Opinión
Ver día anteriorJueves 27 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La biotecnología en su laberinto
Q

ue en ciencia haya una permanente búsqueda de las certezas por medio de la formulación de hipótesis y una experimentación es algo admitido. La ciencia constantemente está buscando certezas, ya sea por medio de la corroboración o mediante la falsación, de lo que se cree correcto y puede no serlo. La ciencia puede entenderse como un constante movimiento pendular entre la certeza y el error: toda certeza que se encuentre en ciencia, toda verdad o método conducente a la verdad, se presenta y actúa como una negación dinámica del error. Los enunciados científicos que señalan verdades o eventuales verdades están señalando que lo que se encuentra por fuera de ellos son o pueden ser errores. Sin embargo, ni unos ni otras son decretados como permanentes. Error y verdad funcionan como elementos que se encuentran en una relación dialéctica, negándose mutuamente, oponiéndose para producir nuevas síntesis.

La mediación que dinamiza la relación entre lo falso o erróneo y lo verdadero o acertado es la duda. La duda es la que despoja a la ciencia de rigideces y le otorga un carácter de flexibilidad que la innova constantemente; es el elemento que pone en movimiento a la razón y que permite la construcción de los argumentos, es la condición necesaria para eliminar en la ciencia el maniqueísmo y el dogmatismo.

Si en ciencia las cosas no son solamente de blanco y negro, sino de un espectro dinámico de todos los tonos de gris, es gracias a que se introduce un elemento de incertidumbre, gracias a que siempre es posible perfeccionar, modificar, descartar. La duda sobre lo establecido es inherente a la ciencia. La duda genera el disenso y éste genera el debate. Ciencia que no admite lugar para la duda degenera en dogma, catecismo y receta.

Nada hay más equivocado que referirse a la ciencia como aquello que determina verdades incontestables e irrefutables. Decir que algo está científicamente comprobado para acallar una voz disidente, aparte de tener un carácter intolerante y autoritario, es expresivo de un desconocimiento de lo que debe ser la ciencia, pues frases como ésta no dejan lugar a la duda. La existencia de la duda permite que, por muy consolidada que esté una ley científica, siempre tendrá la posibilidad de modificarse.

Esto no significa que en ciencia todo sea duda y o error. Si así fuera no tendría sentido su existencia. La ciencia ha llegado a determinar verdades, algunas de ellas con apabullante evidencia a su favor: la Tierra es esférica, gira alrededor de su eje y alrededor del Sol; la evolución de las especies existe, velocidad es igual a distancia entre tiempo, etcétera. Ningún científico o comunidad científica se ocupa en la actualidad de refutar estas afirmaciones. Pero el establecimiento de estos hechos como verdades no ha sido resultado de una imposición ni un decreto, sino de una larga, paciente y compleja contrastación empírica con la realidad y, formalmente hablando, la posibilidad de que estas afirmaciones pudieran llegar a ser falsadas, está presente siempre.

Estas consideraciones vienen a cuento en vista de las imposiciones autoritarias que las empresas biotecnológicas trasnacionales han venido haciendo contra buena parte de la comunidad científica y contra la humanidad toda, por la vía de una imposición acrítica de sus metodologías y sus deficientes experimentaciones, las cuales tienen por objetivo garantizar las ganancias monetarias por concepto de la comercialización de productos genéticamente modificados. Pero los beneficios de estos productos están cada vez más en tela de juicio y bajo el manto de la duda, como demuestran los estudios recién publicados por el grupo de Gilles-Eric Seralini y colaboradores, que encontraron altas tasas de mortalidad e incidencia de cáncer en ratas alimentadas con maíz transgénico.

La biotecnología ligada directamente a las empresas productoras de organismos genéticamente modificados no sabe dudar. Comportándose cual niño malcriado que exige el cumplimiento de sus caprichos, no ha adquirido la modestia de la duda. Su interés está montado y dirigido no en función del bienestar de nadie, sino del enriquecimiento personal de sus detentadores y de las empresas a quienes sirven. Por ello ve deficiencias experimentales sólo en los estudios donde se encuentran resultados contrapuestos a sus intereses particulares y nunca en sus estudios propios. Para estos últimos hay cien por ciento de razón y cero por ciento para sus detractores. En ese sentido se puede decir que es una de las empresas científicas más anticientíficas que hayan existido.

La denuncia de la irracionalidad, del dogmatismo y de la actitud anticientífica de estas empresas de biotecnología es una tarea obligada en cualquier intento auténtico por lograr la democratización de esta sociedad.