Opinión
Ver día anteriorLunes 12 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El proyecto imposible
L

a idea de que la reciente jornada electoral representa la restauración del Partido Revolucionario Institucional (PRI) forma ya parte de la percepción general. Pero resulta imposible. Pasa lo mismo con la idea de que, gracias a ella, Carlos Salinas volverá por sus fueros. Por mucho que el PRI y Salinas se empeñen en generar esa ilusión, con ayuda de críticos y enemigos, sus esfuerzos están condenados al fracaso. No regresarán.

Lo que se nos viene encima es mucho peor que una restauración. Parte de los votos que no se compraron fueron otorgados por nostalgia. Algunos piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, dadas las incompetencias de Fox y Calderón. Otros añoran al PRI que les dio la tierra y expropió el petróleo; al que fundó y amplió la Conasupo; al que apoyaba al campo, aunque fuese con regateos y corrupción; al que respaldó a Cuba en momentos críticos y tenía una digna política internacional…

Para cierto número de personas, cosas como ésas parecen pesar más que los horrores, que todos conocen y reconocen y forman un rosario interminable de comportamientos abominables. Algunos ponen Tlatelolco por encima de todos los demás. Otros mencionan San Salvador Atenco o Acteal. No hay forma de detenerse cuando se enumeran los males que todas las encarnaciones del PRI trajeron al país.

Lo que se ha estado llamando nuevo PRI, empero, tiene escaso parecido con esas variantes de la franquicia, aunque retenga sus mañas, y carece del contexto en que cada una de ellas pudo existir. El 1º de diciembre no habrá viraje en la orientación y propensiones del gobierno. Se mantendrán y profundizarán las políticas de los últimos 12 años y la subordinación a Estados Unidos y al gran capital. Seguirán vigentes las alianzas con el Partido Acción Nacional (PAN). Será cada vez más difícil encontrar diferencias ideológicas importantes entre esos dos partidos.

La destrucción del PRI del nacionalismo revolucionario se inició con el golpe de Estado incruento a cargo de Miguel de la Madrid, que desplazó a la vieja clase política. La presidencia imperial se ejercía con base en un poder económico muy real. Cuando De la Madrid tomó posesión el sector público representaba dos terceras partes de una economía muy cerrada. Aunque el gobierno ponía su control de la economía al servicio del capital, tenía un margen amplio para cumplir otras funciones públicas. Cuando Fox tomó posesión, el sector público representaba menos de la quinta parte de una de las economías más abiertas del mundo. El gobierno y el país carecían ya de control de la economía. Lejos de intentar recuperarlo, el nuevo PRI profundizará la subordinación al capital privado, particularmente el trasnacional, como declaró Peña en cada una de las estaciones de su periplo europeo. No regresará al nacionalismo revolucionario.

El contraste es aún más claro en lo político. El viejo PRI estaba colgado de la voluntad del presidente, que lo dirigía y controlaba con férrea verticalidad, lo mismo que a las innumerables mafias que había creado en el país. El presidente controlaba por completo a su gabinete y a los tres poderes del gobierno. No tenía rivales de importancia ni frenos o contrapesos. Podía presumir de una dictadura perfecta. Fox no controlaba su gabinete, su partido, los poderes del gobierno y ni siquiera la casa presidencial. Aunque Calderón usó su posición de comandante en jefe para infligir un enorme daño al país, no controló al Ejército mismo o alguna de las esferas del gobierno. No es capacidad de gobernar la facultad de servir a los poderes privados que imponen su voluntad en el país.

El nuevo PRI no ha mostrado intención alguna de liberarse de las tutelas nacionales e internacionales que gobiernan al gobierno mexicano. Al contrario. Muestra, como el señor Salinas, la intención de servirlas en forma abierta. Sus limitaciones no dependen de su voluntad, sino de su debilidad: carece ya del poder económico y político que tenía el viejo PRI y está inevitablemente en manos de la coalición de mafias que lo constituyen y controlan.

No habrá restauración. Pero eso no es buena noticia. Seguirá la espiral de barbarie en que estamos. Puede preverse que el estilo Atenco de gobernar, la represión abierta, se combinará con la táctica que se aplicó recientemente en San Dionisio del Mar: cuadros locales bien domesticados y entrenados, dispuestos a la violencia por las migajas que les arrojan, se enfrentarán a los rebeldes, de tal modo que la represión parezca conflicto entre particulares. O bien, como en Chiapas, se usarán paramilitares.

No se trata hoy de prepararnos a luchas políticas como las del pasado, sino de anticipar el agravamiento de la guerra civil en que ya estamos.