Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 25 de noviembre de 2012 Num: 925

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Ricardo Venegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Museo de la Memoria
de Rosario: el derecho
a la dignidad

Rubén Chababo

Bryce y el Premio FIL
Marco Antonio Campos

Ganar el “Nobel
de los chicos”

Esther Andradi entrevista con María Teresa Andruetto

El placer en la trampa
de la postmodernidad

Fabrizio Andreella

Retratos de
Álvarez Bravo

Vilma Fuentes

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Columnas:
Perfiles
Neftali Coria
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
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Ilan Stavans
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
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La Otra Escena
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Neftali Coria

En recuerdo de Antonio Cisneros

Murió el poeta Antonio Cisneros a principios de octubre de este año. Lo recuerdo en Aguascalientes al lado de Hugo Gutiérrez Vega en octubre de 2009, en una lectura inolvidable de ambos poetas. En un momento, Antonio Cisneros comenzó a hablar de teatro y afirmaba que el teatro del absurdo estaba rebasado por el tiempo. Recuerdo algunas anécdotas que contó Hugo de los viajes que hizo Eugene Ionesco a nuestro país. Al respecto, Cisneros y Gutiérrez Vega estaban convencidos de que el teatro del absurdo ya no le hablaba del mismo modo a nuestro tiempo. Yo mencioné a Beckett. “Quizás el único que sigue vigente”, dijo Cisneros. Estuvieron de acuerdo; sin embargo, Ionesco sigue siendo uno de mis favoritos, pensé, contra la opinión casi lapidaria de Cisneros. Viraron hacia otro punto la conversación y hablaron del Siglo de Oro español y de las tradiciones teatrales. Riquísima conversación entre ambos poetas. Así, el largo camino se hizo corto y ameno. Hubiera querido seguir escuchándolos, pero ya habíamos llegado al ciela Fraguas, repleto de gente que había llegado a oírlos.

Una poderosa lectura que tenía cautivo al público de Aguascalientes. Tanto la  de Hugo Gutiérrez Vega, como la de Antonio Cisneros, sin exagerar, fueron majestuosas. Ambos leyeron una selección de su poesía. Las deliciosas anécdotas de Hugo y Cisneros tuvieron al público divertido y cautivado por la gracia de aquellos dos hombres de palabra que estaban felices aquella noche iluminada por sus palabras. Aquella inolvidable noche se presentaba una edición que preparara Marco Antonio Campos de una antología de Antonio Cisneros, y ese era el motivo de nuestra presencia con Eudoro Fonseca sobre aquella mesa: comentamos aquella antología y que se hiciera en Morelia, porque esa lectura era dentro del marco del Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que estaba dedicado al propio Antonio Cisneros. Aquella noche leí un texto que escribí para el poeta autor del legendario Canto ceremonial contra un oso hormiguero. Y ahora que hace tan pocos días de su muerte, quiero recordarlo con aquello que leí en su presencia aquel octubre.

“Con la poesía de Antonio Cisneros, tengo esperanza. Con sus poemas leídos en estos días, me doy aliento frente a un país que cada día nos aprieta más. Sabe decir la verdad filosamente, que a mi ver, ha sido labor de los grandes poetas. Al leer la poesía de Antonio Cisneros, hay algo que adentro me hace preguntas y me responde al mismo tiempo, nos recuerda que sólo con ese percutir al descampado podemos darle un sentido al mundo y a nuestra vida cautiva en estos desamparados tiempos.

“Una cosa más que no debo dejar de mencionar. La poesía del autor de Un crucero a las islas Galápagos, también ha dejado –y aquí puedo decir que en gran parte– esa mirada desde y hacia la gente del pueblo y hacia el pueblo mismo, labor suya que también me alegra, porque muchos lo han intentado, y de facto, fracasaron. La de Cisneros es una poesía donde viven de modo natural, sincero y genuino, las almas de la gente, esa gente que hace mover los barcos, o esas multitudes de las que el poeta danés Iván Malinovsky afirmaba, eran los dueños del mundo, los que nada tienen. Sus sueños ordinarios, sus ilusiones quebradas de principio. Recordemos el poema 'Una madre habla de su muchacho', por ejemplo, o 'Las tres décimas' y 'Otra muerte del niño Jesús.”

“Un oriente más en la poesía de este poeta de aliento y ventarrón, es aquel donde, en esta especie de poemas celabratorios, bucea hacia el desgarramiento en donde quien canta corre el riesgo de no volver de aquellos duros acantilados. Un canto a la altura de la oración exclamatoria, que no quiere decir dueña  del grito y la lágrima, sino de una vertiginosa soledad en la que el que canta se queda, y desde su barca sin remos afila un cuchillo en el corazón. Poemas que son deudas y brindis, y pagos. Elegiacos son estos poemas de la más hermosas sutileza y flama a un tiempo. El poema 'Mi hermano (Crónica del niño Jesús en Chilca)', y otros que celebran a Robert Lowell, a César Vallejo. Estos poemas –sé que no es fácil escribirlos porque además se llegan a escribir como condenas, porque se necesitan, porque nos urgen- también son un territorio que al leerlo me da esperanza, porque Cisneros sabe guardar  sus grandes vínculos, que lo fueron, no sólo en el homenaje, sino en los dinteles verdaderos del recuerdo como esas brasas que no deben apagarse nunca, y usted con estos poemas –y los demás– a mí me lo ha enseñado”.