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Su vida de guaracha terminó como balada triste luego de ser baleado

Murió Macho Camacho; lo desconectaron ayer

El boricua, tres veces campeón mundial, libró batallas contra el alcohol y las drogas

 
Periódico La Jornada
Domingo 25 de noviembre de 2012, p. a13

San Juan, 24 de noviembre. El tres veces campeón mundial de boxeo Héctor Macho Camacho murió este sábado, cuatro días después de ser baleado en la cara durante un atentado.

Camacho, de 50 años, fue declarado muerto tras ser desconectado de una máquina que lo mantenía con vida, luego de sufrir un segundo ataque cardiaco hoy por la mañana, informó el director del Centro Médico Río Piedras, Ernesto Torres.

Había sido declarado con muerte cerebral el jueves, tras ser baleado el martes mientras estaba sentado en su automóvil junto a su amigo Adrián Mojica Moreno, de 49 años, afuera de una licorería en el suburbio de Bayamón, el lugar de nacimiento de Camacho.

Dos hombres armados abrieron fuego contra el vehículo; mataron al conductor, Mojica Moreno, e hirieron a Camacho en la mandíbula. La bala fracturó dos vértebras y se alojó en un hombro, con lo que daño arterias que llevan sangre al cerebro.

La policía encontró nueve pequeños paquetes de cocaína en los bolsillos del conductor y uno abierto dentro del auto. El tiroteo está bajo investigación y no se han realizado arrestos.

El boxeador zurdo, que creció en el populoso barrio Spanish Harlem de Nueva York, tuvo récord de 79-6-3, con 38 nocauts.

Su carrera de tres décadas se caracterizó por un estilo extravagante y derrotó a algunos grandes de su época, incluyendo a Roberto Durán y a Sugar Ray Leonard, quien se retiró después de ser noqueado por el boricua. Sin embargo, ambos ya estaban en la última fase de su carrera. Otros rivales fueron Julio César Chávez, Félix Trinidad y Óscar de la Hoya.

El deportista ganó los títulos mundiales superpluma, ligero y superligero entre 1983 y 1991. Después combatió esporádicamente en 2005, 2008 y 2010.

Sin embargo, Camacho también combatió contra problemas de alcohol y drogas. Fue sentenciado a siete años de prisión en 2007 por el robo en una tienda de computadoras en Misisipi. Durante su arresto le encontraron la droga éxtasis. Su sentencia fue reducida a un año y luego salió en libertad condicional, pero incumplió y estuvo preso por dos años.

En 2012, la policía lo acusó de abuso por supuestamente haber golpeado a su hijo en la casa de su ex esposa en Florida, ya que Camacho creía que le había robado dinero.

Los familiares habían discutido desconectarlo de la máquina que lo mantenía vivo, pues algunos de ellos, como su hijo Héctor Machito Camacho, tenían la esperanza de que se recuperaría.

El viernes por la noche, su madre, María Matías, admitió que Dios se lo ha llevado e indicó que estaba esperando la llegada de los otros hijos de Camacho antes de desconectarlo.

Se había mencionado la posibilidad de donar sus órganos, pero Torres afirmó que pasó mucho tiempo desde que fue declarado clínicamente muerto el jueves por la mañana como para donar sus órganos ahora.

Por su parte, el presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), José Sulaimán, mencionó que con la muerte del Macho el boxeo pierde luz, brillantez, alegría.

Aseguró que era uno de mis consentidos por como me trataba, con respeto, y lo consideraba no sólo un gran boxeador, sino también un amigo.

Informó que el CMB le realizará un homenaje durante la convención del organismo en Cancún, el próximo mes.

Era un peleador espectacular y brillante, con rapidez y técnica depurada, dijo Sulaimán, al señalar que grandes boxeadores hay muchos, pero con la peculiaridad como él en el ring no hay otro. Sin duda pasará a la historia.

(Con información de Erendira Palma Hernández)

Tengo que estar a la altura de mi personaje

Juan Manuel Vázquez

La vida del Macho Camacho fue una guaracha interminable. Puro vacilón y chulería. Una biografía para ser cantada y bailada como si fuera un éxito de música tropical. Era ante todo un personaje pícaro y jocoso, y también un hombre esclavizado a ese disfraz que construyó en sus años de gloria como boxeador y que se hizo perpetuo cuando la edad y la vida lo llevaron al ocaso. La guaracha del Macho terminó, sin embargo, como una balada triste. Abatido a tiros, el martes en Bayamón, con muerte cerebral y desconectado de los aparatos que lo mantenían vivo la madrugada de este sábado.

Foto
Héctor Camacho, en 1997, cuando venció a Sugar Ray LeonardFoto Reuters

Hace un par de años, en febrero de 2011, Camacho fue invitado de honor a una pelea de campeonato mundial en Mérida, Yucatán. Apenas apareció en la ceremonia de pesaje y aquello se convirtió en una fiesta. Hablaba mientras bailaba y cantaba mientras charlaba. Era un nene malcriado, como él mismo se describió en entrevista con La Jornada. Lo que sigue fue parte de aquella plática en un caluroso mediodía yucateco.

Hacía tres décadas que había ganado su primer título mundial, pero aún era el Macho Camacho, el boxeador excéntrico que tomó su nombre de batalla del libro del boricua Luis Rafael Sánchez, La guaracha del Macho Camacho, una novela para tararear, en la que se narra el éxito de una canción de baile llamada La vida es una cosa fenomenal.

Ese libro tiene muchas mañas como las mías. Me hizo vivir antes de que yo naciera como peleador, recordó emocionado el libro más exitoso de la literatura puertorriqueña, publicado en 1976.

Soy un nene bueno, tarareó el peleador como si fuera el coro de una salsa. También soy muy maniático, completó cantando sin dejar de moverse, con una suerte de cabeceo como cuando eludía los golpes recargado en las cuerdas. Estaba sudoroso, con la camisa abierta que lucía un gigantesco dije con la palabra Macho, parecía un bailarín del Spanish Harlem que presumía sus mejores pasos.

Cosa que hago, cosa que la gente hace grande y siempre me toca ser el malo, soltó como hacen los niños a los que culpan de todo. No importa –dijo resignado–, porque al final aseguraba que le quedaba la alegría de haber sobrevivido para contarlo.

Y como en la letra de una salsa dramática, el Macho Camacho recordó que su vida también era el escándalo, porque su personaje era una colección de máscaras y episodios que le dieron fama y mala reputación. Era el joven que a los 15 años ya había estado preso en Nueva York por el robo de un automóvil. Era el peleador que estuvo envuelto en problemas de drogas y alcohol. Era el veterano de los cuadriláteros, acusado de robar una tienda de computadoras y arrestado por posesión de pastillas de éxtasis.

También era el boxeador viejo que se resistía a dejar los guantes ante la mirada desconfiada y severa de los aficionados. Y la figura que participaba en un programa de concurso de baile. Todo eso era el Macho Camacho. La guaracha alegre y el bolero desgarrador.

Antes decían que yo era el malo, pero hoy dicen que soy bueno. Ahora sé que ni uno ni otro es verdad, dijo para sobreponerse a la condena de su propia biografía.

Ni bien ni mal, dijo, porque sabía que ante todo era un personaje. Uno que a veces llegaba a pesarle tanto como las cadenas doradas, tan gruesas como un dedo índice, que pendían de su cuello. Un personaje –contó– que lo esclavizaba todo el tiempo. El dije descomunal que llevaba con su apodo se lo recordaban como un grillete repleto de piedrecillas.

La condena era ser el Macho Camacho de tiempo completo. De lo contrario decía que la gente se sentía defraudada. De Héctor, el puertorriqueño, sólo se esperaba que fuera lo suficientemente Macho. You know, repetía al finalizar cada frase. Lo siento, la gente viene y me exige que esté a la altura de este personaje.

Por esa razón el Macho seguía peleando, a pesar de que estaba a punto de alcanzar el medio siglo de edad (tenía 48 años en aquel entonces, murió a los 50).

Hice 90 peleas en las que desafié a los mejores. ¡Y también perdí ante los mejores! Presumía sus derrotas ante Julio César Chávez, Óscar de la Hoya y Félix Trinidad, porque, para él, perder también era un asunto de prestigio.

Ya no pisaba los majestuosos cuadriláteros de Las Vegas o Nueva York: peleaba en salones de hoteles modestos y en centros de convenciones.

Algunos piensan que ya no puedo ganar porque estoy viejo o porque me ven gordo, o porque antes usaba drogas, pero qué tal que hago lo inesperado, dijo con una sonrisa maliciosa.

El día de su retiro quería bajarse del cuadrilátero con mucho estilo. Parecía que hablaba en serio. De pronto estalló en una carcajada, después siguió la guaracha perpetua del Macho Camacho.