Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 2 de diciembre de 2012 Num: 926

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Arte chileno reciente: política y memoria
Ana María Risco

Tres poetas chilenos

Carnaval chileno
en Guadalajara

Patricia Espinosa

Doce minificciones

La cultura en Chile,
antes y ahora

Faride Zerán

El libro en Chile, una promesa democrática
Paulo Slachevsky

Calderón y el colapso
de los principios

Augusto Isla

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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El libro en Chile,
una promesa
democrática

 

 

Paulo Slachevsky*

La máquina de la felicidad. Así fue recibida la primera imprenta en Chile en 1811. Con esta imagen se expresaba el anhelo y la promesa en la letra impresa, impronta asignada a la prensa escrita, al libro y la lectura en la República. Durante la Unidad Popular, editorial Quimantú, con sus ediciones masivas al valor de una cajetilla de cigarrillos, fue expresión máxima de ese anhelo de democratizar la sociedad a través de este mágico objeto que toma vida en el encuentro con el lector.

Auto de fe. 11 de septiembre de 1973, los militares queman piras de libros en las ciudades de Chile. Otra de las marcas indelebles del Golpe y que selló una etapa. Durante los diecisiete años de dictadura, en las imágenes de allanamientos las armas y los libros eran expresión de la subversión. Mientras se desaparecía y asesinaba a los que luchaban contra la dictadura, en 1976 se impuso el iva al libro. Como señalara Orlando Letelier, ministro y embajador de Allende asesinado en Washington ese mismo año: “La represión para las mayorías y la libertad económica para los pequeños grupos privilegiados son en Chile las dos caras de una misma moneda.”

Ley del libro. Durante la postdictadura, la ley de 1993 que crea el Fondo Nacional de Fomento al Libro y la Lectura busca recuperar un rol proactivo por parte del Estado en la creación, producción y acceso. Lentamente se multiplican las bibliotecas y los fondos concursables, contribuyendo a un crecimiento de la producción local. Pero el tema se abordó con el sello de la transición: “en la medida de lo posible”. Los concursos se transformaron en un fin en sí y no en un medio para romper el círculo vicioso que vivía el libro desde 1973. El impuesto al libro, el más alto del continente, se mantuvo intacto, igual que el modelo económico.

Mercado del Libro. La creación y producción editorial local arrasada por la dictadura, en los años noventa enfrentó la creciente tensión cultura/mercado; grandes grupos de la comunicaciones y la edición empezaron a  dominar la escena local y a concentrar la producción desde España. El fin de la censura política abrió paso a otro tipo de barrera, la censura del mercado. Los rankings de los libros más vendidos vinieron a marcar la pauta de los espacios en prensa y vitrinas, relegando la poesía, la filosofía y gran parte de la producción nacional.

Edición independiente. En Chile, como en muchos otros países del continente, la invención y la herencia de la palabra escrita ha tenido como lugar privilegiado las editoriales cuyo fin es la edición misma, el libro y no su rentabilidad económica. Los movimientos de editores independientes, junto a editores universitarios, vienen a resistir al tratamiento del libro como una simple mercancía. Surgen redes entre editores de diversos países y asociaciones como Editores de Chile, que buscan recuperar la valorización social del libro, el carácter liberador de la lectura y la importancia de que en cada país existan industrias nacionales del libro, potenciando la creación local y propiciando un intercambio equilibrado y diverso entre los países de la lengua. No es posible que para que un autor circule entre México y Chile, deba hacerlo pasando por España. La lógica del comercio colonial no puede seguir dominando nuestras mentes.

Tecnoutopía. Sin duda las nuevas tecnologías han permitido multiplicar posibilidades en todos los segmentados de la cadena del libro, y el libro digital permite responder a problemas que el impreso no resuelve fácilmente; sin embargo, el dominio de cierta tecnoutopía que identifica estos cambios con desarrollo, la conexión internet con mayor lectura, el acceso a computadoras con democratización, responde a un peligroso espejismo que lleva a remplazar en vez de complementar, uniformizar en vez de diversificar. Es fundamental que estos cambios no terminen con una rica red de librerías y bibliotecas, que no impongan como actores dominantes del sector a las megaempresas de la tecnología y las comunicaciones cuyo fin es el valor de sus acciones en la Bolsa, mientras transforman la relación –de largo plazo– del ciudadano con el libro en un vínculo de mero servicio, de producto desechable.

Bibliodiversidad. La diversidad cultural aplicada al mundo del libro se expresa claramente en esas dieciséis letras. La Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de la Expresiones Culturales de la Unesco ratificada por Chile, México y muchos países latinoamericanos, consagra el derecho y obligación de los Estados en relación con sus expresiones culturales, mismas que no pueden ser tratadas como simples mercancías. El carácter cultural y social del libro encuentra su expresión en el espacio público y el Estado debe asumir un rol activo en la materia. Los mismos derechos de autor requieren ser tratados desde una perspectiva equilibrada. Al igual que los derechos del titular, cabe garantizar los derechos de acceso al conocimiento, la libertad de expresión y la posibilidad de seguir creando.

Política Nacional del Libro y la Lectura. Ha sido el gran desafío de Editores de Chile. El mundo del libro es como un ecosistema rico y frágil a la vez, en el cual todos los actores son necesarios. La implementación de la Política Nacional aprobada en  2006, que articula la acción de instituciones públicas con la sociedad civil en una estrategia sistémica que aborda toda la cadena del libro, es un paso pendiente para lograr efectos multiplicadores de cada medida y acción en favor del libro y la lectura en la sociedad chilena.

Promesa democratizadora. Tiempos esperanzadores se viven hoy al ver a los jóvenes marchando por la educación pública, al verlos leyendo en las plazas y el Metro. Al ver la multiplicación de proyectos creativos y editoriales que apuestan por un trabajo colectivo. Recuperar la lectura y el libro como una experiencia social significativa, es una apuesta político cultural en favor de una sociedad participativa y democrática.

*Director de lom Ediciones.