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De Keynes a Roosevelt: reparar el mal
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l 31 de diciembre de 1933 el economista John Maynard Keynes dirigió una carta abierta a Franklin Roosevelt, el único presidente de Estados Unidos que se ha enfrentado al capital financiero. Si Keynes estuviera vivo, este fin de año habría enviado a Obama una carta parecida. Considerando el estado actual de la economía mundial, y no sólo la estadunidense, es importante recuperar los puntos medulares de esa misiva.

Escribió Keynes al mandatario: Usted se enfrenta a una doble tarea: recuperación de la crisis y la aprobación de reformas económicas y sociales que debieron haber sido introducidas hace mucho. El objetivo de la recuperación es incrementar el producto y el empleo. En nuestro mundo el producto se destina a ser vendido y su volumen depende del poder de compra que le hará frente en el mercado. Un incremento en el producto requiere de por lo menos uno de tres factores. Las personas deben ser inducidas a gastar una mayor parte de su ingreso, o las empresas deben ser persuadidas, ya sea por una mayor confianza o por una menor tasa de interés, a contratar más personal y así crear más ingresos en manos de sus empleados. Alternativamente, la autoridad pública debe ser llamada a crear ingresos adicionales a través del gasto público. Cuando los tiempos son malos no se puede esperar que el primer factor funcione a una escala adecuada. El segundo factor no podrá operar sino hasta que el gobierno haya revertido la situación a través del gasto público. En consecuencia, el mayor impulso para salir del bache sólo puede provenir del tercer factor.

Keynes replantea hasta aquí su teoría de la demanda efectiva para indicar que en tiempos de crisis, cuando el gasto y las expectativas se deprimen, la inversión privada se contrae y no puede ser el motor para sacar una economía adelante. El gasto público es la alternativa para suplir la deficiencia en la demanda agregada. Las políticas de austeridad que hoy se aplican en Europa son la antítesis de esta visión y representan el regreso a una ortodoxia que niega la realidad. Asimismo, en Estados Unidos la discusión sobre política fiscal y la necesidad de reducir el déficit está contaminada por el oscurantismo de una pseudo-teoría económica más ligada a la ideología que al análisis racional.

Sigue diciéndole Keynes a Roosevelt: Hay indicios de que dos falacias técnicas están afectando las políticas de su administración. La primera tiene que ver con el papel que juega el incremento de precios en la recuperación. Keynes aclara que el aumento de precios normalmente acompaña al crecimiento y la expansión del empleo. Pero existe una inflación provocada por manipulaciones de costos o de la oferta y no tiene nada que ver con el aumento de precios que se espera de una expansión saludable del poder de compra y de la demanda agregada. En pocas palabras, el fetiche del control de la inflación no debe ser un obstáculo para aplicar políticas de recuperación.

En el terreno de las recomendaciones, Keynes insistió: la prioridad está en otorgar crédito para el gasto bajo los auspicios del gobierno. Una preferencia estaría en obras que pueden madurar rápidamente y en gran escala, como la rehabilitación de la red ferroviaria. En segundo lugar yo colocaría el crédito barato y abundante, así como la reducción de la tasa de interés de largo plazo a través de la intervención de la Reserva federal.

Ochenta años después, la carta de Keynes a Roosevelt mantiene su vigencia esclarecedora. Mientras la peor crisis en la trágica historia del capitalismo sigue su marcha, los poderes establecidos aprovechan la coyuntura para arremeter contra lo que queda del estado de bienestar. El colapso actual tiene sus raíces en el estancamiento de los salarios reales en las principales economías capitalistas del mundo. La mala distribución del ingreso ha llevado a un sobre endeudamiento de las clases trabajadoras. Y ahora, en una brutal recesión en la que todos los agentes están empeñados en desendeudarse, nadie quiere aumentar pasivos y cualquier ayuda en forma de subsidios fiscales se utiliza para pagar deudas, lo que no contribuye a incrementar la demanda. En este contexto urge el lanzamiento de un vasto programa de obras públicas.

En Estados Unidos y Europa, los amos del dinero impiden que el gasto público sea el factor para salir del atolladero, tal y como recomendaba Keynes. La falacia sobre la necesidad de mantener el presupuesto equilibrado ha sometido a las finanzas públicas a los dictados del capital financiero. Aún más, al imponer los recortes fiscales se agrava la crisis porque se reduce la demanda agregada. ¿Será por ignorancia o por mala fe? En algunos casos el desconocimiento de los rudimentos de la teoría económica es responsable de que se apliquen políticas retrógradas. Pero, en general el retroceso en política macroeconómica de cara a la crisis se debe a un objetivo perverso: La destrucción de todas las instituciones que apoyan a la clase trabajadora.