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Premios nacionales

El violinista y docente Arón Bitrán recibió el galardón en el campo de Bellas Artes

La música de concierto en México tiene mejor salud que hace 30 años

El fundador del Cuarteto Latinoamericano asegura que más allá de que ahora hay más foros, grupos y público, la gente no puede vivir sin arte sonoro

Considera que fue reconocido por los años de dar prioridad y tocar al más alto nivel el repertorio de México y América Latina

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El Cuarteto Latinoamericano está integrado por Arón Britán y sus hermanos Álvaro (violonchelista) y Saúl (violinista), así como por Javier Montiel (violista). Hace unas semanas dicha agrupación, obtuvo el Grammy Latino, por su disco Brasileiro, works of Francisco MignoneFoto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Domingo 6 de enero de 2013, p. 2

Para el violinista Arón Bitrán, quien recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2012, no hay lugar a duda: la música de concierto en México goza ahora de mejor salud que hace 30 años, que fue cuando él comenzó su carrera profesional como integrante del Cuarteto Latinoamericano y a ejercer la docencia.

En general se ha roto ya en el país la idea de que la música de concierto es para exquisitos, una expresión muy difícil. Veo a muchos jóvenes en los conciertos, por un lado, y por otro, a mucha gente, incluso humilde, algo que en otros lugares no ocurre, afirma el intérprete y académico en entrevista con La Jornada.

“Sacar la música de los templos sagrados a lugares donde la gente está, ha dado frutos. Hoy la música de concierto tiene mejor salud en el sentido de que hay más foros, más grupos, más público, no sólo en la proporción en que ha crecido la población en el país, que sería lógico. Más que eso, pienso que la gente no puede vivir sin música.

Quien prueba la música clásica una vez, en vivo, si tiene la experiencia de un buen concierto, comienza a sentir que vale la pena y la busca; es algo adictivo. Lo único que pedimos los músicos, es la oportunidad de llegar a gente nueva, pues sabemos que la vamos a poder enganchar; ésa es la experiencia del grupo al que pertenezco.

La obtención del premio nacional, en el campo de Bellas Artes, vino a culminar un año que de por sí ha sido fructífero y gratificante para Arón Bitrán, en lo personal y en términos profesionales.

Y es que en 2012 también se cumplieron tres décadas del Cuarteto Latinoamericano, del cual el intérprete y docente es fundador e integrante, al lado de sus hermanos Álvaro (violonchelista) y Saúl (violinista), así como Javier Montiel (violista).

A ello se suma que apenas hace unas semanas dicha agrupación, una de las más prestigiadas y reconocidas del mundo en lo que concierne a la promoción y la difusión de la música de México y América Latina, se hizo merecedora del Grammy Latino, por su disco Brasileiro, works of Francisco Mignone.

Realmente ha sido un año muy grato, que culminó con este premio, que aunque me lo dieron a mí, lo asumo como un reconocimiento para el cuarteto en su conjunto, indica el intérprete de origen chileno, naturalizado mexicano.

La intensidad de sus ojos azules se acentúa cuando, para terminar la poco más de media hora de charla, responde, emocionado, a la pregunta de si ha valido la pena dedicar gran parte de su vida a la música.

¡He sido absolutamente feliz, me considero un privilegiado de poder vivir y vivir bien de hacer lo que más me gusta, y no sólo lo que más me gusta, sino en el campo más específico que es la música de cámara y, aún más, en cuarteto!, exclama.

“Sin embargo, ésta no es una vida fácil; tengo tres hijos, desde edad universitaria hasta de primaria, y me da la impresión de que ninguno seguirá mi carrera, aunque todos han tenido formación musical y son muy talentosos.

“No lo lamento, los apoyaré en lo que hagan; creo que ellos se dan cuenta, por un lado, de lo feliz que soy; pero, por otro, de las dificultades que implica esta profesión: los tiempos fuera, los viajes, la incertidumbre económica...

Todo eso les da una perspectiva más completa de la que puedo tener, porque, sobre todo, tengo el goce de la música. Para mí ésta es la mejor vida, pero no puedo pensar que sea así para todo mundo; por eso no me atrevo a recomendarla a alguien más.

–¿Son claros para usted los motivos por los que le fue concedido el premio nacional?

–Como grupo, pienso que es fácil identificar las causas. Son muchos años de seguir una línea con la cual hemos tratado de ser muy consecuentes: dar prioridad al repertorio latinoamericano y mexicano en lo particular, tocarlo al más alto nivel, programarlo en todos los conciertos en el país y fuera de éste, además de grabarlo. Creo que este compromiso de dar difusión y credibilidad a ese tipo de repertorio ha ido dando frutos.

“En lo personal, a ese trabajo con el cuarteto se suman algunas actividades en el área de pedagogía, donde llevo también 30 años. Además de enseñar violín, he intentado transmitir lo que ha sido la experiencia del Cuarteto Latinoamericano en cuanto a la posibilidad de que un intérprete vea a la música de cámara como opción de vida.

“Normalmente, los muchachos ven tres opciones: entrar a una orquesta; los que son superdotados, intentar una carrera de solista, aunque sólo será uno en cada generación; y la tercera, que normalmente se ve como default, por lástima, es la pedagogía.

Pienso que hay una cuarta opción, muy placentera, aunque con muchas dificultades, que es la vida de músico de cámara de tiempo completo. Creo que a lo largo de estos años he podido sembrar un poco esa semilla. Hoy día empieza a haber jóvenes cuartetos a los que les veo potencial. Esa ha sido una de las luchas más difíciles del Cuarteto Latinoamericano: que venga una generación de relevo de grupos con potencial realmente internacional.

–¿Cuál es el secreto del grupo para lograr mantenerse junto tantos años y en alto nivel?

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¡He sido absolutamente feliz, me considero un privilegiado de poder vivir y vivir bien de hacer lo que más me gusta!, expresó emocionado Arón Bitrán en entrevista con La Jornada Foto Roberto García Ortiz

–El éxito del cuarteto es que cada concierto sea emocionante para nosotros, un desafío y al mismo tiempo un compromiso. Para que eso funcione, los ensayos deben ser muy dinámicos, intensos. El hecho de que en nuestra vida no hay rutina posible en lo musical, es la mejor gasolina para que esta máquina siga avanzando.

“¿Cómo hemos sobrevivido? Si tuviera una receta la estaría vendiendo y me haría rico, porque realmente es una cuestión compleja que no puedo explicar. Hay, eso sí, algunas cosas que he podido observar en nuestro grupo.

Una, es mucha independencia en las vidas privadas, eso es muy importante; un absoluto respeto entre nosotros a la hora de ensayar, además de apertura a las críticas.

–¿Cuáles considera que son los pros y los contras de tanto tiempo de trabajar juntos?

–Realmente no veo ningún contra. Hacemos un trabajo muy especializado, de relojería fina, en el que el tiempo es un gran aliado. Hemos desarrollado, por ejemplo, una mecánica de ensayos increíblemente eficiente; lo que en los primeros años nos hubiera llevado dos semanas montar, como una obra nueva, ahora la resolvemos en una o dos sesiones.

“Ya en los conciertos tenemos plena confianza en nosotros. Para mí, la continuidad, cuando es algo favorable, es totalmente positiva, tanto en el matrimonio, como en la vida, como en la música.

Incluso, no concebimos al cuarteto con otras personas. Si algún día, ojalá muy lejano, alguien del grupo ya no quiera o no pueda tocar, ese día el grupo se acaba; nunca verán al Cuarteto Latinoamericano con otros integrantes, lo tenemos claro al menos desde hace 10 años.

–¿El Cuarteto Latinoamericano es una prueba de que sólo es un cliché la idea de que el arte no da para vivir ?

–Pienso que hemos contribuido a desvirtuar esa imagen desde hace muchos años. Hoy día, un muchacho de conservatorio sabe que si estudia bien y se prepara es probable que pueda ingresar a una sinfónica y tener un sueldo bastante digno y decente.

“Por supuesto, desde nuestro punto de vista, no es suficiente para lo que implica la preparación y la vida de un músico. Pero un sueldo de músico de tiempo completo es comparable al de un profesor universitario, de acuerdo a la realidad del país.

Y eso no es poca cosa. Hace 40 o 50 años, un músico, para poder vivir, tenía que hacer milagros, tocar en muchos lugares y hacer todo tipo de trabajos extras. Afortunadamente, hoy es más probable que los padres acepten la decisión de un muchacho de dedicarse a la música que hace 30 años.

–¿Considera entonces que los músicos tienen buen reconocimiento social y económico en México?.

–Sí, porque el papel del músico en la sociedad mexicana ha sido muy importante. No hablo del músico de concierto; en general, la música en México está presente en todas las fiestas populares; acompaña, desde tiempos precolombinos, los momentos más importantes del ser humano, y en esta cultura, creo, incluso más que en otras.

Los músicos de concierto somos parte de ese gran gremio. En ese sentido, hay bastante familiaridad con los músicos. Basta ir el domingo a la sinfónica para ver mucha gente del pueblo, que se pensaría qué raro que esté allí, pero lo hace con bastante naturalidad.

–¿Cuál es su opinión de la enseñanza musical en el país?

–Me centraré en la de estudios superiores, si bien estoy convencido de que la educación musical infantil en el sistema público es deficiente: debería enfatizarse el aspecto de sensibilización, de escuchar, más que de aprender nombres y fechas. Es más importante guiar a los niños a oír que obstinarse a que destrocen la Novena de Beethoven con la flauta dulce.

“Doy clases en el Conservatorio Nacional y la Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México. Allí veo cosas maravillosas y cosas malas. Las escuelas son un poco el reflejo de nuestro país, en el sentido de que de alguna manera los muchachos más talentosos saben que tienen que llegar a esas escuelas, entonces lo hacen y son aceptados por los mejores maestros, y la expectativa es muy buena. Nosotros, los del Cuarteto Latinoamericano, somos todos producto del Conservatorio Nacional.

“Pero hay también una gran masa de alumnos que vegeta sin mayor claridad, que no ha entendido que en esta carrera hacia los 15, 16 o 17 años, deben haberse comprometido, porque luego será muy tarde.

“Muchos maestros no han asumido la responsabilidad de advertir a los muchachos que deben tocar y comprometerse más, si en verdad quieren seguir esta carrera, porque de otra forma, cuando se gradúan del conservatorio, a los 22 o 23 años, se dan cuenta de que no tienen el nivel para un trabajo y entonces tienen una crisis muy fuerte.

Tenemos que hacer mucho en las escuelas y la mentalidad de los docentes debe hacer ver a los alumnos que el mundo real, el profesional, es muy competitivo y complejo, que si no están realmente seguros ni comprometidos será mejor que busquen otra carrera. Decirlo es algo muy difícil para un maestro, pero creo que es más peligroso no hacerlo a tiempo y alimentar futuros fracasos.