imagen de dopaje generalizado.

“En el Tour de 1999 se hablaba de una renovación, pero yo siempre pensé que hacía falta una nueva generación de ciclistas tras el caso Festina”, asegura Saugy.

Esa generación (la de Armstrong) está camino de retirarse y espero que vayamos hacia una dirección diferente, añade.

Mientras llega esa generación que deje atrás uno de los momentos más oscuros del ciclismo, vuelven a relucir algunos momentos escandalosos de la historia deportiva, como el canadiense Ben Johnson, ganador de los 100 metros, con marca de 9.79 segundos, en Seúl 88, quien dio positivo de un esteroide anabolizante.

Con la investigación del caso Balco en 2003, la velocista Marion Jones (ganadora de cinco medallas en Sydney 2000) cayó en desgracia y terminó en la cárcel con seis meses de condena por perjurio; el padre de su hijo, el velocista Tim Montgomery, fue suspendido por dos años en 2005 y fue obligado a terminar su carrera.

Además, cerca de 30 atletas, entre ellos la estrella del beisbol Barry Bonds, fueron condenados a 30 días de arresto en diciembre de 2011 por impedir el buen funcionamiento de la justicia.