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Con su reciente obra, el escritor abre la colección Hotel de las letras, de editorial Océano

En La torre y el jardín, Alberto Chimal reúne su descubrimiento de la novela

En su libro emplea el erotismo como metáfora del uso y abuso de poder, explicó en entrevista

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El autor, en entrevista con La JornadaFoto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Domingo 4 de noviembre de 2012, p. 5

Una historia extraña escribió Alberto Chimal en la última página de su nueva novela La torre y el jardín, con la que se abre la colección Hotel de las letras, de la editorial Océano. Esta es la segunda novela de Chimal, quien ha dedicado la mayor parte de su obra a la exploración del cuento y, de manera más reciente, a las microhistorias en 140 caracteres.

La torre y el jardín, antes que nada, es una novela de aventuras; desde ahí es rara: son personajes a los que les pasan muchas cosas mientras exploran un lugar, mientras se aventuran más allá del mundo que conocen. Pero también, este es un proyecto que se vincula a otras cosas que he escrito, y tiene que ver con lo que se llama literatura de imaginación, fantástica; además, con ese personaje con el que he estado trabajando durante muchos años: Horacio Kustos.

De alguna manera, añade el narrador en entrevista, creo que este libro es la columna vertebral de un trabajo que he estado haciendo durante mucho tiempo. Es un libro que me tomó muchos años. Lo comencé en 2004, lo terminé este año, y reúne un montón de temas que me interesan, historias y personajes y, por decirlo así, todo mi descubrimiento de la forma de la novela, porque mucho tiempo había escrito y publicado prácticamente sólo cuento.

La historia de este libro ocurre en un burdel que pareciera ser infinito, con varios pisos, aunque por fuera sólo tiene siete. El burdel esconde un misterioso jardín donde se practica la zoofilia –aunque ninguna escena esté escrita con lujo de detalles–, un lugar muy perverso. Ese sitio es para mí como el lugar donde se junta lo más sórdido de la vida real, lo más terrible, lo más rutinario, con lo más extraño y lo más sorprendente.

Me gustaría pensar que también esta historia puede ser la del momento en que un puñado de personajes encuentran una modificación fundamental en sus vidas, hacen un descubrimiento que lo trastoca todo, y ese descubrimiento siempre es, en las novelas de imaginación, una metáfora. En este caso es como una metáfora de las vueltas y de las torceduras que puede haber en la vida de cualquiera, en las cuales aquello que nos parecía muy seguro, muy claro, de pronto se revela que es otra cosa, que nunca fue lo que pensábamos, y eso nos puede pasar incluso en circunstancias de lo más cotidianas y de lo más mundanas.

El erotismo de La torre y el jardín como metáfora del poder, de su uso y abuso, como moneda de dos caras: por un lado la manifestación extrañísima del amor, y por el otro una manifestación muy extraña del uso y abuso del poder. Me parece que tristemente en este mundo muchas veces cuando nos vemos aplastados por otro, cuando nos vemos dominados, sometidos por alguien más, ya sea en la familia, la política, en el trabajo, en cualquier situación, en lugar de tratar de recobrar la poca libertad, tratamos es repetir ese patrón de abuso en alguien que está por debajo de nosotros; de eso trata también la novela.

Esta es la segunda ocasión en la que Alberto Chimal incursiona en la novela. La primera fue en Los esclavos. Aunque siempre defenderé el cuento, y siempre espero volver a él, porque es un género que me fascina y que tiene muchísimo por decir, como siempre lo ha tenido, me interesaba la novela y encontrar un tema, una historia que valiera la pena contar en este género y que me permite hacer cosas que quería, jugar con diferentes modos de contar, con la estructura con la forma, con diferentes tiempos y personajes. Lo que no sabía es que iba a ser un proceso tan largo.

Ahora, Alberto Chimal está iniciando una nueva novela. Hoy ya sé que puedo escribir una novela de 400 páginas; ya sé que puedo, por lo menos, apuntar hacia este tipo de escritura.