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El primer cronista de la ciudad
E

n diversas ocasiones hemos hablado de los múltiples cronistas que ha tenido la ciudad de México a lo largo de su historia. Sin embargo el primer cronista con un nombramiento oficial fue Francisco Cervantes de Salazar. Originario de Toledo, España, estudió en Salamanca, en donde conoció a Hernán Cortés, lo que lo motivo a trasladarse a la Nueva España. Llegó a la ciudad de México en 1551, el mismo año en que se expidió la real cédula que creaba la Universidad de México, la primera de América.

Se instaló en casa de su primo, el opulento minero Alfonso de Villaseca, a quien hemos mencionado en crónicas en que hablamos del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, ya que él fue su principal benefactor.

Al iniciarse los cursos en la flamante universidad, en 1553, Cervantes de Salazar se incorporó como maestro de retórica; al paso del tiempo llegaría a ser rector en dos ocasiones. Al año de su ingreso como maestro escribió unos diálogos en latín como ejercicios para sus alumnos, titulados México en 1554.

Esta obra, junto con unos diálogos de Juan Luis Vives, fueron publicados por el famoso Juan Pablos, quien estableció en la ciudad de México la primera imprenta del continente americano.

En 1558 se solicitó al rey el nombramiento de Cervantes de Salazar como cronista de la Nueva España, según consta en actas del Cabildo del Ayuntamiento, el 24 de enero de ese año. Su labor principal era escribir la gran Crónica de la Nueva España. La titánica labor le llevó años, padeció muchos retrasos y no se publicó durante su vida, que terminó el 14 de noviembre de 1575 en la ciudad de México. Durante siglos permaneció desaparecida hasta que finalmente, en el siglo XX, apareció en la Biblioteca Nacional de España. Afortunadamente hoy se puede adquirir publicada por Porrúa.

Pero sin duda la obra más valiosa para los que nos interesa el pasado de nuestra ciudad es México en 1554, ya que gracias a ella podemos conocer como era la ciudad de México de esa época. Recordemos que todo el siglo XVI la capital padeció terribles inundaciones que culminaron con la de 1629, en que llovió cinco días con sus noches, lo que causó que la urbe quedara anegada durante cinco años y que amén de miles de muertos, se destruyeran la mayoría de las edificaciones. Esto causó que de esa ciudad del siglo XVI no se conserven más que algunos cimientos y muros y unas cuantas construcciones muy alteradas. Sin embargo la podemos conocer en gran medida gracias a los diálogos que escribió Francisco Cervantes de Salazar.

En ellos dos residentes de la capital de la Nueva España, llamados Zuazo y Zamora, le muestran la urbe al fuereño Alfaro. El recorrido de los tres personajes inicia en la calle de Tacuba, la que recorren a caballo. Así pasean por varios rumbos describiendo lo que ven y haciendo amenos comentarios. Inspirados en esta obra el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, el poeta Vicente Quirarte y la cronista autora de estas líneas, decidimos realizar en 2012 el mismo recorrido que llevaron a cabo hace cerca de 500 años Zuazo, Zamora y Alfaro y describir lo que hay ahora en esos sitios: qué permanece, qué ha cambiado. La obra, con el título 1554 México 2012 habla de edificios, personajes, anécdotas y gastronomía y lo ilustran viñetas del acuarelista Rafael Guízar, gran cronista gráfico del Centro Histórico. La obra incluye los diálogos de Cervantes de Salazar. Lo acaba de publicar la editorial Planeta bajo el sello de Joaquín Mortiz. Lo vamos a presentar don Miguel León Portilla y los autores el próximo domingo 16, a las 12 horas, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Al terminar ahí mismo en el restaurante, vamos a degustar las novedades del mes. Yo voy a probar la sopa de lentejas con camarones y el pollo a la provenzal, que se hace deshuesando la pierna y el muslo que va relleno de carne de ternera y una salsa demiglace de vinagre de manzana. Suena bien ¿no?