Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 25 de noviembre de 2012 Num: 925

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Ricardo Venegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Museo de la Memoria
de Rosario: el derecho
a la dignidad

Rubén Chababo

Bryce y el Premio FIL
Marco Antonio Campos

Ganar el “Nobel
de los chicos”

Esther Andradi entrevista con María Teresa Andruetto

El placer en la trampa
de la postmodernidad

Fabrizio Andreella

Retratos de
Álvarez Bravo

Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Perfiles
Neftali Coria
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Galería
Ilan Stavans
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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La vida puede cambiar en un instante

Juan Gerardo Sampedro


22/11/63,
Stephen King,
Plaza Janés,
México, 2012.

Apartado ahora de los temas que lo convirtieron en un verdadero bestseller, el representante del horror actual, Stephen King, se arriesga a publicar una extensa novela en cuya trama el lector va descubriendo cómo era la vida cotidiana en Estados Unidos a finales de la década de los cincuenta e inicios de los años sesenta: un reto difícil si se piensa, por ejemplo, en Libra de Don DeLillo (Ediciones B, 1998) un texto donde el narrador va adentrándose en la vida de Lee Harvey Oswald, el hombre que terminó con una parte de “los sueños de América” al asesinar al entonces presidente John f. Kennedy en Dallas, Texas.

22/11/63 alude a la muerte de Kennedy: Jake Epping, un profesor que imparte redacción a un grupo de adultos, se ve involucrado en la vida de uno de sus alumnos, Harry Dunning, luego de leer el ejercicio de escritura que éste le entrega: su padre había asesinado a su madre y a sus hermanos un mal día que le cambió en un instante la vida.

Novela que se bifurca, el personaje Epping, el Yo narrador (ubicado temporalmente en 2012), es amigo de Al Templeton, el propietario de un pequeño restaurante gravemente enfermo de cáncer, quien le pide que, a través de una especie de alacena, realice un viaje al pasado con el único objetivo de impedir que Lee Oswald asesine a J.F. Kennedy. Un efecto llamado mariposa: ¿cómo sería hoy el mundo si el presidente de la nación más poderosa del mundo no hubiese sido acribillado?

Al instruye a  Epping, le da dinero de la época y le advierte de la presencia de otro esencial personaje: Mr. Tarjeta Amarilla, un hombre que será advertencia y guía en su recorrido que va de 1958 a 1963. Al muere mientras Epping se convierte en un extraño habitante del pasado bajo el nombre de George Amberson, un sospechoso que se dedica a escribir ficción al tiempo que le sigue los pasos a Lee Oswald. 

La vida cotidiana de Estados Unidos, llena de referentes históricos, en 22/11/63 se entremezcla con hechos y personajes protagónicos de la política internacional: el intento y el fracaso de la invasión a Bahía de Cochinos por parte de EU, aduciendo la instalación en la isla de armamento nuclear enviado por la Unión Soviética; el perfil de Edgar Hoover, quien intuyó lo que habría de ocurrir.

Amberson evita que el padre de Harry asesine a sus hijos y busca que Kennedy no sufra el atentado. Descubierto por Sadie, una mujer de quien se enamora, Amberson le confiesa todo. Ella entonces se convierte en su cómplice pero muere en el intento de detener a Oswald. Es aquí donde 22/11/63 se convierte en un thriller sin grandes recursos.

Frank Epping regresa del pasado y se entera –vía archivos electrónicos– que nunca murió Sadie y que Oswald logró su cometido: el pasado siempre se resiste al cambio. El padre de Harry también habría dado muerte a su esposa e hijos.

Es verdad que los temas se imponen y 22/11/63 no es una novela sobresaliente. Es, en todo caso, una apología de J. F. Kennedy. Lo que se cuenta en tantas planas pudo bien resolverse en mucho menos espacio. Uno termina en definitiva por volver a Carrie, El Cuerpo o El Resplandor, al mejor Stephen King.


El mundo interno como laberinto

Antonio Soria


Tiempo bífido,
Leda Rendón,
Instituto Cultural de Aguascalientes,
México, 2012.

“Se sabe que las emociones centrales de un relato tienen todo que ver con el mundo interior del narrador”: así lo confiesa quien cuenta, en primera persona, todo cuanto acontece en “Ácido”, cuarta pieza de este cuentario con el que Rendón, su autora, obtuvo en 2011 el Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos (el cual es, dicho sea entre paréntesis, uno de los certámenes literarios más longevos y, para fortuna suya y de quienes responden a su convocatoria, de los pocos –entre los muchos, los demasiados existentes hoy en día– verdaderamente dignos de llevar en su nombre el vocablo “nacional”).

A menos que Rendón incurriese en una tremenda incongruencia –cosa que no sucede en ninguno de los cinco cuentos aquí reunidos–, entonces vale decir de ella lo que ella misma le hace decir a esa narradora que, a su nombre, expone en una sola frase toda una poiesis: que la principal materia narrativa, por principio y hasta las últimas consecuencias, está formada por el pensamiento más profundo de su autor, incluyendo pulsiones, miedos, recuerdos, deseos, angustias, dolores y extravíos varios, a todo lo cual es posible acceder por medio de eso que, en líneas y entre líneas, cada lector sea capaz de entresacar. En otras palabras que, para contar, cuando dicha acción se ejecuta a partir de la más total de las franquezas, es preciso el desnudamiento también absoluto de la psique, sin que para ello importe si ese des-velar es un acto de la conciencia o le pertenece por completo al subconsciente.

Tal es la materia que moldean las palabras, los párrafos, las historias contadas por Leda Rendón: recuerdos, unos lejanos y otros inmediatos; angustias, lacerantes todas; deseos, imperiosos siempre; miedos, insondables e infinitos todo el tiempo; extravíos, los necesarios para encontrar, quizá más por azar que por la eficacia de las rutas elegidas, alguna salida al que la autora, de seguro consciente de la alusión reptílea, ha llamado Tiempo bífido: uno que serpentea y que, como hacen las cobras con su víctima, hipnotiza y encandila; que inmoviliza para mejor atrapar y engullir.

Inmersa sin remedio en un remolino de presencias familiares que, con diferente o casi con el mismo nombre, resuenan de un cuento a otro, la o las protagonistas de este conjunto de historias alucinadas hurga en el fondo de su propio mundo interior y, a la manera quizá de una Leonora Carrington o una Remedios Varo que escribieran, mira de frente a sus demonios, los narra y los escruta, dialoga e interactúa con ellos, para luego desdoblarse en un otro yo que, si no se suicida o enmudece antes de tiempo, tal vez corra con mejor suerte a la hora de salir del laberinto.

“Detrás del espejo”, “Tiempo bífido”, “Línea de sangre”, “Ácido” y “La última”, son los títulos de los cuentos de este volumen que toma su nombre de la segunda de las piezas, precedidas por un prólogo a cargo de Andrés de Luna.


Fue hace treinta años

Raúl Olvera Mijares


El va y ven de las Malvinas,
Fernando del Paso,
FCE,
México, 2012.

El pasado 15 de junio de 2012 la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, reclamó ante las Naciones Unidas, tras cumplirse treinta años de la Guerra de las Malvinas, la cual se extendió por setenta y cuatro días, entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, y costó la vida de 649 argentinos, 255 británicos y tres isleños (considerados en aquel entonces como ciudadanos de segunda), el derecho a sentarse simplemente a sostener negociaciones con el Reino Unido acerca del futuro desalojo de las Falklands. En México, la efeméride tampoco pasó desapercibida. Fernando del Paso recogió, acompañándolos de un breve prólogo y un epílogo, once artículos aparecidos en la revista Proceso, que envió desde su estancia en Londres, donde trabajaba en el Servicio Latinoamericano de la British Broadcasting Corporation, mejor conocida como la BBC, como traductor, locutor y productor de programas de radio.

Consciente de que sus contestatarios aportes periodísticos no pasarían desapercibidos ante el Latinamerican Desk del Ministerio de Relaciones Exteriores británico, el cual tenía por función monitorear los medios impresos y audiovisuales en la América hispánica, Fernando del Paso realiza un ágil y claro recuento de los acontecimientos de un conflicto absurdo, justificado por parte de los ingleses mediante la defensa de la integridad física de mil 800 colonos que vivían en las islas y, sobre todo, dada la profusión de recursos naturales (petróleo en aguas profundas, yacimientos minerales y productos marítimos) y la posición geoestratégica en el control sobre el Estrecho de Magallanes, una vía de comunicación entre el Atlántico y el Pacífico con más potencialidades en el futuro incluso que el mismo Canal de Panamá, eso sin mencionar la disputa territorial por la Antártida.

Si al inicio de las hostilidades el presidente Reagan se mostró neutro y renuente a vulnerar los intereses de sus asociados en el Cono Sur en el combate del comunismo, en este caso el general Galtieri y su régimen autoritario, al final su actitud fue favorable a las ambiciones imperialistas británicas, en clara contradicción respecto de la doctrina Monroe, “América para los americanos”. Hoy en día la primera mandataria cuestiona la necesidad de establecer bases militares estadunidenses precisamente en las Malvinas, una región del mundo libre de pugnas, por el momento al menos. Con denuedo y objetividad Fernando del Paso critica la perspectiva británica, la de la dama de hierro, la primera ministra Margaret Thatcher, una tentativa que más tarde habría de costarle su salida de la Gran Bretaña, donde tenía ya hecha una vida, junto a su mujer y sus hijos. El autor recuerda no sólo las ambiciones colonialistas de Inglaterra sino las de Francia, en particular sobre la Isla de la Pasión o Clipperton, ubicada en el Pacífico frente a las costas mexicanas. Al parecer, el ayer y el hoy en el despojo del mundo tienen muchas cosas en común.


Entre el bien y el mal

Jorge Alberto Gudiño Hernández


Nombre de perro,
Élmer Mendoza,
Tusquets,
México, 2012.

Las novelas policíacas contemporáneas tienen, entre otras, dos características que las vuelven más interesantes. Ya no sólo se trata de construir un investigador infalible y probo capaz de llegar a la solución del crimen gracias a sus enormes habilidades deductivas. Tampoco es un asunto de ver en operación al aparato policial en pleno, siguiendo pistas y desplegando fuerza para capturar al homicida. Ahora es común encontrar constantes referentes en torno al escenario donde suceden los hechos. Así, desde Suecia hasta Italia pasando por Estados Unidos y Grecia, es común leer en estas novelas una crítica social lapidaria. Esto se debe a que los autores suelen ubicar sus historias en el contexto que habitan. Resolver el crimen implica, en consecuencia, conocer el funcionamiento de su mundo. Además, los detectives han dejado de ser hombres intachables. El bien común es la máxima a alcanzar y, para llegar a ello, bien pueden transgredirse normas, reglas e, incluso, preceptos morales intocables para los investigadores de otra época.

Esto lo sabe bien Élmer Mendoza (Culiacán, 1949). Al margen del resto de su producción novelística, con Nombre de perro presenta la tercera entrega de su saga detectivesca; algo poco común en las letras mexicanas de hoy en día. Édgar el Zurdo Mendieta es un policía de Culiacán que está a punto de enfrentarse a un nuevo caso. O a varios. Porque a diferencia de lo que sucede en las series de televisión, en una comisaría cualquiera se acumulan los expedientes.

Ahora bien, el caso en cuestión es lo de menos: hay un asesino de dentistas, la lideresa del cártel del Pacífico encontró asesinada a su amante, un oscuro personaje se infiltra a las reuniones del narco. Mendieta será el encargado de esclarecerlo todo. Para lograrlo, tendrá que echar mano de todos sus contactos. Algunos trabajaron con él en el pasado pero ahora son parte de una mafia. No importa, el Zurdo incluso está invitado a la boda.

Resulta inevitable cuestionar la postura moral del protagonista. ¿Por qué alguien que persigue el bien y lucha por la justicia se puede dar el lujo de aceptar la petición de un capo de altísimo nivel? La respuesta es simple: porque en su contexto (que no es otro sino el nuestro) así es como suceden las cosas. Ya no es momento de pensar en el bien mayor o en el fin último, la supervivencia es cosa de todos los días. Y ese es un terreno que entiende bien el Zurdo.

Élmer Mendoza conoce bien el contexto del que habla. No por nada es el gran referente de eso que algunos llaman narcoliteratura. Más allá de eso, ha conseguido, con Nombre de perro y las novelas que la anteceden, un retrato íntimo de la sociedad y su relación con el crimen. Para volverlo más interesante aún, el tema de la paternidad cobra vida en esta nueva entrega de una saga a la que, sin duda, le quedan varios libros por entregar.



Curso Délfico,
Lecturas de Lezama Lima,
Jorge Arturo Ortega, Óscar de Pablo, Salvador Gallardo Cabrera, Hernán Bravo Varela, Carlos Ulises Mata, Javier Hernández Quezada, Sergio Ugalde Quintana y David Huerta,
Ediciones Sin Nombre/INBA,
México, 2012.

Con motivo de los cien años que el inabarcable poeta y narrador cubano autor de Paradiso habría cumplido en 2010, y con motivo asimismo de los cuarenta y cinco años que esa mencionada y complejísima obra cumbre de la lengua hispana cumplió el año pasado, el Instituto Nacional de Bellas Artes reunió las voces de estos ocho autores para que versaran, desde su personal óptica, en torno al magisterio inmenso del inmenso Lezama. El resultado es esta colección de ensayos plenos de riqueza, lo mismo que de muy justificada pleitesía estética e intelectual.



Trazos simples. Un divertimento literario,
Jorge Enrique Escalona del Moral,
Unión Latinoamericana de Escritores,
México, 2012.

Prologado por el poeta y ensayista Arturo Arredondo, este volumen hace feliz justicia a lo avisado por el título: trátase de una colección de brevedades, todas concebidas desde y por el gusto de pensar invariablemente con la pluma en la mano, por decirlo de algún modo, y de mostrarle a los demás el fruto variado de tan disfrutables –y sólo aparentes– ocios. Los nombres de las secciones en que los textos han sido agrupados, “Haikurismos”, “Calaveritas literarias y de comarcas aledañas”, “Variaciones”, Breverdades” y “Epigramás”, dan buena cuenta del espíritu lúdico, desabrochado y ligero con el que Escalona ha querido divertirse y divertirnos.



Mamma, son tanto felice. Infierno provisorio I,
Luiz Ruffato, María Cristina Hernández Escobar (traductora),
Elephas,
México, 2011.

Compleja en varios aspectos, comenzando por el más fácilmente apreciable de la estructura –y al respecto bien asistida por el diseño tipográfico–, pero sobre todo por lo que hace a la segmentación capitular y el perfil de los personajes que la pueblan, esta novela anda a caballo entre la cultura italiana y la brasileña, pero también entre el dolor del alma y la búsqueda del paliativo que pueda aminorarlo. “Infierno provisional”, indica el subtítulo de éste que está planeado como el primer volumen de una serie más extensa. Ruffato, el autor, comienza así el armado de un mundo explícito en un estilo de escritura personal e intenso.



El huerto y la ceniza,
Leonardo Iván Martínez,
Instituto Mexiquense de Cultura,
México, 2012.

Sostiene Armando González Torres, autor del prólogo que abre este poemario, que “se trata de un libro orgullosamente sentimental, que enlaza forma y temperamento, credo estético y biografía, y que retrata tanto a un hombre bueno como a una fina inteligencia poética”. Juzgará el lector la veracidad de tales asertos cuando dialogue con el autor, quien a los treinta años de edad publica el que es su primer y promisorio poemario. Oriundo de Ciudad de México, Martínez abreva de fuentes poéticas reconocibles y, en más de un caso, reconocidas, como lo consignan epígrafes que citan a Bonifaz Nuño, León de Greiff, Gorostiza y el Cantar de los Cantares, entre otros.



Contratas de sangre y algunas noticias imaginarias,
Jorge Ruiz Dueñas,
Universidad Autónoma Metropolitana,
México, 2012.

Este es el número 151 de la ya longeva y muy diversa colección Molinos de Viento que la uam, felizmente, continúa enriqueciendo. Grata prueba de ello es esta “sucesión de asuntos y temas sorprendentes”, en la que Ruiz Dueñas, autor con cerca de cuarenta volúmenes en su haber –sumando su obra literaria y académica–, refrenda su talento para la hibridación genérica, así como para echar mano de una referencialidad que enriquece sin asomo de soberbias ni poses de erudito, con el propósito de compartir con sus lectores el todo y las partes de un mundo tan rico y diverso como los múltiples intereses y puntos de vista que Ruiz Dueñas es capaz
de enarbolar.