Cuando la ciudad choca con el campo


Chamán nambikwara preparando curare. Foto: Claude Lévi-Strauss

Andrea Ancira

En el marco del Tribunal Permanente de los Pueblos Capítulo México, se realizó en Tepoztlán el 23 y 24 de noviembre una preaudiencia que prestó atención especial a la relación conflictiva entre el campo y la ciudad, es decir, a los efectos devastadores que el crecimiento de la mancha urbana ha producido en muchas comunidades del país. En la jornada se presentaron 34 casos, casi todos de comunidades afectadas en la región centro del país. Como lo declaró el comité de expertos que realizó un dictamen para ayudar a entender los casos presentados, esto es solamente una muestra de los cientos de casos que ocurren hoy a lo largo y a lo ancho de todo el país. El Comité estuvo conformado por Carlos Vicente (Argentina), integrante de Acción por la Biodiversidad y coordinador de las tareas de información de grain en América Latina, Camila Montecinos (Chile), integrante de grain y asesora de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo-Vía Campesina, y el filósofo y arquitecto rauraco-celta Jean Robert.

Urbanización salvaje, megaproyectos, destrucción de la vida campesina, basureros a cielo abierto, desplazamientos forzados y defensa del agua fueron algunas categorías que el Comité utilizó para agrupar los casos, creando puentes, comprensión y articulación de la problemática. La defensa que el pueblo de Tetelpa hace del Cerro de la Tortuga; el caso de San Pablo Tecalco, municipio de Tecámac, en donde se pretenden construir 150 mil viviendas en una zona de reserva ecológica;  la lucha de la Loma de Santa María, en Morelia, en donde se lucha en contra de proyectos inmobiliarios en una zona de alta biodiversidad, o la defensa vecinal de Parque Reforma Social en la delegación Miguel Hidalgo en el df, obedecen a un desarrollo urbano cuyo metabolismo brutal y salvaje destruye el entorno natural y la biodiversidad de las comunidades, las “escinde de sus fuentes y medios de subsistencia”, las despoja de las condiciones necesarias para una vida digna de derechos fundamentales como el agua, las tierras rurales, las semillas nativas, los bosques y la salud.

Al reconocer el esfuerzo permanente de las organizaciones, los dictaminadores apelaron al desarrollo y a la profundización de la reflexión colectiva sobre mecanismos que permitan a los pueblos de México protegerse unos a otros mientras se desarrollan y despliegan mecanismos sociales que “logren abatir la violencia sistemática que les imponen”. “Como pocos pueblos del mundo, los pueblos de México cuentan todavía con mecanismos fundamentales, —como las asambleas en distintas instancias así como con su riqueza y diversidad cultural— para lograr esto”

También se presentaron testimonios sobre el impacto de distintos megaproyectos como los corredores turísticos que empresas canadienses quieren construir en las tierras comunales de Miacatlán, el proyecto de dos centrales termoeléctricas y un gaseoducto en Huexca y Jantetelco, la resistencia en Tetlama frente a los proyectos mineros, la construcción de carreteras y los basureros a cielo abierto; la resistencia ejemplar del pueblo de Tepoztlán en contra de la ampliación de la autopista, todas éstas en Morelos, así como la lucha en contra de la construcción de la supervía poniente en la Ciudad de México. Se presentó el testimonio de la comunidad cercana a la presa Endhó en Hidalgo, que resiste a la instalación de un basurero y a la contaminación de la presa por residuos industriales y domiciliarios provenientes del df y de toda la zona metropolitana. Otras casos relacionados con el tema del agua provienen del Valle de Mezquital, de El Salto en Jalisco, y de Cuautla debido a una gasolinera que contamina manantiales profundos, la contaminación del río Atoyac en Puebla y el caso de la comunidad de Atlapulco que lleva años luchando con el Distrito Federal por que reconozca la predación del agua de los manantiales de los ñahñú de la región.

En cuanto a la invasión, despojo de tierras y desplazamientos forzados, se expusieron los casos de la zona de reserva ecológica de Texcal en Morelos, el de San Isidro, Jalisco, donde desde hace 80 años la comunidad lucha por sus tierras; la construcción de La Arena Ciudad de México en Azcapotzalco, el desplazamiento de campesinos por el avance de la agricultura industrial en Palos Altos, Jalisco, y el caso de la destrucción de las economías locales sufridas por la Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de octubre, en Puebla, que son desplazados y perseguidos por las autoridades. Al reconocer el esfuerzo permanente de las organizaciones, los dictaminadores apelaron al desarrollo y a la profundización de la reflexión colectiva sobre mecanismos que permitan a los pueblos de México protegerse unos a otros mientras se desarrollan y despliegan mecanismos sociales que “logren abatir la violencia sistemática que les imponen”. “Como pocos pueblos del mundo, los pueblos de México cuentan todavía con mecanismos fundamentales, —como las asambleas en distintas instancias así como con su riqueza y diversidad cultural— para lograr esto”.

En el dictamen se subrayó que esta crisis campo-ciudad que vivimos actualmente es un fenómeno propiamente de la ciudad moderna, producto exclusivo de la sociedad industrial y del capitalismo. Se explicó que el drenaje central y su terminal doméstica, así como el transporte motorizado bajo la forma del ferrocarril transformaron la relación que por más de 10 mil años había mantenido la ciudad con el campo. Hasta la inserción de estas dos tecnologías, que permitieron evacuar excrementos a grandes distancias de la ciudad e importar verduras y otros alimentos desde distancias lejanas, las ciudades siempre habían transformado los desechos orgánicos en suelo, produciendo un abono de muy alta calidad compuesto de los mismos elementos necesarios para la producción de alimentos. El cultivo específico de las ciudades fue por mucho tiempo la relación fundamental de la ciudad con el ámbito agrícola hasta que el drenaje central expulsó  de la ciudad la mayor fuente de la producción de suelos y propició que los terrenos, libres de cultivos, se entregaran a la especulación inmobiliaria. En diversos lugares del mundo, los cultivos urbanos fueron el principal freno de la especulación urbana. Estos cultivos tenían tasas de producción muy altas incluso con parámetros modernos.

En México, todavía hay vestigios de esta urbicultura. El cultivo de hortalizas urbanas se practica en las chinampas de la ciudad de México y en los cinturones periurbanos de la mayoría de las ciudades del país, no obstante éstos están siendo sustituidos por grandes construcciones y desarrollos urbanos. Mientras tanto, el país se vuelve cada vez más dependiente a la importación de alimentos. En el dictamen, el comité insistió en lo absolutamente necesario que resulta proteger estos espacios, ya que en el caso de crisis alimentaria éstos pueden ser el núcleo que posibilite la reconstrucción de una relación más armónica entre la ciudad y el campo. Esta historia es una historia que nos exige que reflexionemos profundamente sobre qué ciudades queremos construir y habitar hoy.