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Toros

En el primer petardo de la temporada fracasan la empresa, el ganadero y Enrique Ponce

Triunfa post mortem Mariano Ramos, cuyas cenizas reciben la ovación de la tarde

Prometedora carrera de Diego Silveti

Spínola resulta herido

Penoso encierro de Xajay

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La concurrencia en la Plaza México ovacionó al recientemente fallecido Mariano Ramos al comenzar la temporada grande de la fiesta bravaFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de octubre de 2012, p. a41

Hay toreros tan pero tan buenos que después de muertos su espíritu sigue triunfando, a pesar de las tauromafias y los falsos promotores de la fiesta. Por fin el maestro Mariano Ramos, su espíritu, su trayectoria y su legado, regresaron a la Plaza México, escenario de sus grandes tardes ante verdaderos toros de lidia, no su remedo, así fuera en una urna que conteniendo sus cenizas dio una estruendosa vuelta al ruedo, primero en manos de su prometedor alumno el matador Juan Luis Silis, y después cargadas por el varilarguero Carlos Ibarra. En este país, o en el mundo, no tenemos memoria, pero a la grandeza le basta con saber de lo que es capaz.

Por cierto, Juan Luis Silis, triunfador de la reciente Feria de Pachuca, donde obtuvo dos orejas de un bravo toro de Caparica, no ha vuelto a ver un pitón, por lo que en ese sentido el extraviado empresario de la Plaza México no tiene la culpa de que el resto de los empresarios del país hayan seguido su ejemplo de contratar figuras –o lo que se les parezca–, no de hacer toreros.

¿Y los grandes momentos de la corrida inaugural de la temporada grande 2012-2013? Ah sí, la corrida inaugural.

Bueno, la incorregible empresa de la Plaza México –¿seguirá el jefe de gobierno electo del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, la política de no hagan olas de su antecesor, alcahueteando la desalmada autorregulación taurina de la trinca Cosío-Alemán-Herrerías?– por enésima vez tuvo a bien endilgarle al público y a la gente bonitonta que fielmente acude a los carteles de inauguración y del 5 de febrero, oootra corrida del prestigiado hierro de Xajay –como la reincidente empresa de Aguascalientes con los de Teófilo Gómez–, esa sucesión de mesas con cuernos con que triunfan los Julis, los Ponces y demás embajadores europeos del arte de Cúchares, aunque a los nuestros allá les den leña y sistemáticamente les regateen orejas.

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El español Enrique Ponce desilusionó en la corrida inaugural del coso de Insurgentes

Por consideración al lector no detallo el lamentable comportamiento de los ejemplares –es un decir– de Javier Sordo Madaleno Bringas, ganadero de Xajay, ya que se trató de otro desfile de la antibravura: animales disparejos de presencia, algunos de impresentable encornadura, descastados, sosos, débiles, tardos, deslucidos, con la cabeza a media altura, sin recargar ni humillar en el peto, excepto dos de los siete que salieron por toriles, pues el maestro Ponce, que por consentido le seleccionan, con un maternalismo conmovedor, toritos ideales para su quintaesenciado arte, recurrió como siempre al de regalo, pero ni con ese pudo hacer nada, como no sea despacharlo de cinco pinchazos y 13 descabellos, que para algo se es figura en estos tiempos.

Por su esforzada parte, el pundonoroso Fermín Spínola algo hizo con su primero, pero no logró estructurar del todo la faena y fue cogido al matar recibiendo, llevándose un puntazo en el escroto, y con su segundo, bizco del pitón derecho, cubrió lucidamente el segundo tercio y mató pronto.

Diego Silveti, tercer espada y primero en resultados toreros, a su primero, el menos malo del desalmado encierro, lo veroniqueó con cadencia, quitó por gaoneras, muleteó con inspiración y se ajustó en emocionantes bernadinas, y lo que debió ser una oreja se quedó en vuelta. Con su segundo ejecutó ceñidas saltilleras y se colocó a la distancia justa para templar a otra mesa con cuernos. No, de lujo la tarde.