15 de diciembre de 2012     Número 63

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

San Luis Potosí

El Sótano de las Golondrinas: patrimonio biocultural en riesgo

Milton Gabriel Hernández García
Profesor-investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH)


FOTO: Archivo

La Huasteca Potosina se ha convertido en los años recientes en un polo de atracción turística. Una variada constelación de actores (institucionales, civiles, grupos comunitarios, operadoras turísticas, etcétera) promueve en diversos medios regionales, nacionales e internacionales los “atractivos turísticos naturales y culturales” que existen en la región. Uno de los destinos más visitados es sin duda el Sótano de las Golondrinas (Jolol Uclif o Jolol Kwele en lengua teenek). Enclavado en la Sierra Madre Oriental, en el municipio de Aquismón, se ha convertido en uno de los sitios privilegiados no sólo para turistas nacionales e internacionales, sino también para expediciones de biólogos y espeleólogos de agrupaciones e instituciones académicas que realizan en esta cavidad investigaciones sobre fisiografía, botánica y zoología desde los años 70’s.

A propios y extraños resulta sumamente espectacular el vuelo que cada mañana realizan las golondrinas en forma de espiral desde el fondo del Sótano. Una vez que han pasado la mayor parte del día fuera de su hogar, regresan en grandes parvadas, y después de sobrevolar el borde del abismo de manera circular, descienden multitudinariamente en picada, para guarecerse durante la noche en la tranquilidad de sus nidos. A pesar de que los biólogos que han estudiado la zona han señalado que las aves características del lugar son en realidad vencejos, los teenek las siguen llamando golondrinas o uclif en su lengua materna.

Hacia 1997, después de la apertura de la brecha interserrana, representantes de la comunidad que custodia actualmente dicho espacio turístico, Unión de Guadalupe, iniciaron un proceso de diálogo con la Secretaría de Ecología y Gestión Ambiental (SEGAM) del gobierno del Estado de San Luis Potosí, ante quien denunciaron el deterioro al que se estaba sometiendo al Sótano, así como la captura y tráfico ilegal de las aves. Una de las paradojas del desarrollo turístico en el Sótano de las Golondrinas es que a pesar de que la afluencia de visitantes es numerosa y en ciertas temporadas masiva, no ha logrado contribuir sustantivamente al desarrollo económico de la comunidad y, por el contrario, ha tenido efectos importantes en el ecosistema y en la relación de la comunidad teenek con el territorio.

Entre los teenek de San Luis Potosí, existe un complejo ritual vinculado a los cerros, a las cuevas y a los nacimientos acuáticos. El Sótano de las Golondrinas es considerado como un “lugar sagrado”. Esto se debe fundamentalmente a que se dice que en sus profundidades habita Mamlab, el “Dios del Trueno”: “A algunos niños les da miedo el trueno, es el Mamlab. La gente se espanta porque un señor de acá de la sierra lo partió el trueno. Eso fue hace como unos cuatro años, que al señor lo mató el rayo. Se recargó en un encino y el rayo lo mató con todo y su perro. Se cree que ya es su destino. Que fue un castigo que le mandó el Mamlab. El rayo te puede pegar si no cumples una promesa. El Mamlab allí adentro vive. Cuando va a llover y empieza a tronar es que el Mamlab se sale del Sótano. Él puede mandar hasta un castigo o una cosa buena. Viene siendo que es el trueno”.

Con el incremento del turismo y de las expediciones espeleológicas, y sobre todo a partir de 1996, cuando se abrió la brecha que conduce desde la cabecera municipal hasta el Sótano, inició un proceso de desplazamiento de la población indígena de este espacio sagrado. Se calcula que al año llegan entre seis mil y diez mil turistas que practican rapel y diferentes actividades. Debido a ello, como ya se ha referido, se prohibieron ciertas prácticas que atentaban contra las aves y sobre todo contra el respeto que se debe mantener ante Mamlab, pues se considera que de seguirse realizando, se puede despertar la ira de esta entidad: “Puede suceder que el Mamlab se enojara porque la gente se aventaba al Sótano. Así le pasó a un gringo que se murió dentro. Porque las golondrinas están cuidadas por el Mamlab y por eso le dio coraje que la gente se aventara y que las molestara. Como que impactaba a las golondrinas y los pericos. Se salían cuando alguien se aventaba, se escondían en los árboles. Antes había gente que hasta las mataba para comerlas, les aventaban piedras al Sótano para que salieran y cuando iban saliendo las mataban con un carrizo. Eso era día con día, día con día. Unos pintaban los pericos y decían que eran loros huastecos, los pintaban y los vendían pero luego se despintaban”. En la actualidad, los actores locales se enfrentan a lo que hasta ahora ha sido una disyuntiva: promover el desarrollo turístico sustentable para beneficiar a la comunidad o resguardar la morada de una de sus deidades más importantes.

Tierra, cultura y costumbres

Pedro Hernández Flores Comité de Derechos Humanos de las Huastecas y la Sierra Oriental (Codhhso)


FOTO: Archivo

En las diferentes etapas de desarrollo histórico de nuestros pueblos, hemos demostrado la capacidad de resistencia ante la barbarie y el sometimiento de la política de los caciques y su gobierno, un imperio caciquil que nos ataba por décadas. Con nuestra lucha organizada en ocho municipios huastecos, nos levantamos y sacudimos el yugo en las décadas de los 70’s y 80’s. Con ese levantamiento, los campesinos indígenas logramos recuperar nuestras tierras colectivas de las que estábamos despojados por los señores de orca y cuchillo.

Hoy seguimos nuestra unidad como pueblos, usufructuando nuestras tierras y su producto, que obtenemos con trabajos colectivos o comunitarios entre hombres y mujeres, tierras recuperadas por la vía de los hechos. Muchos compañeros que cayeron asesinados y masacrados tenían la misma esperanza de trabajar la tierra de manera libre y sin patrones; no lo lograron. Por ello, junto con sus familiares, los indígenas huastecos sobrevivientes de la lucha por la tierra seguimos recordándolos cada año.

Con la lucha de los pueblos y la recuperación de nuestras tierras comunales logramos sacar a los caciques de las haciendas, retribución por tantos crímenes que se cometieron contra las comunidades indígenas, como violaciones a nuestras mujeres e hijas, aprovechando la protección del gobierno. Actualmente aún están agasajados en el poder político, ahora un poco más lejos, en los municipios y en el gobierno de los estados. Antes estaban protegidos por pistoleros a sueldo, tenían bien formados sus propios ejércitos, todos cargaban armas largas de alto poder y pistolas en el cinto para someternos a trabajos forzados. El ejército y la policía jamás hicieron algo para protegernos o desarmarlos, como lo hacen ahora con las comunidades, al contrario, se sentaban juntos a convivir en las haciendas con los caciques y pistoleros, todos armados; jamás se nos hizo justicia por los atropellos que sufrimos. Los indígenas siempre hemos estado desprotegidos. Es así como fuimos conociendo la clase de la gente que nos gobierna.

Por sólo recuperar nuestras tierras que por derecho nos pertenecen, los caciques nos acusaron de criminales, agitadores profesionales, generadores de violencia y de ser guerrilleros. Pidieron apoyo al gobierno que nos mandó reprimir con más de 15 mil efectivos del ejército federal a fínales de los 70’s y principios de los 80’s: casas cateadas, saqueo de nuestras pertenencias y muchos detenidos. Más de 500 compañeros indígenas fueron encerrados en diferentes cárceles de Hidalgo. Algunos de ellos quedaron lisiados de por vida debido a la tortura a que fueron sometidos por la policía judicial y el ejército federal, para que se declararan culpables de los delitos que se les imputaba.

La situación ha cambiado, pero no en todo es mejor. La política del gobierno está encaminada al fascismo, sólo ofrece justicia a los que tienen con qué pagarla; los pobres sufrimos injusticias. Las cárceles están llenas de pobres, muchos privados de su libertad, sin delito alguno o por delitos inventados, sólo por exigir que se respeten sus derechos. En la Huasteca de Hidalgo y Veracruz, los indígenas seguimos luchando por liberarnos no solamente de la explotación, opresión y discriminación, sino de la ignorancia que aún prevalece sobre nuestras comunidades.

En el actual sistema se habla mucho de la democracia y los beneficios que ella trae, pero la realidad es otra, no hay democracia ni beneficios. El gobierno no es del pueblo, es de los capitalistas (tominpianih), no es un gobierno de los trabajadores o de los pobres, es de lo ricos; es por eso que cuando los pobres exigen justicia y más salario de manera organizada, los acusan de criminales y los encarcelan: perjudican los grandes intereses económicos y políticos de los empresarios que controlan todo el poder político del país. El gobierno no representa al pueblo, sino a la oligarquía nacional aliada del imperialismo.

Hoy nos confunden con el combate a la delincuencia organizada y al narcotráfico, pero esa es una nueva forma de sembrar terror y zozobra en nuestras comunidades, para que la gente no se organice ni proteste por las violaciones a sus derechos y, si lo hacen, son acusados y reprimidos. De la noche a la mañana los luchadores sociales son culpables de cualquier delito, como pasa actualmente con los estudiantes, mientras los verdaderos delincuentes están libres, protegidos por el sistema.

De la lucha por la tierra al
desinterés por la agricultura*

Lourdes Rudiño


FOTO: El fotógrafo descalzo

La Huasteca es como una amplia escalera que nace de la sierra madre y los lomeríos de los teenek en el actual San Luis Potosí y los de los otomíes y nahuas de la Sierra Norte de Puebla y llega a la zona costera de Veracruz, donde han estado los totonacos, los tepehuas, y también ahora, un montón de gente de todas partes de los altiplanos cercanos, marchando al mar a lo largo de siglos, con o sin políticas de colonización, llevados, invitados, metidos.

Así lo describe François Lartigue Menard, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), sede Distrito Federal, y en entrevista relata: la historia de esta región muestra que la zona más importante, densa, vital, con más gente y actividad ha sido la intermedia, la del pie de monte; allí se han concentrado dinámicas culturales, las tensiones sociales y las luchas en torno a la apropiación de los recursos, al aprovechamiento de la tierra y al control de los caminos.

Sin embargo, desde hace unos 90 años, con el surgimiento de nuevos intereses, fundamentalmente petroleros, y con el despliegue de desarrollos tecnológicos y de los caminos, la costa y la planicie se han transformado y han pasado a ocupar un lugar ya predominante en el entramado regional: esta zona se ocupó, se urbanizó, se vio lotificada y parcelada y se densificó su población. “Recordemos que previamente –algo que cambió solamente a principios del siglo XX– la zona era una gran selva (bastante más de lo que es ahora la Selva Lacandona) de bosques altos y muy enmontada, atravesada por ríos y unos pocos caminos”.

Es evidente que la extracción petrolera es la causa de la tardía brutalidad de los desmontes que sufrieron el norte de Veracruz, la parte baja de Puebla, Hidalgo y San Luis Potosí. Cierto es que, ya antes de la llegada de las empresas petroleras, ocurría otro fenómeno que había iniciado este gran desmonte. A fines del siglo XIX pobladores del altiplano central y la sierra, movilizados por nuevas perspectivas comerciales y demanda de carne, se metieron a los llanos de la Huasteca, rentando y apropiándose de terrenos para la cría de ganado; cercaron extensos potreros.

Para entender este proceso, continúa el experto, hay que considerar que esta región de selva contaba con una población densa sólo en zonas muy localizadas, generalmente cerca de los ríos, y si bien había campesinos que ya sabían sus derechos y defendían sus tierras, también eran muchos los progresistas revolucionarios y los empresarios foráneos que buscaban apropiarse de los recursos y de las tierras, poblar el lugar, dinamizar la economía, urbanizar, rentabilizar.

“En los años 70’s y muy a principios de los 80’s, ocurrieron movilizaciones importantes y muy duras luchas campesinas e indígenas por la tierra –más importantes y exitosas, por cierto, de lo que serían luego en Chiapas. Grupos campesinos, movilizados y poniendo muertos, supieron aprovechar coyunturas políticas para recuperar tierras por los cauces ejidales de la reforma agraria. Una de las últimas zonas del avance campesino”.

Hoy día, entre los fenómenos que destacan de la Huasteca está lo que ocurre con las carreteras que se construyeron desde los años 50’s y 60’s, y otras más en los 80’s, que buscaban conectar a todas las cabeceras municipales. Hoy presentan topes cada 500 metros o cada kilómetro, están rodeadas de comercios, escuelas de todos los grados, centros de salud, gasolineras y bares; la gente, en especial los jóvenes, se ha arrimado a vivir en estas orillas. Las carreteras ya son evidentemente unas calles: Son las plazas públicas, los campos deportivos, los espacios de la intensificación de todas las relaciones, de la circulación del dinero y de las mercancías, dice el entrevistado.

Las carreteras son atractivas porque permiten circular y tener fácil acceso a servicios básicos de habitantes que consumen mucho más y ya producen mucho menos. Como resultado visible de esta situación, las poblaciones han pasado de gozar de una relativa autonomía económica (el autoabasto de alimentos y bienes de uso) a una de dependencia normal, amplísima, todavía creciente y general, del mercado.

“Gente de estos cultos pueblos de agricultores, de los que desarrollaron y produjeron las mejores mazorcas, y que hoy literalmente estan dando masivamente la espalda a sus tierras; son los hijos o nietos de lo que lucharon por las tierras atravesadas por aquellas carreteras. Ya compran todo, incluso casi todos sus alimentos”, dice Lartigue.

La Huasteca hoy es también una zona muy diversificada, vasta, cada vez más diferenciada, donde ya se mueve mucho dinero y donde a la vez hay muchas personas pobres, altamente dependiente de los subsidios y del dinero precario (que obtienen de pequeños negocios como tiendas de abarrotes y otros propios de las fórmulas de inserción de los pobres en el mercado).

Continúa el especialista: Es entendible que en un marco de abaratamiento de los precios por unidad de los productos agrícolas y de fuerte reestructuración de los mentados apoyos al campo, los campesinos hayan declinado en su producción agrícola.

La Huasteca es hoy una región donde la gente es masivamente campesina, gran parte de ella indígena, celosa de sus costumbres, pero también muy emprendedora y muy dispuesta a circular, a moverse. El crecimiento del mercado, el efecto de las densas vías de comunicación y el desprecio a la agricultura han hecho que la gente se mueva más, mucho más.

“Las grandes ciudades del país, México y Monterrey, Tampico y Puebla, San Luis Potosi y Querétaro, Poza Rica y Pachuca están ahora rodeadas de los inmensos contingentes de los jóvenes de la Huasteca que para enamorar y sentirse dignos hablan entre ellos el ñahñú, el tepehua, el náhuatl, el totonaco y el teenek”.

Así, las tierras de esta Huasteca que para los aztecas representaba una zona soñada –pues allí recurrían cuando había hambre en Tenochtitlan– han reducido sustancialmente su producción de maíz; en el mejor de los casos, cultivan para el abasto familiar y un poco para comerciar localmente. Y lo mismo pasa con el chile y el frijol. En los mercados de la región esto se hace evidente.

En el marco de la crisis alimentaria global, se habla mucho de que hay regiones con notable potencial para elevar la producción agrícola, la de maíz en particular; una de ellas es la Huasteca. Hay un detalle: La gente con posibilidad de trabajar la tierra ya no está disponible para esto; la mayoría de los jóvenes se ha ido o está por irse del campo; no le interesa, ni siquiera si tuvieran apoyos o crédito.

Ante ello, surge de nuevo una posibilidad, dice Lartigue, la de otras políticas productivas; las tierras son allí buenas o muy buenas –son muy vulnerables a las heladas, pero muestran también una capacidad de recuperación muy pronta– y pudiera ser que regresen a la apropiación empresarial de grande extensiones, ni falta hace que se privatizen. Si así fuera, la región se convertiría en un lugar atractivo para grandes inversiones agroindustriales y se podría desarrollar una agricultura empresarial capitalista exitosa en maíz o en otros cultivos.

Aunque esto implicaría sacar o reconcentrar a los campesinos activos de la región en zonas urbanas, mucho más de lo que se ha logrado (con los asentamientos a orillas de carreteras); eso no es fácil pero tampoco imposible. Parece más bien cosa de ritmos y de tiempos. Ello hace prever posibles tensiones o conflictos pero resulta dudoso que ocurran nuevamente conflictos por la tierra como los recientes de fines del siglo xx. La población de la Huasteca tiene muy presente los costos de las luchas por la tierra.

*Los cambios fuertes y acelerados en la Huasteca a lo largo del siglo XX y en especial en la segunda parte, motivaron que investigadores de diversas áreas del conocimiento e instituciones, incluido Lartigue, se interesaran el estudio de esta región desde hace unos 30 años. Hay una gran cantidad de material publicado al respecto y se realizan seminarios frecuentes en varias partes, el primero fue en CIESAS, en Tlalpan.

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