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Afirman que el Presidente tiene la oportunidad de responder a quienes lo eligieron

Brindar justicia al EZLN y a indígenas daría legitimidad a Peña Nieto: expertos

Con su silencio manifestaban: aquí está un pueblo digno que ha resistido 18 años, dice Ituarte

 
Periódico La Jornada
Lunes 24 de diciembre de 2012, p. 4

Gonzalo Ituarte, quien era vicario de la diócesis de San Cristóbal de las Casas cuando ocurrió el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), dijo a La Jornada que la reaparición de los indígenas insurgentes es una buena noticia. Han tenido la capacidad durante 18 años de mantenerse en resistencia y respetando sus principios. Resulta significativa la manifestación de numerosos contingentes que con su silencio elocuente hacen un llamado al gobierno federal y al país, de que tiene que ser atendida la realidad de los pueblos indígenas, que el actual modelo de desarrollo es injusto y excluyente, y exigen justicia.

Ituarte, quien ahora es prior provincial de los dominicos, abundó: El gobierno federal puede seguir haciéndose el occiso. Evidentemente puede hacerse ciego y sordo, pero si aspira a tener legitimidad debe tomar en cuenta esta realidad. El presidente Enrique Peña Nieto está obligado a cumplir la Constitución, a tomar en cuenta al pueblo que representa. La respuesta no es a los zapatistas, sino al pueblo que lo eligió.

Sostuvo Ituarte: “Sigo optimista de que esta manifestación realizada en fecha tan significativa nos habla de la reivindicación de la dignidad, porque no nos están planteando ‘aquí estamos los pobres’, sino ‘aquí está un pueblo digno’”.

A su vez, Pablo Romo, quien en 1994 era sacerdote y director del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, dependiente de la diócesis de San Cristóbal, que presidía el obispo Samuel Ruiz, también en entrevista con este diario, coincide con lo dicho por Ituarte: “La reaparición del EZLN es para decirnos ‘aquí estamos’. Es un llamado no sólo a que se cumplan los Acuerdos de San Andrés, sino todos los compromisos con el mundo indígena: justicia, castigo a los responsables de violaciones a los derechos humanos y, nos dicen, ‘tómenos en cuenta’”.

En ese contexto, Romo, actual integrante de Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz), sostiene: “Con su reaparición, en la que utilizan símbolos en el contexto metafórico del fin del mundo maya, nos dicen ‘se termina el silencio y la espera, una espera que se prolongó por años, desde la traición del entonces presidente Ernesto Zedillo, que mandó al Ejército en lugar del diálogo; pasando por los cinco minutos del presidente Vicente Fox, hasta Felipe Calderón, quien ni siquiera se enteró del mundo indígena, porque estaba muy ocupado en su guerra’”.

Romo asevera: Su reaparición coincide con el 15 aniversario de la masacre de Acteal, con la designación de Emilio Chuayffet como secretario de Educación Pública, y quien debió ser sancionado por esa masacre. Reaparece el EZLN en los momentos del cambio de gobierno, después de seis años de decadencia profundísima de los derechos humanos, en los seis años de Calderón hubo un desprecio absoluto por las garantías básicas.

Subraya en la entrevista: “La llamada del EZLN es para el gobierno federal y para toda la sociedad. Han pasado por una guerra y ahora se encuentran en la búsqueda de restructurar una agenda nacional en la que nos dicen ‘aquí estamos’, porque no se ven en las prioridades del presidente Enrique Peña Nieto. Las cuentas con la historia no están claras, el cumplimiento se quedó a medias”.

Romo e Ituarte también coinciden, en entrevistas por separado, en señalar que la Iglesia debe incorporar las demandas de los pobres, no sólo de los indígenas, sino también de las víctimas. La Iglesia también debe organizarse para servir el pueblo. Es una interpelación a la Iglesia para que vuelva a acreditar esa difícil realidad”.

Édgar Cortez, investigador del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, sostiene por su parte que el resurgimiento de los zapatistas es un llamado a la conciencia de la sociedad y del gobierno. Con su silencio “nos dicen: ‘aquí estamos, nada ha cambiado, seguimos explotados, marginados y ahora despojados por los grandes proyectos mineros y carreteros’”.

Cortez insiste: es un nuevo llamado a la conciencia, como en 1994.