Opinión
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A la mitad del foro

Paseo por la Alameda

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Manifestación en el Ángel de la Independencia para exigir la liberación de detenidos el pasado primero de diciembreFoto Pablo Ramos García
L

a Catrina se desgarró las vestiduras. La violencia impuso su presencia el 1º de diciembre. Volvió la política, el ejercicio del poder se palpa en cada acción. Pero nada tiene que ver con el confuso accionar anarquizante de los muros, policías y endemoniados de nuestra hora. Ahí quedó el sangriento rastro de la nación polarizada y el odio clasista de la desigualdad, de la pobreza extrema, la insultante riqueza concentrada, la corrupta oligarquía y la impunidad que impera.

Urge deslindar responsabilidades. Si encarcelamos inocentes, la derecha estulta proclamara su permanencia. Si no procesamos a los del vandalismo que pintarrajeó el Hemiciclo a Juárez, se impondrá el caos y los curros que no se bajan de la banqueta reivindicarán sus sinrazones, volverán a gritar ¡la Patria está en peligro! Y el 68 se reducirá a memorial de colores, a letreros en las puertas: Aquí vive una familia cristiana. Urge. Guste o no, se hace política, hay un mandatario que despacha en Palacio Nacional, que propone y acuerda, que retoma la ruta de la negociación y la conciencia de que su cargo es de jefe de gobierno y jefe de Estado. Enrique Peña Nieto llamó hambre al hambre en su discurso a la nación en Palacio; en los trece puntos destacó lo intolerable de que millones de compatriotas padezcan hambre hoy, en el tercer milenio; en la hora de la educación, la ciencia, la tecnología.

La hora de la equidad. Convocó a un pacto nacional. Los tropezones inmediatos revivieron las previsiones de fracaso, las profecías que se cumplen por designio. Y por desidia. Porque hemos confundido la pluralidad con la terquedad de semovientes dando vueltas a la noria. Porque durante doce o quince años fue lujo de infantilismo democrático culpar a la división de poderes de la incapacidad de accionar del titular del Poder Ejecutivo: Pobrecito señor Presidente, dijo el patriarca del pan al defender al del PAN. El pacto se hizo, se firmó puntualmente. En el alcázar de Chapultepec, Gustavo Madero, del PAN; Cristina Díaz, del PRI; Jesús Zambrano, del PRD, y Enrique Peña Nieto acordaron dar curso inmediato a noventa y seis temas, para salir del marasmo, para impedir la ruindad de dejar que se hunda la nave porque no daría el tantas veces proclamado golpe de timón uno del partido propio.

Que vendrá el fracaso dice la Casandra que todos los de la transición en presente continuo llevan dentro. Nada hacer es el único fracaso injustificable en política. Y en economía política: el dejar hacer, dejar pasar. La inercia neoliberal o neoconservadora, escoja su opción entre los fingidos extremos que se funden en el dogma del libre mercado sin regulación; la austeridad a costa de los más, de los que menos tienen; la disciplina fiscal que sacrifica las políticas y programas sociales. A los millones olvidados, dice Paul Krugman en las páginas editoriales del New York Times, el viernes 7 de diciembre: Vamos a poner una cosa en claro: América no enfrenta una crisis fiscal. Está, sin embargo, y mucho todavía, enfrentando una crisis de empleo.

Como la nuestra. La del marasmo empobrecedor del empleo informal; millones atrapados en el trabajo inestable, ingresos miserables y el movimiento continuo en una jaula sin prestación alguna, sin seguridad social. Ese es el dilema al que tendrán que encontrar pronta solución Peña Nieto y sus colaboradores. Ya hay pacto de los tres partidos mayores, aunque los satisfechos se rebelen y digan que faltamos el resto de los ciento diez millones de mexicanos, los grupos integrados de la sociedad civil, las ONG y las Quangos del humor anglosajón: las cuasi no gubernamentales. Por lo pronto, reaparecieron en la firma, al lado del hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong, Santiago Creel y Jesús Ortega. Y se hizo presente el priísta José Murat, operador de larga data, el mismo que llegó a gobernador de Oaxaca a pesar de la insana distancia de Ernesto Zedillo. Y sin irse a otro partido.

Una breve digresión. Las secciones de política de los diarios ya no son de nota roja. No ha cesado la violencia criminal. Pero desde el 1º de diciembre dejó de haber una guerra contra el crimen organizado. Y se nota. Aunque haya quienes se digan engañados porque Enrique Peña Nieto pase revista a las fuerzas armadas y diga que seguirán en las calles mientras no disponga el Estado, en los tres órdenes de gobierno, de policía capacitada. Y se les apareció el diablo en la aprobación de la iniciativa de reforma que disolvería la nefasta Secretaría de Seguridad Pública y restauraría a Gobernación las funciones de conducto político del Ejecutivo con el Congreso, los gobiernos estatales y los partidos políticos.

Emilio Gamboa no pudo mostrar los buenos oficios de operador que le atribuyen. No vale la pena hablar de medidas de control político. Preside el Senado el Cordero panista con piel de Tartufo que lanzó la ofensiva mediática contra Humberto Moreira, contra el flamante presidente del CEN del PRI y no el ex gobernador de Coahuila: filtraciones, así incluyeran desprestigio para sus propios colaboradores en Hacienda. Con la solemnidad inimitable de su especie, Cordero cultivó al cultivador, suspendió la sesión para evitar se aprobara la reforma y provocó el orgasmo de las Casandras: El pacto murió la víspera, nonato. Y sin embargo se mueve. No ante la estatua de Galileo, sino a la sombra del Hemiciclo a Juárez. Paseo en la Alameda de Ernesto Cordero, Emilio Gamboa, Miguel Barbosa y Manuel Bartlett Díaz. La Catrina volvió a sus galas. Manuel Bartlett paseó como el puercoespín al lado de aprendices de zorros.

Las cosas de Palacio ya no van despacio. Cada nombramiento del gabinete con atribución técnica o de experiencia. Y algunos mensajes incluidos. Entre las prioridades de la política social: la educación. Más allá del compromiso de llegar al uno por ciento del PIB para ciencia y tecnología, el arte de la política: Enrique Peña Nieto designó secretario de Educación a Emilio Chuayfett y los ojos de todos los presentes en Palacio buscaron a Elba Esther Gordillo. Cuando era diputado, Chuayffet chocó con la maestra milagrosa, coordinadora de la bancada príista, quien dejó de serlo tras la rebelión de sus diputados. Y Manlio Fabio Beltrones sonrió como el gato que se comió al canario.

Ahí se aclaró quién era secretario. Enrique Peña Nieto precisó que en el magisterio no habría más cargos vitalicios. Ya en el despacho que fuera de Torres Bodet, Chuayffet citó al constituyente Francisco Múgica, en Querétaro, en 1917: Este es el momento más solemne de la Revolución; estamos ante la Educación. Y vendrían los nombramientos: Enrique del Val, subsecretario de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas; Fernando Serrano Migallón, subsecretario de Educación Superior. Compromiso y experiencia. Y para precisar el rumbo, la investigadora Alba Martínez Olivé, subsecretaria de Educación Básica, cargo que fuera del yerno de la dirigente del SNTE.

Alba Martínez, en 2010, atribuyó el rezago en educación al pacto corporativo entre el SNTE y el gobierno de Felipe Calderón. La cúpula sindical desprestigia al magisterio al hacerlo pasar como cosa facilona en la que basta con no morirse para permanecer. Como el nepotismo. En Chiapas toma posesión Manuel Velasco, del Verde, nieto del doctor Manuel Velasco Suárez, gobernador priísta. Entrega el poder Juan Sabines, del PRD, hijo del gobernador priísta Juan Sabines.

En Los hechos son subversivos, Timothy Garton Ash, cita al legendario director de The Guardian, C.P. Scott: La opinión es libre, pero los hechos son sagrados.