Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de diciembre de 2012 Num: 930

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Poetas de los cincuenta
en Guanajuato:
la generación vigente

Ricardo Yáñez entrevista con Benjamín Valdivia

El México de
Iván Oropeza

Ana Paula Pintado

Diez cuentwitters
Enrique Héctor González

Strindberg,
psique y pasión

Miguel Ángel Quemain

El infierno según Strindberg
Omar Alain Rodrigo

Insurgentes: cine y
política en Bolivia

Hugo José Suárez

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Naief Yehya
[email protected]

Una nueva guerra se prepara: Siria 2013 (II Y ÚLTIMA)

Fantasías de liberación, amenazas de genocidio

No hace falta ser experto en Medio Oriente para poder entender que la destrucción de régimen de Assad es un asunto costoso, trágico y peligrosísimo. Es natural sentir deseos de ver la ruina de un gobierno antidemocrático y despótico que ha recurrido a la represión más brutal y al asesinato de miles de civiles; sin embargo, participar en su colapso conlleva la responsabilidad de armar y dar poder a las jaurías extremistas, a las fuerzas reaccionarias que los Assad pudieron controlar durante décadas (tanto a sangre y fuego, como en Hama en febrero de 1982, como mediante intimidación y pactos). Como hemos comentado en esta columna, Bashar el Assad es responsable de la desastrosa situación siria, de la intolerancia de un régimen rancio y decrépito, incapaz de transformarse y abrir espacios para la disidencia y el cambio. Su ceguera lo llevó a cometer atrocidades y desatar una catástrofe humanitaria de proporciones gigantescas. Nada complacería más a Israel que la caída de uno de sus peores enemigos, uno de los miembros del llamado Bloque de la Resistencia que, al lado de Irán, apoya a los palestinos en su lucha por un Estado nacional en un territorio viable y se opone a las alianzas entre las dictaduras árabes, eu e Israel. Pero si algo demuestran los casos de Irak y Afganistán es que en esa región, aun invadiendo una nación e instalando un gobierno títere, no resulta nada fácil transformarla en aliada. La insurgencia siria es un collage de grupos religiosos, manifestantes laicos, kurdos y jihadistas extranjeros. De tomar el poder, los sunitas sin duda actuarán de manera semejante a los rebeldes libios que Occidente apoyó en su lucha contra Kadafi. No por nada Peter Galbraith declaró en su editorial de 15 de noviembre en el New York Times que el siguiente genocidio será probablemente el de la minoría alauita a la que pertenece la familia Assad, la cual será víctima de la implacable venganza de la mayoría sunita.

¿Que pasó con la Primavera árabe?


Muhammad ibn al-Dheeb al-Ajami

Lo que inicialmente parecía un viento fresco de revuelta, democracia y justicia social que barrería con los tiranos, desde el Magreb hasta la península arábiga, dio un giro extraño hacia el fundamentalismo extremo. Los levantamientos populares en contra de los dictadores y jeques impuestos y sostenidos por eu y Occidente fueron aprovechados por la Hermandad Musulmana en sus distintas ramas y vertientes. Estos grupos tomaron las riendas de los movimientos para lanzar ofensivas en contra de los gobiernos hostiles a los intereses sauditas, israelíes y estadunidenses, como Libia y Siria. Estos grupos religiosos fueron armados y entrenados para lanzar una rebelión islámica internacional que desarticularía la lucha por gobiernos transparentes, democráticos y nacionalistas. La fuerza antiimperialista de la revuelta que derrocó a Hosni Mubarak y a Ziad Ben Ali fue reemplazada por un programa islámico internacionalista con objetivos a largo plazo. Independientemente de los miles que han perdido la vida en el mundo árabe desde que Mohammed Bouazizi, el vendedor de frutas tunecino que se inmoló el 4 de enero de 2011 en la protesta que detonó las revueltas, nada parece más emblemático del desastre en que se convirtió la Primavera árabe que el hecho de que el poeta qatarí Muhammad ibn al-Dheeb al-Ajami haya recibido una condena de cadena perpetua por escribir y declamar en un video que subió a internet el poema “Jazmín tunecino” en el que celebra el levantamiento popular.

Otro mundo distinto pero aún hostil

La situación en el Medio Oriente se complica ahora más después de la última confrontación entre Israel y las fuerzas palestinas de Hamas, quienes lanzaron cohetes que por primera vez alcanzaron Tel Aviv y las afueras de Jerusalén, armas con relativamente poco poder de destrucción, pero que vienen a anunciar progresos en el poderío de los milicianos. Otro factor importante fue la votación en la ONU que dio reconocimiento de Estado a Palestina (aunque no derecho a voto) y vino a abrir posibilidades de recursos legales sin precedente en contra de la ocupación israelí. La respuesta del gobierno de Netanyahu no se hizo esperar: dio la autorización de construir más asentamientos ilegales (no existen los asentamientos legales en tierras ocupadas después de guerras) en territorios ocupados de Cisjordania (en una zona estratégica a las afueras de Jerusalén que, de ser tomada, volvería imposible toda noción de continuidad territorial para Palestina) y confiscar más de 120 millones de dólares en impuestos que pertenecen a la autoridad palestina. Si a esto sumamos que ahora Hezbolá cuenta con aviones drones y con que la Hermanad Musulmana avanza mientras el viejo mapa de alianzas y rivalidades se ha vuelto obsoleto, queda claro que ninguna de las soluciones que imaginábamos en el pasado tiene la menor vigencia para lo que queda de la segunda década del siglo XXI.