Opinión
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México SA

Bienvenidos a la realidad

Dos gasolinazos en 35 días

Alzas para arrancar bien

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La Secretaría de Hacienda y Crédito Público incrementó 11 centavos el precio de la gasolina el sábado pasadoFoto Guillermo Sologuren
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ástima, pero concluyó el mágico Lupe-Reyes. Bienvenidos a la cruda realidad, a la cuesta de enero (que como ya es tradición comenzó en noviembre), a la retiquetación, a los ajustes (eufemismo tecnocrático por aumentos) en precios y tarifas del sector público, a la hora del cobro de facturas por megaroscas en el Zócalo, pistas artificiales de patinaje, arbolitos navideños dignos del récord Guiness, a la prolongada fiesta por el advenimiento de nuevos gobiernos con rancias prácticas y demás bellezas que, quiéralo o no, paga con creces la ciudadanía, que ya no siente lo duro, sino lo tupido.

Se acabó la fiesta y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas; se despertó el bien y el mal, la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal y el avaro a las divisas, cantaría el maese Serrat, en medio de alentadoras noticias: en 2012 México importó alimentos por casi 18 mil millones de dólares, 37.4 por ciento más que el ingreso por inversión extranjera directa; se compraron 12 veces más cereales de los que se exportaron; constante alza en precios de víveres en supermercados de la capital; alzas en los precios de tortilla, leche y demás alimentos básicos; megadeuda de las familias mexicanas por casi 600 mil millones de pesos, y, la cereza, otro gasolinazo para arrancar bien el año. Nada nuevo bajo el Sol, pero, eso sí, mucho ánimo, porque en 2013, ahora sí, te lo juro por ésta, las cosas van a cambiar, pues el nuevo gobierno sí sabe hacer las cosas.

Tardaron más en hacer público el fabuloso aumento a los salarios mínimos (acordado apenas tres semanas atrás: dos pesotes con 43 centavos diarios para el área geográfica A, y dos pesotes con 30 centavos para la B) que la realidad en neutralizarlo, pues la siempre aceitada maquinaria retiquetadora de los sectores público y privado rápidamente actuó en consecuencia. Sólo el aumento al precio de la leche se comió casi la mitad de tan espléndido incremento salarial, mientras con la nueva Ley Federal del Trabajo la patronal corre al personal para recontratarlo vía outsourcing. Algunos pensarán que todo lo anterior sucedió a raíz de la llegada del nuevo gobierno, pero no: es la devastadora dinámica que desde hace 30 años trae el país, con el modelito económico que echa chispas por doquier, salvo para los integrantes de esta gran democracia de, para y por los empresarios (Vicente Fox dixit), quienes cotidianamente gozan de las mieles de ser los dueños de las fichas y de los croupiers, de tal suerte que todos los excesos, errores e incapacidades de la clase político-empresarial corren a cargo de los ciudadanos, sin lubricante de por medio.

Entre otras linduras, para aligerar la durísima cruda que deja el más reciente Lupe-Reyes y más allá de los ajustes en precios y tarifas del sector público, el nuevo gobierno no sólo sigue la línea del viejo gobierno, sino la profundiza y receta el mayor gasolinazo en varios años, bajo la lógica (la suya, desde luego) de que resulta impostergable igualar los precios internos con los externos, algo que para efectos salariales ni por aproximación aplica. Esas son las soluciones ideales para el régimen: en México no se construye una nueva refinería desde hace 34 años y las existentes ya no dan para más, el parque vehicular ha crecido como la espuma en beneficio de las trasnacionales automotrices, la actual producción interna de gasolinas y diésel es menor a la registrada en 2001, por lo que el remedio es importar cada día más combustibles e igualar los precios nacionales con los internacionales (léase con los gringos). Total, paga el consumidor.

El nuevo gobierno comienza a mostrar los colmillos: dos gasolinazos en apenas 35 días de estancia en Los Pinos suena a récord; en tan corto plazo, 20 centavos adicionales por litro de Magna, Premium y diésel (nueve centavos el 8 de diciembre y 11 el pasado sábado). Lo mejor del caso es que en el arranque sexenal la autoridad hacendaria prometió que no habría salto súbito en los citados precios (Miguel Messmacher, subsecretario de Ingresos de la Secretaría de Hacienda, en conferencia de prensa el pasado viernes 7 de diciembre).

Con el inenarrable presidente del empleo en Los Pinos (Felipe Calderón, para quienes no se acuerden de él) el precio de la gasolina Premium se incrementó 37 por ciento, el de la Magna 60 y el del diésel 95. ¿Qué hizo ese gobierno –por llamarle de alguna manera– para contrarrestar la creciente importación de combustible y, por lo mismo, los aumentos de precios? Incrementar la importación y los precios internos, porque –decía sabiamente– refinar no es negocio. ¿Qué hace el nuevo gobierno? (el de Enrique peña Nieto, para quien no esté enterado) Lo mismo, y la construcción de la Bicentenario se mantiene en el limbo, porque tampoco es negocio.

Pues bien, entre gasolinazo y gasolinazo vale recordar para quién no es negocio eso de la refinación: en México la falta de infraestructura para refinar los petrolíferos que consume el mercado nacional, particularmente gasolinas automotrices, ha costado al país 112 mil 569.2 millones de dólares, además de una cantidad superior a 511 mil millones de pesos en subsidios durante el gobierno de Felipe Calderón (la información es de junio de 2012). Con base en reportes oficiales, el actual gobierno federal gastó 53 por ciento de los ingresos por exportaciones petroleras en la compra de un volumen cada vez mayor de combustibles automotrices que alcanzó su máximo nivel histórico en octubre de 2011, con 467 mil 400 barriles diariamente, es decir, más de 74.3 millones de litros, suficientes para llenar al tope el tanque de 18.5 millones de automóviles cada día.

Cierto es que para México no es negocio, pero sí, y muy jugoso, para otros: Esas compras representaron un gasto promedio para el gobierno mexicano cercano a 2 mil 500 millones de dólares mensuales. Ese aumento en las importaciones de gasolinas coincidió con la más baja producción de gasolinas de décadas recientes, con un promedio de apenas 367 mil 100 barriles por día, es decir, poco más de 58 millones de litros. La falta de capacidad para refinar crudo y la falta de decisión para ampliar la infraestructura correspondiente permitieron que los beneficios se concentraran en un limitado grupo de empresas petroleras, según fuentes de Pemex. Sólo dos de ellas, la estadunidense Exxon y la angloholandesa Shell, venden a México más de la mitad de las importaciones de combustibles automotrices (La Jornada, Víctor Cardoso).

Las rebanadas del pastel

Bienvenidos, pues.