Opinión
Ver día anteriorMiércoles 19 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Elementos para una estrategia en política exterior
S

e inaugura un nuevo gobierno en México, el cual, como miembro de la comunidad de naciones, deberá enfrentar retos y oportunidades, siempre bajo la premisa de que el objetivo que buscamos es aprovechar las instancias que ofrece la interdependencia global, en beneficio de los programas de desarrollo económico y social del gobierno en turno, además de cumplir con la responsabilidad de coadyuvar en el mantenimiento de un mundo en paz y estable en términos económicos y financieros, donde la diplomacia profesional y nuestros expertos en temas financieros y económicos han actuado con particular éxito, en esfuerzos que debemos a futuro coordinar en forma más adecuada, bajo una estrategia bien dirigida a objetivos claros y factibles, reduciendo hasta eliminar la dispersión en las gestiones que llevamos a cabo en el exterior.

Si nos referimos exclusivamente a la región a la que pertenecemos, es clara la necesidad de enfatizar que la solidaridad entre los países de América Latina y el Caribe no es simple retórica o reminiscencia del pasado. Tenemos coincidencias en los intereses vitales de nuestros pueblos. Estamos convencidos de que en la configuración del poder en el mundo actual y del que se avizora, la posición aislada de los pueblos de la zona, de no hacer un esfuerzo firme y sólido para institucionalizar una unidad que vaya más allá de la alcanzada hasta ahora, nos podría llevar a afrontar el riesgo de la falta de viabilidad como naciones independientes.

Lo significativo de este momento histórico es que la equidad social y la democracia han empezado a ser consideradas condicionantes necesarias para garantizar la continuidad en el proceso de crecimiento económico, de la misma manera que la transformación productiva es percibida como condición imprescindible para la consolidación de la democracia política y de la propia soberanía nacional. Ahora bien, esos cambios en la manera de interpretar la articulación entre democracia, equidad y crecimiento, reflejan también los cambios en la concepción del propio proceso de desarrollo; el cual, además se dará cada vez más en un contexto de grandes cambios tecnológicos, mayor competencia mundial y creciente globalización de los mercados.

Entender los nuevos retos y oportunidades de la región es fundamental para sostener nuestra posición ante el mundo, proceso en el que debemos ser fieles a nuestros principios vinculados a nuestra aciaga historia y tradiciones, pero también abiertos a lo mucho de positivo que ofrece la nueva realidad internacional que exige de transformaciones importantes.

Estamos seguros de que el nuevo gobierno de nuestro país, inaugurado apenas hace unos días, está consciente de los retos que enfrentamos en política exterior y que el nombramiento como canciller del doctor José Antonio Meade Kuribreña –a él no lo conozco, pero con su padre compartí algunas tareas internacionales– con una interesante trayectoria, no obstante su juventud, marca una clara estrategia, parecida a la que se planteó al nombrar en el pasado a personajes como don Antonio Carrillo Flores, don Fernando Solana y don Ángel Gurría como cancilleres.

Se buscó, en los gobiernos que los nombraron, utilizar la experiencia financiera internacional de esos ilustres mexicanos, así como todos los mecanismos a nuestro alcance en el exterior, para promover la inversión extranjera en México, el comercio internacional de nuestros productos exportables, así como navegar en el intrincado mundo de los dineros para defender al Estado mexicano de las crisis financieras que amenazan frecuentemente los mercados, como la que parece estar gestándose a muy corto plazo (1º de enero de 2013) en Estados Unidos de América, sin que ellos sabiamente hayan olvidado, en ningún momento, la necesidad de participar en la compleja tarea de mantener la paz en el mundo, conforme a las mejores tradiciones diplomáticas mexicanas, siempre con el apoyo de diplomáticos de carrera, sin olvidar que en nuestras filas hay y ha habido destacados economistas.

Al respecto, vuelvo a reiterar la necesidad de prestar atención al indispensable fortalecimiento del Servicio Exterior Mexicano de carrera, que conjugue un significativo incremento en las plazas; mejores condiciones de trabajo incluyendo en el retiro, después de 30 o 40 años de servicio; mayor presupuesto para aumentar el número de misiones diplomáticas y consulares, y reglas claras para nombramientos políticos, que incluya la más amplia transparencia en la forma en que la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado examine las propuestas presidenciales para embajadores y cónsules generales, asegurándose que se ha cumplido estrictamente con los artículos 19 y 21 de la Ley del Servicio Exterior Mexicano, que señalan la responsabilidad de nuestro jefe de Estado de dar preferencia en esos nombramientos, a los funcionarios de carrera de mayor competencia, categoría y antigüedad en la rama diplomático-consular, disposición que en el pasado con frecuencia no se ha cumplido.

* Embajador emérito de México; escribe a título personal